KeMonito: vivir para luchar
Su popularidad no ha dejado de crecer en los recientes decenios y, aunque no luche, se le ha llegado a considerar el nombre propio más representativo del CMLL
Es de verdad y sigue entre nosotros. Se le vio hace unos días, de traje y corbata y a bordo de una silla de ruedas, en la entrega de los premios Ariel, que reconocen cada año a lo más destacado del cine mexicano. El corto documental sobre su vida, llamado KeMonito: La última caída (dirigido por la periodista española Teresa de Miguel), fue uno de los nominados y, aunque no se llevó el galardón, entre los asistentes a la ceremonia no quedó duda de que el KeMonito resultó ser uno de los personajes de la noche y quizá el más fotografiado por el resto de las luminarias invitadas. El pasado 19 de septiembre, el documental se estrenó en la plataforma Netflix.
En un mundo como el de la lucha libre, que muchas veces es más celebrado (o denostado) que bien entendido, un personaje como el KeMonito representa una curiosa infracción a los cánones. Porque no se trata de un forzudo rudo o un habilidoso técnico, sino que es un tipo de apenas 80 centímetros de altura, que le ha entregado cuarenta de sus 57 años de vida al espectáculo de los golpes y las patadas voladoras como “mascota”, aunque ese puesto no lo ha mantenido nunca a salvo de lesiones, caídas y problemas.
Jesús Juárez Rosales nació en Guadalajara, Jalisco, en 1967, con la condición llamada acondroplasia, que se conoce popularmente como enanismo. Trabajó desde pequeño en talleres de automóviles, en carpinterías y hojalaterías y hasta en circos. En 1984, luego de entrenarse durante una temporada, comenzó su carrera en la lucha, bajo los motes de El Duende Maya y El Centavito. Pronto llegó su primera oportunidad como “mascota” del famoso luchador conocido como Tinieblas.
En su sociedad, y con el primero de sus disfraces peludos (y con adornos inspirados en la cultura maya), adoptó el nombre de Alushe e hizo de todo: fungió como mánager, se subió al ring a defender a su compañero de ataques sorpresa (y se llevó sus buenos golpes por ello), y fue invitado a la televisión junto a Tinieblas para aparecer en programas infantiles como Las aventuras de Capulina, Odisea Burbujas y Súper Vacaciones. Su personaje llegó incluso a las historietas. Como Alushe celebró su única lucha real registrada, el 7 de abril de 2003, en la que venció al Pequeño Sadam en combate de apuestas de máscara contra máscara.
Ese mismo año dejó el disfraz de Alushe (representado por alguien más a partir de allí) y firmó un contrato con el Consejo Mundial de Lucha Libre (CMLL) para caracterizar a su mascota, a la que el legendario locutor Alfonso Morales bautizó como KeMonito. Juárez mismo elaboró el nuevo disfraz de felpa azul y amarilla que ha portado desde entonces. Él mismo fabricó y vendió el merchandising del personaje: llaveros, máscaras y muñecos. Su popularidad no ha dejado de crecer en los recientes decenios y, aunque no luche, se le ha llegado a considerar el nombre propio más representativo del CMLL. Otra cosa que ha aumentado son sus lastimaduras. Dice tener dolencias permanentes en los hombros, las cervicales y las costillas y ha sido operado de las rodillas y la nariz. Su movilidad está limitada hace años. Es cuidado por su esposa y sus cinco hijos, uno de los cuales también vive de la lucha, bajo el nombre de Microman.
En 2023, Juárez dejó el CMLL entre denuncias de acoso laboral, despojo y fraude y pasó al circuito independiente. Alega que, aunque el Consejo tiene registrado al personaje del KeMonito, él fue quien lo diseñó y desarrolló y quien tiene el legítimo derecho de su usufructo. El caso sigue pendiente de resolución. Y entretanto KeMonito, como siempre en su vida, sigue en la lucha.
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