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Una organización de abogados de Nueva York desvela una nueva masacre de migrantes en Sonora

La Fiscalía del Estado ha reconocido tres fallecidos, entre ellos un niño de cuatro años, y tres heridos tras un ataque de un grupo armado. Testigos han contado a 1800 Migrante que viajaban hasta 50 personas en el convoy agredido

Un vehículo del Ejército patrulla una carretera rural en el Estado de Sonora.
Un vehículo del Ejército patrulla una carretera rural en el Estado de Sonora.Christian Chavez (AP)
Beatriz Guillén

Jonzi tenía cuatro años cuando un comando armado atacó en Sonora al convoy de migrantes en el que viajaba. El niño, que había llegado a México desde Ecuador, falleció en la noche del 15 de febrero, junto, al menos, otras dos mujeres. Su muerte había pasado desapercibida. Se había añadido a la abultada cifra de migrantes desaparecidos, secuestrados y fallecidos al cruzar el país hasta la frontera de Estados Unidos, de la que nadie pregunta, nadie reclama. Hasta que la organización de abogados 1800 Migrante sacó un comunicado desde Nueva York: dos testigos narraban el horror de una nueva masacre de migrantes en territorio mexicano. Ahora, en Sáric, a unos 80 kilómetros de la frontera con Arizona. La noticia ha obligado a la Fiscalía de Sonora a dar algunas explicaciones. De momento, el fiscal Gustavo Salas reconoce la muerte de Yonzi y las dos mujeres, y de otros tres heridos a causa del ataque de un comando. Lo demás se sigue investigando.

El grupo había salido en tres vehículos desde La Reforma, un pequeño pueblo de Sonora a menos de 100 kilómetros del cruce a EE UU. Según la Fiscalía eran máximo 14 personas, según los testigos que hablaron con 1800 Migrante eran al menos 50 personas, que habían llenado tres camionetas. En una de ellas, según uno de los testigos de la organización, viajaban al menos 25 hombres. En los otros dos autos, iban mujeres y niños. Habían pasado 10 minutos y a la altura de Cerro Prieto, ya cerca de Sáric, era de noche y comenzó el terror. “Primero sentimos que un auto nos chocó por la parte de atrás y el golpe nos sacó del camino. Nos lanzó a un pequeño barranco, luego de eso, prendieron unas luces y unos hombres se bajaron y empezaron los balazos, eran ráfagas de metralleta, nos disparaban a nosotros y todos corrimos para salvarnos”, relató Carlos, de Perú, a la organización de abogados.

El hombre pudo escapar del ataque porque corrió por el desierto junto a un grupo de otros cinco ecuatorianos. Llegó a 1800 Migrante pidiendo ayuda: no sabía nada de su hermana, Ana Vidal, quien viajaba con él aquella noche. Vidal, de 28 años, es una de las dos mujeres fallecidas en el ataque. Su cuerpo ha sido reconocido por videollamada por su familia en Perú, ha afirmado la organización.

La segunda es Wendy Carranza, hondureña, que viajaba con su bebé de 15 meses. Su hermano Welvin ha dicho a Univisión que la mujer iba hasta Texas a reunirse con su esposo y su otro hijo que ya vivían allá. Ella le llamó desde su celular tras el ataque: “Duró mucho tiempo viva con el disparo, con el bebé ahí al lado. Ella sentía el disparo en la espalda”. Ahora su hermano pide ayuda para repatriar el cuerpo de la mujer a Honduras y para recuperar al bebé que está sin lesiones en un albergue de Sonora.

Los sicarios incendiaron dos de los vehículos en los que viajaban los migrantes con lanzagranadas. William Murillo, presidente de 1800 Migrante, ha señalado que el comando utilizó armas de gran calibre para atentar contra los migrantes. La Fiscalía de Sonora ha apuntado que hay tres de los viajeros todavía heridos en hospitales de Caborca.

El fiscal Gustavo Salas afirma que la agresión fue a cargo de un grupo armado, que las autoridades ya tienen localizado. “El Ejército mexicano en las últimas horas ha hecho importantes capturas en esa zona: detuvieron a una célula completa de ocho sujetos con armas largas”, ha dicho Salas, “y en un segundo evento, a otros tres que ya fueron también puestos a disposición de la autoridad federal”. El fiscal apunta que se trata de investigación federal por tráfico de personas y que quienes atacaron a los migrantes son “grupos generadores de violencia en la zona”.

La explicación no ha terminado de convencer a la organización de abogados, quienes acusan a la Fiscalía de “silencio cómplice”, puesto que no habían dado ninguna información del ataque hasta que ellos desvelaron la agresión: “Nos sentimos un poco perplejos de que una oficina como la nuestra que está a miles de kilómetros tenga más información que ellos. Estamos convencidos de que hay más de tres fallecidos y ellos no lo quieren decir”. El martes por la noche, la organización confirmó con familiares el deceso de otra mujer procedente de Ecuador, Karina Ortega. Viajaba junto a su esposo y su hijo y la familia ha solicitado ayuda para repatriar el cuerpo.

Murillo apunta que algunos de los testigos ecuatorianos con los que han hablado llegaron a ver cuerpos calcinados: “No sabemos quiénes son, pero sí sabemos que tenemos solicitudes de ayuda de diferentes personas, de Ecuador y de otros países, que están buscando a sus familiares y lamentablemente no podemos coordinar acciones de la Fiscalía porque existe un bloqueo a la información, que sabrán ellos por qué lo hacen de esa manera”.

La historia no es nueva. México guarda un oscuro historial de masacre de migrantes. El 24 de agosto de 2010, Luis Freddy Lala Pomavilla, de 18 años, inmigrante ecuatoriano, llegó a la policía de Tamaulipas para avisar de que su grupo había sido secuestrado por Los Zetas. En un rancho de San Fernando, las autoridades encontraron los cuerpos masacrados de 72 personas. En ese mismo municipio se encontraron en los siguientes años fosas clandestinas con casi 200 cuerpos, la mayoría de extranjeros. En 2021, 12 policías de Tamaulipas acribillaron y prendieron fuego a 19 migrantes en Camargo, cerca de la frontera con Estados Unidos. El año pasado, un juez los condenó a 50 años de prisión.

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Beatriz Guillén
Redactora de EL PAÍS en México. Trabaja en la mesa digital y suele cubrir temas sociales. Antes estaba en la sección de Materia, especializada en temas de Tecnología. Es graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS. Vive en Ciudad de México.
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