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Los equilibrios de Xóchitl Gálvez para capitalizar la diversidad política de su coalición

La candidata se multiplica para optimizar la doble estrategia que sustenta la alianza: ganar la presidencia y recabar el mayor número de votos posible atendiendo al partido más competitivo en cada territorio

Xochitl Gálvez frente a banderas del PRI, PAN y PRD en Irapuato (Estado de Guanajuato), el 1 de marzo.
Xochitl Gálvez frente a banderas del PRI, PAN y PRD en Irapuato (Estado de Guanajuato), el 1 de marzo.Gladys Serrano
Carmen Morán Breña

El día que la candidata de Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, abrió su campaña electoral con un mitin masivo en Irapuato, una ausencia gritaba desde el escenario, la del líder del PRI, Alito Moreno. Dos días después, en el Estado de México, la misma candidata se acompañaba del dirigente priista y gritaba a los militantes: “Voten por el PRI, voten por el PRI y vamos a recuperar ese priismo que ama a nuestro país”. Un extraterrestre con formación médica diría que estamos ante un raro desdoblamiento de la personalidad política, pero hay una razón de ser en ello, la que obliga a Gálvez a un camaleonismo partidista que satisfaga al variado, cuando no contrario, electorado de las tres formaciones que sustentan su alianza para ganar la presidencia, por un lado; y por otro, a recabar el mayor número de votos posible atendiendo al partido más competitivo en cada territorio. Resumiendo, en Yucatán abraza al candidato del PAN a la gubernatura y en Toluca se vuelca con el tricolor. Cuando está con el PRD viste de amarillo. Y cuando actúa en solitario, el rosa suele ser su color. Complicadas maniobras que dificultan al imaginario colectivo discernir la columna vertebral de su estrategia política.

Gálvez ha dejado claro una y otra vez que ella ha llegado hasta donde está porque así lo quisieron los ciudadanos, un millón de firmas que apoyaron su candidatura para la coalición. “No he militado en el PAN, no he militado en el PRI y no he militado en el PRD”, repitió en Aguascalientes el sábado 2 de marzo. “Es muy complicado esto de los partidos, si están conmigo [preguntan] ¿qué hacen los partidos con ella? Si no están [dicen que] la dejaron sola. Yo lo que quiero es que los presidentes nacionales hagan su chamba, el PAN para levantar los votos del PAN, los priistas, su chamba. Y cuando tengan que estar los tres conmigo, estarán”.

El fenómeno Xóchitl, en efecto, trajo la ilusión a miles de personas de ideología diversa que tenían en común su aversión por el presidente López Obrador y todo lo que emanara de su persona, tanto las políticas como su sustituta, Claudia Sheinbaum. Gálvez trabajó como un verso suelto en aquellos días de verano del año pasado, hasta se permitía el lujo de regañar o mostrar su desaire por algunos líderes, como Alito Moreno, o distanciarse del que le era más próximo, el dirigente nacional panista, Marko Cortés. Lastrados de una mala fama y poco tirón ciudadano tanto ellos como sus partidos, la candidata quiso jugar por libre, pero pronto se vio en la necesidad de agarrarse a los partidos para conseguir lo que hace presidente a un político, los votos. Llegada la campaña de verdad, con sus mítines, programas electorales y estrategias precisas, aquella extraña cama donde duermen tantos se hace más viscosa si cabe.

“Los vehículos de representación son los partidos, ninguna de las dos candidatas se pueden permitir el lujo de ponerles condiciones a quienes abanderan, por distintos motivos, porque ellas no importan tanto como los proyectos y los respaldos que tienen detrás”, expone la analista política Paula Sofía Vásquez Sánchez. “En realidad, ambas tienen compañeros de viaje incómodos y podría decirse que para Claudia Sheinbaum es más fácil, porque la base del obradorismo no es muy exigente, no les importa si suman al Verde o a gentes de Encuentro Social con vínculos con la Luz del Mundo, es un cinismo mayor, puede gritar que viva el Verde aunque desde un punto de vista discursivo represente lo que a ella no le gusta”, añade Vásquez Sánchez. En ese sentido, le parece “más decente una candidata como Xóchitl, que reprochó a Alito y a Marko los pactos que hicieron en Coahuila [para repartirse cargos]. Creo que mantiene con ellos una relación menos obediente”.

Para Francisco Abundis, de la consultora Parametría, ese cambio de colores de Gálvez en función del escenario que pise responde a cierta “falta de estrategia” en su campaña. “Ella puede tomar más riesgos, sus cambios son más tácticos que estratégicos, desde el inicio ha ido tocando temas distintos, hoy es el miedo, luego en engaño del gobierno, la democracia, las oportunidades perdidas”. Cree el analista, sin embargo, que no se trata de un discurso ajustado a cada electorado, territorio o plaza, sino una falta de estrategia. Donde Sheinbaum se manifiesta conservadora, sin necesidad de tomar la ofensiva porque va liderando la contienda, su adversaria necesita buscar los huecos “en una suerte de prueba y error, a ver qué discurso pega”, afirma Abundis. Considera, además, la dificultad de la oposición para imponer su discurso: “El oficialismo ya tiene su agenda central definida, la consolidación de la 4T, el famoso segundo piso, las ayudas sociales, todo eso está bien posicionado. Y Xóchitl puede vender que mantendrá o incrementará esas ayudas, pero es más fácil para el electorado creer lo que ya ha visto que una promesa de lo que vendrá”, explica.

“Xóchitl lo tiene más complicado”, coincide Vásquez Sánchez, pero por otras razones: “A ella el respaldo se lo dio la ciudadanía, a pesar de los partidos políticos, que habrían estado más cómodos con otros candidatos, por ejemplo el PAN con Santiago Taboada, hombre, blanco, heterosexual, de clase media alta, por resumir”. “Pero sabe que las bases existen y que no puede desperdiciar el respaldo del 13% que se manifiesta a favor del PRI [en las encuestas]”, reflexiona esta analista.

Y ahí comienza el camaleonismo de campaña. Pero las dificultades de esta coalición de partidos que se necesitan para frenar el empuje de Morena se aventuraba complicada desde el mismo momento de su unión. María Eugenia Valdés Vega, experta en Procesos Políticos, hace historia para recordar la animadversión que se profesan el PRI y el PAN desde los años 30, a pesar de que alcanzaron acuerdos dos sexenios atrás que acabaron con la llegada al poder de Peña Nieto, y que no se han disuelto desde entonces. Recuerda también que el PRD es una escisión por la izquierda de un PRI que se volvió autoritario y neoliberal. “Es lógico que todo esto desconcierte a Xóchitl Gálvez y que su actuar se observe por momentos medio esquizofrénico”. Debido a ello, no ve que la posición de salida de la candidata, llamémosle en esta ocasión panista, pueda alcanzar gran éxito en las presidenciales. “Vamos a ver, las campañas juegan un papel muy importante, y a ver qué pasa con el Congreso…”. Añade Vega Valdés: “Será difícil para Xóchitl y más con esos liderazgos tan pobres que la rodean. Carga con un peso del que tendría que liberarse, pero no puede”.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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