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El presidente enciende a los suyos

La animosidad de López Obrador prefigura un nuevo apretón de tuercas entre sus filas, para lo cual ha de escalar a un nivel no visto cualquier diferencia con agentes locales o foráneos

Andrés Manuel López Obrador
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, durante una conferencia mañanera.Daniel Augusto
Salvador Camarena

Incluso Twitter lo sabe. Andrés Manuel López Obrador está encendido. La belicosidad del presidente mexicano es evidente no solo en cartas a parlamentarios europeos. Es en todo. En la mañanera y en el mensaje al anunciar su conferencia diaria. El mandatario no se corta al dejar claro que se ha pintado la cara para la batalla, y que los suyos deben hacer lo propio.

Cada vez que López Obrador va a salir a dar su conferencia agrega una leyenda al tuit que anuncia la mañanera. Lo hace sobre todo cuando su alocución será desde Palacio Nacional. Si está de gira en la República, lo usual es que sea parco, como el 27 de febrero cuando desde su cuenta, @lopezobrador_, escribió “Conferencia de prensa matutina, desde Colima”. Pero si habla desde su casa, la cosa cambia. Y a últimas fechas, arde.

Van ejemplos de estos días sobre cómo anuncia sus mañaneras:

10 de marzo: “Cómo les cuesta trabajo aceptar a los conservadores y corruptos de aquí y de allá que México ya no es tierra de conquista”.

9 de marzo: “Hay grupos de intereses creados que quieren proyectar la imagen de un México en llamas”.

8 de marzo: “Los que se sentían dueños de México piensan que regresarán por sus fueros y privilegios por eso apuestan al golpeteo mediático”.

7 de marzo: “Los conservadores pagaban a los intelectuales para aplaudir al régimen opresor de corrupción, de injusticias y de privilegios”.

4 de marzo: “La concepción conservadora del poder es acumular dinero sin escrúpulos morales”.

3 de de marzo: “Enfrentamos a un bloque conservador y corrupto que dominó el país durante 36 años”.

2 de marzo: “La verdadera doctrina de la derecha es la hipocresía”.

Esos mensajes no resultarán sorpresivos para quienes siguen las mañaneras, sobre todo las más recientes, en donde el presidente se ha desfogado, particularmente desde principios de febrero, cuando reaccionó a la publicación de informe sobre la manera en que vive su hijo mayor en Houston.

Antes de esa fecha, por supuesto, López Obrador ya había acostumbrado a México a que este presidente insulta, denuesta, critica, menosprecia y lanza diatribas en contra de médicos, académicos, mujeres, víctimas de violencia, opositores, intelectuales y, por supuesto, periodistas.

Pero si se tiene el ocio de revisar lo que antes ponía al anunciar sus mañaneras, se apreciará un tono menos rijoso de que lo que se lee en marzo. Por ejemplo, el 6 de enero escribió: “Tenemos que garantizar el derecho a la libre manifestación de las ideas”; el 27 de diciembre: “El noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones”; el 2 de diciembre: “Hemos resistido a las adversidades y avanzamos en la transformación de la vida pública de México”.

E incluso cuando se dirigía a sus adversarios los mensajes lucen más templados. El 24 de noviembre publicó: “Nunca más el presupuesto debe ser destinado para satisfacer las ambiciones de minorías”; el 13 de octubre: “Si avanzamos y resistimos es porque enfrentamos la corrupción que tanto ha dañado al pueblo de México”; el 30 de septiembre: “Desterramos vicios y prácticas deshonestas en el gobierno”.

¿El ánimo encendido de López Obrador es por la polémica surgida tras la publicación de la existencia de la llamada “casa gris”? ¿El presidente está descolocado por escándalos como el que involucra a su fiscal en negociaciones non sanctas con ministros de la Corte para litigar un caso que le involucra personalmente? ¿Andrés Manuel está desesperado porque ha perdido unos puntitos de popularidad? ¿Todas las anteriores? ¿Ninguna de ellas?

