Niños con pistolas (parte 2)
Los padres de familia, en gran medida, no asumen la responsabilidad de revisar qué llevan sus hijos a la escuela
Plagio (con permiso) el título de un artículo que el escritor coahuilense Julián Herbert publicó en EL PAÍS el 11 de enero de 2020, un día después de que un niño de 12 años disparó dos pistolas en el patio de primaria del Colegio Cervantes de Torreón y mató a una maestra e hirió a cinco alumnos y otro maestro antes de suicidarse.
Casi cinco años después, otros niños con pistola estuvieron cerca de causar otra tragedia en la primaria Benito Juárez de Torreón. De entrada, hay que aclarar la diferencia fundamental entre ambos hechos. El tiroteo de 2020 fue hecho con la intención de hacer daño, fue la salida del mundo de un niño afectado emocionalmente. Lo ocurrido el pasado martes 12 de noviembre fue un accidente provocado por un niño que, de manera inconsciente, llevó una pistola a su escuela.
Pero esa ligereza con la que un niño llevó un arma de fuego a la primaria subraya más lo cerca que estuvo una alumna de salir herida, o peor. El niño que traía la pistola, identificado como Tadeo, jugó a los ‘policías y ladrones’ con un amigo, al que aparentemente le quería vender el arma. De regreso al salón, los dos niños le mostraron la pistola a una compañera y le apuntaron el arma en el estómago. Segundos después, uno de los niños apretó el gatillo y la bala, rebotó en el piso y se incrustó en el pizarrón.
Las primeras investigaciones apuntan a que el arma era propiedad de los abuelos de Tadeo. Por eso la idea de ‘niños con pistolas’ sigue siendo muy poderosa. Porque a pesar de las diferencias radicales entre los dos incidentes que ocurrieron en Torreón, la imagen de un niño con una pistola en su mochila ya no parece una aberración. No la tiene que llevar para intentar una masacre, simplemente la puede llevar como juguete y causar una tragedia.
Las primeras versiones dicen que Tadeo pensó que la pistola era de juguete, algo inverosímil para un niño de 11 años. La niña a la que le apuntaron el arma dice que Tadeo y su amigo le presumieron que la pistola era de verdad. Cualquiera que sea el caso, en el fondo está un asunto más preocupante que la ligereza con la que un niño maneja una pistola: la ligereza con la que la maneja un adulto.
No queda claro con qué propósito los abuelos del niño tenían la pistola. Es calibre 22 y, por lo tanto, su posesión es legal, aunque tampoco se ha establecido si tenían los permisos en regla. Pero lo que sí es claro es que no la tenían a resguardo para evitar que su nieto la tomara. Aquí se traza una coincidencia inverosímil con el caso Cervantes, porque las armas que el niño disparó en esa ocasión eran propiedad de su abuelo (aunque en su caso los calibres eran prohibidos).
La facilidad para acceder a un arma de fuego es pasmosa. Un niño puede tomarla si sus padres u otros familiares no las resguardan. Pero también cualquier puede conseguir una. México tiene una de las legislaciones más duras sobre la propiedad, posesión y portación de armas. La mayoría de los calibres son restringidos a las Fuerzas Armadas, los fusiles o pistolas deben comprarse a la Secretaría de la Defensa y el registro necesita cumplir decenas de requisitos y documentos. Y, sin embargo, en Torreón se puede conseguir una pistola en 5 mil pesos.
El episodio también hace dudar si en la Comarca Lagunera no aprendimos nada de la experiencia que nos conmocionó hace casi cinco años. La revisión de las mochilas en las escuelas, por ejemplo, fue uno de los puntos más polémicos en esa ocasión. Después de la tragedia del Cervantes se empezó a aplicar pero como a los dos meses la pandemia de Covid-19 cerró las escuelas durante más de un año, cuando las clases presenciales regresaron, ya nadie se acordaba.
En Torreón, las autoridades realizan el operativo de forma aleatoria, es decir, con presencia de policías en distintas escuelas cada día. Esto podrá servir para disuadir, pero no servirá para evitar. El día que Tadeo llevó la pistola a la Benito Juárez, el operativo Mochila Segura se aplicaba en otra escuela donde lo más que se confiscó fueron tijeras de punta y estuches de maquillaje.
Si la policía no se puede dar abasto (ni es recomendable) para revisar mochilas en todas las escuelas, la alternativa es que lo hagan maestros de cada plantel. Esta medida ha sido opuesta por los padres bajo el argumento de que hay intromisión en las pertenencias de los alumnos y muy poco criterio sobre lo que pueden llevar. Pero los padres de familia, en gran medida, no asumen la responsabilidad de revisar qué llevan sus hijos a la escuela.
Otra lección que tampoco se aprendió fue cómo responder a un incidente de un niño con pistola. Después del disparo en el salón, la directora de la Benito Juárez avisó a la policía municipal, pero no atendió a la niña a la que le apuntaron el arma, que se desmayó del susto y sufrió una crisis nerviosa. Tampoco hablaron a sus padres, para que fueran por ella, y su madre se enteró cuando la niña llegó a casa a mediodía. Tampoco se comunicaron con todos los padres de familia del plantel para explicarles lo que había pasado y, naturalmente, los padres protestaron contra la directora y exigen su destitución. La secretaría de Educación de Coahuila no ha dicho nada sobre las fallas en el protocolo en la escuela pública.
La lección que debemos aprender ahora es que no se necesita a un niño con pistolas y la intención de matar o hacer daño para que ocurra una tragedia en una escuela. Esta puede darse de la manera más trivial o inocente, en la ligereza de cómo un niño de 11 años lleva un arma y la usa de juguete con sus amigos. En Torreón, lo que Julián Herbert llama la “simpatía histórica de la cultura lagunera por el arquetipo del guerrero” es una agravante, así sea en un juego.
La tragedia acechó a la primaria Benito Juárez el martes 12 de noviembre. Afortunadamente, decidió pasar de largo. Pero nos recuerda que los niños con pistolas en las escuelas ya no son excepcionales y aparecen en cualquier momento.
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