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Elecciones México
Columna
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Danza macabra en la campaña presidencial

Suele decirse que en política, la forma es fondo, pero las redes tienen su propia lógica y ahí manda el estruendo e importa mucho más el ruido que las nueces

Veneración a la Santa Muerte en Tepito CDMX
Celebración a la Santa Muerte en el barrio de Tepito, en la Ciudad de México, México, en septiembre de 2020.EDGARD GARRIDO (Reuters)
Antonio Ortuño

Hay algo muy intimidante en la imagen de la Santa Muerte. Sus fieles lo saben, desde luego, y por ello la utilizan de forma estratégica, pintada en su piel, y en estampas, colgantes y altares. No son los únicos en emplear iconografías mortuorias en el país, aunque el contexto (la relación que suele establecerse entre el culto y el crimen organizado, por ejemplo) contribuye a que se los tomen mucho más en serio que a otros. ¿Quién se atreve a burlarse o faltarle al respeto a un desconocido que usa símbolos de la Santa Muerte? Solo un insensato.

Las calaveras aún nos descolocan, a pesar del uso masivo que se les da en este país, en las que se recurre a ellas en artesanías, dulces, playeras y calcomanías, lo mismo por gente que reivindica las estéticas precoloniales, niños que se visten de personaje de Coco o chicas que se maquillan de Frida Catrina en Halloween, que por entusiastas del metal, integrantes de grupos criminales, o personas que nada tienen que ver con nada de eso y a las que, simplemente, les llenan el ojo para un tatuaje o adorno.

Para muchos gringos o europeos, la calavera es la cifra infalible de lo mexicano. Rara es la portada del libro de un autor nacional traducido que se libre de que le quieran poner (o, de hecho, le inflijan) una calaca y un cacto. Total, para el mundo, y a veces para nosotros mismos, somos un país con un pie en el tzompantli (las escalofriantes estructuras de cráneos prehispánicas) y otro en los narcocultos sobrenaturales.

Las calaveras nos mueven el piso hasta en la campaña electoral. A Morena, el partido oficial, le pareció buena idea publicar en su cuenta oficial de la red X (el artista antes conocido como Twitter) una fotografía en la que se muestra a un tipo con una playera que luce un amenazador cráneo encapuchado, con algo que no se sabe muy bien si es lengua bífida o fémur saliéndole de la boca, en medio del letrero: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”. La foto se acompañó por la etiqueta #CirculaEnRedes porque, aunque no se acredita a una fuente específica, la imagen ya había rondado en X, al menos entre los partidarios del gobierno. Y está basada en una camiseta real, y puede que ya anden varias de ellas por las calles. Pero subirla a una cuenta oficial es otra cosa.

Las reacciones brincaron como gotas de grasa de una sartén hirviente. La candidata opositora, Xóchitl Gálvez, acusó al oficialismo de “ya no disimular” y “usar a la Santa Muerte” para promoverse. Otros usuarios de las redes llamaron “narcopartido” a Morena, en la lógica que ha convertido en Trending Topic en decenas de ocasiones los presuntos tratos entre el oficialismo y el crimen organizado, y hasta aventuraron que el tuit representaba una amenaza a los muchos detractores del presidente.

¿Se trata de un simple tuit sin trascendencia, sobreinterpretado al calor de las campañas? Suele decirse que en política, la forma es fondo, pero las redes tienen su propia lógica y ahí manda el estruendo e importa mucho más el ruido que las nueces. ¿El oficialismo de verdad tiene un ala movilizada en torno a la Flaca? Quizá esto sea llevar la cosa demasiado lejos, pero de cualquier modo, ¿qué hace un partido oficial difundiendo imágenes que se pueden relacionar fácilmente con la estética de los grupos criminales? Suena frívolo, cuando no irresponsable y hasta cínico, en un sexenio que en que casi se alcanzarán los 200 mil homicidios, la inmensa mayoría de ellos impunes.

Las calaveras sonríen, sí, pero no por ello dejan de aterrar.

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