La animosidad de López Obrador prefigura un nuevo apretón de tuercas a los suyos, para lo cual ha de escalar a un nivel no visto cualquier diferencia con agentes locales o foráneos, y usará toda ocasión para apuntalar eso que ya ha dicho pero pareciera que hasta en sus filas no se ha entendido cabalmente: es tiempo de definiciones, de galvanizar la adhesión de la militancia y de los simpatizantes. Es un nuevo momento de la verdad que durará hasta el 2024.

El presidente que solo en un par de discursos de 2018 se asumió como el mandatario de todos los mexicanos muestra en el aún joven 2022 que él, el eterno candidato, actuará con más brío y parcialidad que nunca.

De ahí la carta a los parlamentarios europeos. Estos le pusieron el balón a modo para una nueva arenga descabelladamente patriotera, sí, pero dirigida también a su feligresía. Cada uno de los actos de López Obrador supone una prueba de lealtad para su entorno, una provocación que demanda de los suyos una competencia para ver cuál de ellas y ellos se muestra más creativo a la hora de llevar al paroxismo los planteamientos del tabasqueño.

Con sus arengas recientes, con arrebatos como el dar a conocer el salario de un locutor, con su petición de que otros periodistas e intelectuales revelen sus emolumentos, el presidente no solo pretende animar a los suyos, quiere encenderlos, enardecerá toda interacción pública para que no quede espacio de encuentro o diálogo, para que todo, sin remedio, sea a favor o en contra.

Los insultos a los parlamentarios europeos son consistentes con los que ha proferido a nivel nacional. Llamar desde el púlpito presidencial borrego o golpista a representantes populares no es algo que López Obrador inaugurara esta semana, por ejemplo.

Los ataques en Twitter y en la mañanera a quienes no piensan como él o los suyos tampoco inició en 2022. Menospreciar a las mujeres movilizadas, desdeñar a víctimas de la violencia, mostrarse indolente con los enfermos sin medicinas, y despreciar cualquier ritual diplomático ha sido la marca de la casa. Lo nuevo es que ha inagurado un tiempo de deslindes.

Por eso desde el año pasado el descontón contra Carmen Aristegui. Para que los escuchas de esta tuvieran claro: o le creen todo a él, o se quedan con ella, pero la periodista, nos revela ahora el presidente, es una simuladora. Los colaboradores del mandatario resintieron silenciosamente ante esa disyuntiva. Y de los simpatizantes del movimiento no se diga. O Carmen o yo, y está claro quién ha ganado hasta ahora esa apuesta.

Y cuando salga cualquier otro reportaje de Carmen o de quien sea nada de dudar frente a revelaciones de insuficiencias, errores o corrupción de su Gobierno o su entorno. Solo la mañanera es creíble. Y a veces algunos columnistas, aprobados por el presidente mismo, también.

Sin embargo, en esta fase ha de quedar demostrado que se cree en el movimiento no solo de palabra, sino sobre todo de hecho. De ahí que el ejercicio de revocación de mandato será el gran ensayo del lopezobradorismo antes del asalto final de las elecciones federales del 2024.

Las administraciones locales, los legisladores federales y estatales, y todo aquel que tenga alguna filiación guinda ha de demostrar el valor de su entrega mediante la movilización de votantes el 10 de abril.

Si el oficialismo ha tenido en las mesas regionales de promoción de los supuestos beneficios de la reforma eléctrica un round de sombra de cuánto se espera de todas y todos de ellos en su apoyo al líder, la prueba de fuego será la revocación.

En la Ciudad de México de Claudia Sheinbaum no puede haber en esa jornada, proporcionalmente, menos votantes que los que acudan ese domingo de abril a ratificar al presidente en Tlaxcala o Guerrero. Cada uno de los cuadros será evaluado por las cuentas que entreguen al jefe. ¿Gobernar? Qué es eso cuando la nación tiene, dicen ellos, las siglas de AMLO.

