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La Sabatina
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Samuel: el candidato del presidente

El presidente siempre tuvo en su cálculo que hubiera más de dos candidatos en la boleta. La candidatura de Movimiento Ciudadano a condición de que no fuera para Ebrard.

Andrés Manuel López Obrador detrás de Samuel García durante una conferencia matutina en Nuevo León, en mayo de 2022.
Andrés Manuel López Obrador detrás de Samuel García durante una conferencia matutina en Nuevo León, en mayo de 2022.Gabriela Pérez Montiel (Cuartoscuro)
Salvador Camarena

Samuel García podrá contar en sus memorias que fue candidato presidencial y que el primer escalón para esa aventura significó en sí mismo un logro; podrá presumir que al quedarse con ese banderín de Movimiento Ciudadano desplazó a dos de los políticos más avezados de ese tiempo.

Porque Dante Delgado y Marcelo Ebrard son los grandes damnificados de la proeza de García, el joven gobernador de Nuevo León que ha llegado a sacudir unas campañas que estaban en riesgo de morir de bostezos por la monotonía en que discurrían las de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez.

Lo que sigue a partir de esta semana para el precandidato naranja, sin embargo, supone una duda con distintos filos.

Necesitará más que una buena estrategia de spots para convencer de que en él hay un presidente de México; y si su aspiración prendiera al electorado, tendrá que sortear una muy complicada aduana, porque su discurso será plenamente creíble solo si borra el estigma al que debe su postulación.

Y es que la candidatura de García no se explica sin la mano de Andrés Manuel López Obrador. El presidente siempre tuvo en su cálculo que hubiera más de dos candidatos en la boleta. Trabajó para construir dos candidaturas, la de Morena y aliados; y la de MC, ésta a condición de que no fuera para Ebrard.

Andrés Manuel no quiere un plebiscito sobre su gobierno en 2024. Dejar que solo el Frente y el oficialismo presentaran candidaturas el año entrante convertiría la elección en un sí o no al lopezobradorismo. En ese escenario, adversarios y malquerientes del tabasqueño tendrían incentivos alienados.

Y si bien el fantasma de una megaconvocatoria a aplicar voto útil el 2 de junio no está descartado, es muy distinto comenzar la campaña con tres opciones en vez de dos, máxime si una de esas antes que nada debe socavar a la oposición que se aferra en segundo lugar en las encuestas.

Así, de arranque el presidente y su candidata ganan preciado tiempo en lo que la dos y el tres inician la canibalización indispensable para que alguno de ellos sea considerado como la única opción valedera de los votantes que no quieren que Morena siga en Palacio Nacional.

Otro escenario es el que ya vimos en 2018. Ricardo Anaya y José Antonio Meade se enfrascaron en una suma cero que nunca movió la aguja más allá de los votantes duros de la hoy oposición. Pelearon por sus respectivos restos. Si esto ocurriera en la inminente campaña, gana de nuevo AMLO.

Pero en 2018 Peña Nieto jugó a perder a la hora de imponer a un no priista como candidato. Bien vale la pena corregir a quienes dicen que con Gálvez en la papeleta el PRI tiene la nada honrosa distinción de por primera vez no postular a un candidato propio. Meade era, cuando mucho, prianista.

Burdas maniobras de la Procuraduría General de la República en contra de Anaya remacharon la estrategia del mexiquense de pavimentarle el camino a López Obrador. Las mieles de su dorado exilio en España o Dominicana, donde quiera que gaste sus millones, escurren de su traición electoral.

Si como aspirante doblegó a un presidente, moralmente escuálido pero presidente, desde Palacio AMLO ha tejido una obvia alianza con Samuel, al que perdona su pasado prometiéndole un ganar ganar perfecto. La ambición del neoleonés, y la falta de pericia de Dante y Marcelo, cerraron la pinza.

La primera jugada de la campaña de García se escribió cuando el presidente aceptó bastantes de las peticiones de su canciller para la interna morenista. Ebrard creyó en su amigo a pesar de que éste ya lo había engañado tiempo atrás. Y, sobre todo, se pensó más de lo que realmente es en Morena.

En lo que tiene razón cuando se presenta como cabeza de una segunda fuerza en el lopezobradorismo es en que es el segundo, condición que la historia reserva a quienes han de ser olvidados. Después del 6 de septiembre, se hizo realidad el eslogan: Es Claudia, y los demás son nadie salvo lo que ella dicte.

