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ABUSO SEXUAL A MENORES
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Otra vez: un juez contra el sentido común

Manuel Alejandro Martínez Vitela exculpa a un hombre acusado de abusos contra una niña de cuatro años porque la criatura no recordaba la hora ni el lugar en que le robaron su niñez

Juez Juan Manuel Alejandro Martínez Vitela
El juez Manuel Alejandro Martínez Vitela.
Carmen Morán Breña

Esta es una entrega de la newsletter semanal de México, que puede seguirse en este enlace

Las sociedades van cambiando y con ellas el sentido común. A propósito de la sentencia exculpatoria dictada por el juez Manuel Alejandro Martínez Vitela para el abusador de una niña de cuatro años en el Estado de México, viene a la cabeza el caso de Ana Isabel González, una mujer de 47 años a quien su expareja mató de 30 puñaladas en Andalucía. El máximo tribunal de aquella región rebajó la pena por considerar que no hubo ensañamiento, puesto que la mujer murió antes de que el agresor se cansara de hundir su cuchillo. Fue en 2014 y el asunto sembró el desconcierto en toda España. ¿30 puñaladas no eran ensañamiento? No había sentido común que tragara con eso. El Tribunal Supremo vino después a poner las cosas en su sitio. El ruido en la calle era incesante. Cuando el sentido común se espanta, más vale cambiar las leyes, el código penal o al juez de turno.

El caso de la niña en el Estado de México ha dejado de piedra a todos, porque el juez absuelve, a pesar de los peritajes que demostraban los abusos, debido a que la niña, de cuatro años, no recordaba el lugar ni la hora en que su tío cometió esos tocamientos. Por esa razón se podría abusar de medio mundo sin culpa ni pena: de las desmemoriadas, de personas con discapacidad, de quienes sufrieran un tremendo choque cerebral, de una borracha, o de quienes estuvieran de alguna forma enajenadas mentalmente en ese momento. Y de quienes se olvidaron de certificar la hora mirando su reloj mientras el abusador se subía el pantalón. Cuatro años, conviene no olvidarlo.

Cuatro años, gimoteaba la madre en su alegato ante el juez, cuatro años, señor juez, cómo va a saber una cría de cuatro años dónde y en qué minuto le están robando la niñez. El señor Martínez Vitela escuchó sin responder las preguntas retóricas que le soltaba aquella mujer que no daba crédito. No requerían respuesta, de todos modos, el sentido común ya las ha puesto. ¿Acaso usted no creyó a mi hija cuando se entrevistó con ella?, seguía la madre. Pero el togado se agarró a la insuficiencia probatoria por parte de la fiscalía, así que “los tocamientos”, sí, pero faltan datos básicos, la hora, el día, el lugar. La niña lleva desde entonces sometida a terapias y pruebas de toda clase. “¿Qué está pasando?”, se retorcía la madre en su discurso.

Nadie sabe qué pasa por la cabeza de un juez que se limita a decir que hay instancias jurídicas superiores para recurrir si no se está de acuerdo. Pues claro, y también se puede uno encomendar a Dios, pero es que la justicia terrenal se inventó para lo que no se arregla desde el cielo. Ser juez es algo más que conocer las leyes y superar los requerimientos para vestir la toga. La interpretación de los códigos legales ha de cruzarse con el sentido común, con el dolor, si no, ¿para qué se entrevista con la niña? En Puerto Vallarta, un juez descartó imputar corrupción de menores a un policía que abusó de una niña de 10 años porque la víctima “no sintió placer”. Culpables cuando sienten placer y cuando no lo sienten, no hay escapatoria. Sin embargo, los jueces de la Suprema Corte, en un mejor día para la interpretación legal, establecieron en julio de 2021 eliminar los plazos previstos para abortar en casos de violación, porque las víctimas no siempre superan el trauma, miran el reloj, certifican la hora y salen corriendo a denunciar en la policía, y mucho menos a abortar. Por algo se le dice aplicar justicia con perspectiva de género, legislar con perspectiva de género o investigar con perspectiva de género. En este caso de la Corte, la muchacha violada tenía 17 años y parálisis cerebral. El señor Martínez Vitela diría que lo probatorio es saber la hora y el lugar.

Lo que queda probado sin duda alguna es la dificultad que tienen las mujeres y niñas para ser creídas aun cuando haya indicios razonables para ello; la dificultad de que los jueces, legisladores y policías se metan en la piel de las mujeres, que no es la suya ni lo será nunca. Sirvan las palabras del primer ministro francés, este lunes, cuando el país consagraba en la Constitución, por primera vez en la historia del mundo, la libertad de abortar. Dijo Gabriel Attal:

“El hombre que soy nunca experimentará la angustia que experimentaron estas mujeres, privadas de la libertad de controlar sus cuerpos durante décadas.

El hombre que soy nunca conocerá el sufrimiento físico de aquellos tiempos, cuando el aborto era sinónimo de secretismo vergonzoso, dolor indescriptible y riesgos fatales.

El hombre que soy nunca conocerá el sufrimiento moral, frente al peso de una sociedad que prefirió silenciar y condenar.

Pero el hermano, el hijo, el amigo, el primer ministro que soy recordará toda su vida el orgullo de haber estado en esta tribuna en este momento: aquel en el que vamos, juntos, unidos y llenos de emociones, a cambiar nuestra ley fundamental para que incluya la libertad de la mujer”.

Vive la France!

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.
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