Estamos en el regreso formal de la campaña permanente. Andrés Manuel muestra la cara más intolerante, unipersonal y egocéntrica de cuantas le conocemos. La estrategia es él, una vez más. Y si él dice que los parlamentarios europeos son borregos, descolocando inicialmente incluso a los compañeros Noroña y Armendáriz, entonces todos han de encontrarle justificaciones al desplante. En la competencia de complacencias se llegará a extremos como el del exgobernador de Tlaxcala, José Antonio Álvarez Lima, que dirá a La Jornada que la carta al Parlamento Europeo refleja un uso de “lenguaje diplomático contemporáneo”.

Porque el lopezobradorismo debe reaccionar a cada acto presidencial. Y si la oposición no le es utilitaria, López Obrador creará espantapájaros para espabilar a sus seguidores.

¿Que no puede desmentir que matan a periodistas en México? Entonces cambiará el argumento: qué son un puñado de informadores asesinados cuando mueren violentamente 5.000 mexicanos. La relativización de la tragedia, sí, pero también un atrevimiento presidencial que busca una retorcida, mas no necesariamente inexistente, empatía popular: si los diarios reclamaran por todas las muertes así como reclaman por las de sus filas otro gallo nos cantará. Periodistas hipócritas que se duelen más de lo propio.

Una vez más López Obrador siembra cizaña, y espera cosechar a partir del resentimiento. ¿Le funcionará de nuevo? Bueno, algo puede que sepa el presidente, dado que a las marchas de los periodistas asesinados va de todo, pero no necesariamente población: vaya, ni estudiantes de periodismo en gran número acuden a esas manifestaciones de repulsa a la violencia y de exigencia de justicia a los gobiernos.

Esta explicación no normaliza ni subestima las consecuencias de los arrebatos presidenciales. Los exabruptos del mandatario acarrearán costos, nuestro lugar en el mundo se deprecia: otros gobiernos dudarán antes de establecer cooperación con nosotros, negocios aquí, pensarán dos veces si fondear iniciativas para compartir cultura, educación, diálogo, encuentros.

Lo hecho por el presidente no es inocuo. Sus groserías dejan a México más aislado. El presidente que se dice cardenista da portazos a representantes populares electos democráticamente. Barrió parejo, y nos cobrarán parejo. Mas eso no le quita el sueño a López Obrador porque su retórica quiere que la brasa morenista recobre fuerza, así sea a base de panfletos y sombrerazos.

Con el añadido de que toda circunstancia adversa –inflación al alza, repercusiones negativas de la invasión de Rusia a Ucracia, falta de inversión, etcétera— ahora será respondida con el paranoico manual de la conjura. Su victimización elevada a rango constitucional, de ahí que el oficialismo en San Lázaro apruebe un acuerdo legaloide con el que pretenden enmendar la plana a una ley constitucional, aprobada por ellos mismos, que impide a los gobiernos hacer promoción de la consulta de revocación.

Hemos entrado en una curva riesgosa. Se ven en estos días licencias de morenistas para dedicarse a inflar la participación en el ratificatorio. La distracción de las huestes lopezobradoristas en el Gobierno se puede dar como un hecho. Si de por sí no que estas administraciones hayan acostumbrado a los mexicanos a la eficiencia. Pero la prioridad es solo una y ya no cesará.

Porque el supremo Gobierno lo componen López Obrador y sus idéologos. Por encima de secretarios de Estado están su vocero y los historiadores y los moneros a los que les da categoría de asesores. Marcelo Ebrard como secretario de Relaciones Exteriores no vale lo que ninguno de ellos. Y Adán Augusto López ni se inmuta con la entronización de la ideología por sobre la gobernabilidad.

López Obrador no está solo, rezan carteles en todo México. Y solo para que nadie de los suyos lo olvide, para que nadie se despiste, Andrés Manuel, desde el Twitter al filo de las siete de la mañana cuando hay conferencia, y desde cualquier micrófono o carta, se los deja muy claro. No estoy solo porque cuento con ustedes para todo. Ha llegado la hora de la movilización.

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