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Morena
Columna
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Morenista fifí

Las clases altas y medias-altas son cada vez más morenistas, aunque les disgusta López Obrador

Claudia Sheinbaum durante un mitin en Pachuca (Hidalgo), el 14 de enero.
Claudia Sheinbaum durante un mitin en Pachuca (Hidalgo), el 14 de enero.Andrea Murcia Monsivais (Cuartoscuro)
Viri Ríos

Varios datos apuntan a que en México las clases bajas son el votante por excelencia de Morena. En los estados del sur del país Morena ha arrasado. Las alcaldías más vulnerables de la Ciudad de México son las únicas que continúan siendo gobernadas por la izquierda. Y en la consulta de revocación de mandato organizada por Morena, el votante más fiel provino de los municipios más pobres.

En realidad, si bien es cierto que las clases bajas suelen darle su voto con mayor frecuencia a Morena, eso no quita que no exista un voto morenista entre las clases alta y medias-altas. El morenista fifí.

El morenista fifí no es tan raro. De acuerdo con el Latinobarómetro, entre las personas que reportan votar y pertenecer a las clases altas y medias-altas, el 37% lo hace por Morena. El porcentaje es menor que entre las clases bajas (46%), pero no por mucho. Además, según la misma encuesta, el 52% reporta ser de izquierda.

Esto no era así antes. En 2018, solo el 25% del electorado autoidentificado como clase alta o media-alta votó por Morena. Además, solo el 32% se identificaba como izquierda.

En gran medida, el apoyo a Morena por parte de las clases altas y medias-altas se detonó cuando López Obrador apareció en la boleta presidencial. Antes de ello, en 2017, el voto de las clases altas y medias-altas por Morena era casi nulo. En ese tiempo, las clases altas y medias-altas votaban mayoritariamente por el PAN o el PRI, ambos conjuntando el 45% del voto.

Esto no significa que a las clases altas y medias-altas les guste López Obrador. A López Obrador lo detestan. El 58% desaprueba su labor. Además, hay una desaprobación creciente pues en 2020, entre las clases altas y medias-altas, solo el 40% desaprobaba la labor del presidente.

Así, lo que parece estar sucediendo es algo contraintuitivo. Aunque emocionalmente las personas de las clases altas y medias-altas reprueban a López Obrador, cada vez parecen votar más por Morena.

Me parece que detrás de este fenómeno hay razones muy utilitarias. Sin duda, una parte del morenismo fifí proviene de un gusto de las élites por apoyar al partido gobernante. Una especie de ideología acomodaticia que probablemente se ha detonado más, ahora que cada vez se observa como más evidente que Morena tendrá un sexenio más.

Las clases altas y medias-altas solían ser menos acomodaticias antes. De 2011 a 2020, cuando explícitamente se les preguntaba si preferían votar por el partido gobernante o el opositor, siempre se decantaban por favorecer a los últimos. Sin embargo, a partir de 2023, el apoyo por oposición o Gobierno se ha nivelado con prácticamente la misma cantidad de respondientes diciendo que prefieren votar por Gobierno que por oposición. Este es un cambio que no habíamos observado antes. La inevitabilidad del triunfo de Morena puede estar detrás de ello.

Morena le ofrece mucho a las clases altas y medias-altas. Es un partido que propone continuidad, un Gobierno austero, y que se ha mostrado reticente a subir los impuestos o el gasto público de manera desmedida.

Además, la popularidad de Morena entre las clases bajas asegura estabilidad social. Aunque López Obrador no es su favorito, las clases altas y medias-altas saben que el presidente les es funcional, pues su partido ha fungido como una válvula de presión que ha modulado el descontento producido por la pandemia, la inflación, los aumentos en los flujos migratorios, e incluso ha alejado los reflectores de la violencia criminal que no cesa.

Aun así, no me parece que todo el apoyo a Morena de este sector provenga de consideraciones utilitarias. Hay también un reconocimiento de las clases altas de que las desigualdades del país eran insostenibles. Antes de la victoria de Morena de 2018, el 81% de las clases altas y medias-altas reconocían que la distribución de la riqueza en México era injusta. Un dato bastante similar a las clases bajas, donde el 84% lo creía.

El problema es que, para las clases altas y medias-altas, el sexenio de López Obrador ha sido una excusa para pretender que los problemas de redistribución del país ya se arreglaron. A cinco años de sexenio, con datos de 2023, las clases altas y medias-altas sienten que ya todo se mejoró bastante y solo el 57% sigue creyendo que la distribución de la riqueza es injusta. En general, la sensación es que se distribuye lo justo, se paga bien y todo de maravilla.

Esto es ridículo porque, si bien es verdad que la pobreza ha disminuido durante el sexenio, México continúa siendo uno de los países más desiguales del mundo. Entre las clases bajas, por supuesto, la percepción de que existe una distribución injusta de la riqueza no ha cambiado.

Por una u otra razón, los mexicanos de dinero le están dando una oportunidad a Morena. El estridentismo opositor que se hace sentir en medios es a todas luces minoritario, incluso entre las clases altas de México. Hay empresarios y gente de dinero que se siente bien con Morena. El partido parece resolverles la estabilidad, al tiempo que los hace sentir menos culpables.

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