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Marcelo Ebrard
Columna
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Las intenciones de Ebrard

La ambición del excanciller es demasiado amplia como para ser el segundo de a bordo

Marcelo Ebrard en El Paso (Texas), en 2019.
Marcelo Ebrard en El Paso (Texas), en 2019.John Locher (AP)
Viri Ríos

Marcelo Ebrard perdió la encuesta de Morena, pero no está dispuesto a dejar de ser candidato presidencial para el 2024. Así lo anunció luego de inconformarse con el proceso de selección de candidatos y no descartó que su candidatura fuera por otro partido.

El que Ebrard salga de Morena y contienda por un tercer partido es un tsunami. Ebrard es un candidato experimentado con una base propia que lo seguirá a la plataforma que él decida. Además, hay una plataforma abierta y poderosa: Movimiento Ciudadano (MC). MC es un partido pequeño, pero que una y otra vez ha demostrado que, con el candidato adecuado, logra victorias contundentes e inesperadas.

La pregunta es ¿cuál es la intención de Ebrard? Hay solo dos posibilidades.

La primera es que Ebrard esté jugando duro para negociar una mejor posición dentro de Morena. El berrinche le daría la posibilidad de vender cara su sumisión y de pedir una importante cantidad de diputados, senadores y puestos de poder por su eventual aceptación de la victoria de Claudia Sheinbaum.

No considero que esto sea el caso. Las palabras de Ebrard han sido asombrosamente severas como para tener vuelta atrás. Acusó a Morena de ser cada vez más similar al PRI y sugirió que sus líderes son poco íntegros. Se refirió a Sheinbaum como “esa señora” y la cuestionó. No solo eso. Dio una salida concreta y un ultimátum: de no repetirse la encuesta, dijo, Morena mismo será quien lo obligaría a salir del partido. Esas no son palabras de alguien que quiera quedarse dentro del partido.

La segunda alternativa, que hubiera descartado hace unas semanas, pero ahora considero mucho más probable, es que Ebrard esté buscando ser reclutado por MC. Su intención sería contender contra Claudia, argumentando que Morena traicionó los valores del movimiento. Ello le pondría una nueva cara a la oposición: la batalla por el obradorismo. Esta nueva cara sería nueva y poderosa.

Hasta ahora, la oposición había tomado como principal bandera el antiobradorismo. Esa posición era inherentemente perdedora en un país donde una gran mayoría apoya al presidente. Ebrard abriría una contienda desde dentro del obradorismo. Una competencia por ver si Sheinbaum o él son los verdaderos herederos de los valores que López Obrador prometió.

El efecto de una campaña de Ebrard dentro de MC es una moneda al aire, pero me inclino por creer que afectaría más al PRI-PAN. Por un lado, el obradorismo más duro vería a Ebrard como un traidor y saldría enardecido a votar en favor de Sheinbaum. Quizá con mayor convencimiento del que ella por sí sola lo lograría. Por el otro, Ebrard es un candidato que atrae más un voto del perfil que atrae Xóchitl Gálvez, la candidata del PRI-PAN. Ebrard es atractivo para las élites económicas, los empresarios y conoce los códigos de las clases altas del país. Su presencia, sin duda, es más mala noticia para el PRI-PAN que para Sheinbaum.

Para Movimiento Ciudadano, la decisión de aceptar a Ebrard como su candidato también tiene claroscuros. En parte los beneficia porque les da a un político con estructura, tablas y carrera propia. Con ello, les permite guardar a sus posibles candidatos más jóvenes, como Samuel García, el gobernador de Nuevo León, para siguientes contiendas. Sin embargo, no todo es positivo. Todo parece indicar que García es mucho mejor candidato que Ebrard. Samuel es dicharachero, está casado con una influencer y representa un perfil norteño y conservador que puede atraer al votante del norte y centro del país. Ebrard es un hombre más tieso que, ni siquiera en la campaña interna de Morena, logró ganar muchos puntos.

Por lo pronto, no cabe duda de que Ebrard incendió el proceso de Morena y le dio otra cara. Cuántas sorpresas nos ha traído este largo proceso electoral.

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