Concluido el proceso formalmente, la aspirante tuvo la instrucción de no asfixiar a Ebrard, de darle todo el espacio posible, de tolerarle berrinche y amagos, de —en pocas palabras— no regalarle un pretexto para la renuncia, cerrarle los espacios que dieran legitimidad a su denuncia de irregularidades.

Mucha prudencia y dejar que el tiempo hiciera su trabajo. Segunda vez que Ebrard caía en la trampa. A su inconformidad legal se le dio el mismo trato que Ernestina Godoy da a las víctimas de graves delitos: que acumule polvo la carpeta en lo que el excanciller se difumina mediáticamente.

A pesar de ello, Marcelo podía, en el papel, buscar que su aventura presidencial reviviera con otras siglas. Su viejo amigo Dante Delgado nunca estuvo más presto para esa opción. Sería un jonrón cantado. Ambos son pragmáticos y sabrían explicar, en lo ominoso de la coyuntura, su acuerdo.

En honor al fundador de MC y de quien fuera jefe de gobierno capitalino tras el sexenio de Andrés Manuel, el timing para anunciar la candidatura de éste era un factor que no controlaban. Los plazos de la ley que tanto usaron para criticar a las “adelantadas” Claudia y Xóchitl se volvieron contra los naranjas.

Eso, una mínima congruencia entre decir y hacer, y una realidad incontestable. Enfrentar a la silla del águila no es fácil, ni barato y menos por demasiado tiempo. La ley, que Ebrard fuera formalmente precandidato, auguraba el mejor escenario de ese desafío entre examigos y exaliados.

Esos plazos fueron de utilidad para Andrés Manuel al cultivar su acercamiento a Nuevo León. Las mañaneras se volvieron foro en defensa, y mecanismos para el anuncio de apoyos, a Samuel y su gobierno. Sí, quiso quitarle Tesla, mas ya se sabe que ni todo el amor ni todo el dinero es esencia del pejismo.

García cree que ganará mucho. Lo querrán en Palacio este y, de triunfar Claudia, el siguiente sexenio. Calcula que sus posibilidades aumentaron por la, hasta ahora, disfuncional campaña de Xóchitl. Y su arrastre le daría votos para anular a sus opositores en el segundo trienio de su mandato neoleonés.

En su ensoñación, en el peor escenario se ve regresando, con más fuerza, en 2030 por la candidatura presidencial. ¿Qué le va a decir entonces Dante Delgado? ¿Que ha hablado con Marcelo desde tiempo atrás para llevarlo a la boleta? ¿Que la candidatura le toca decidirla a él? Pero si no pudo en 2023.

Las precampañas arrancaron el lunes en el mejor de los escenarios para el presidente, y a éste no le pasan las cosas —algunas veces, también es cierto, ha tenido suerte, pero básicamente él crea su suerte—. Tiene el poder, la determinación y el oficio para que la política no le sorprenda.

Y, como no podría ser de otra forma, con su arrojo asume riesgos. García puede crecer más de la cuenta, con o sin derrumbe de Xóchitl, tanto como para minar la candidatura de Claudia. Veremos en ese punto de inflexión si el neoleonés baja las revoluciones a su auto, si cambia discurso, si claudica.

Dante ha asumido con resignación la derrota conferida por su protegido. No pudo evitar que se registrara como precandidato, no tiene —hasta hoy— cómo bajarlo, y, por supuesto ya no posee una carta explicable para sustituirle. Ni modo que se ponga él o a Jorge Álvarez Maynez.

De forma que nos decía la verdad el senador veracruzano cuando afirmaba que no tenía planes para una candidatura de esquirol. O no al menos con la persona que resultó. Dante no estuvo en la mesa de las decisiones. Algo tendrá que revisar luego de las rebeldías de Enrique Alfaro y de Samuel.

Lo que resta a Delgado es tratar de influir en el otro eventual momento clave. Cuando, si ocurre, crezca Samuel; tener la capacidad para rentabilizarlo en el sometimiento o, poco probable pero nada imposible, en la rebeldía a Palacio Nacional si genuinamente deciden campañear contra Claudia y su partido.

Por hoy, el presidente puede abocarse a cerrar el año con inauguraciones de sus obras. La otra obsesión que le ocupaba le ha salido redonda. Marcelo no dejó un error sin cometer; él, no Dante, puede acreditarse la candidatura naranja y la ingeniera Xóchitl sigue trepada en una calabaza que no se convierte en carroza.

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