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Avaricia, ambición y llamadas telefónicas: así negociaron los obispos con el narco en Guerrero

Los obispos fueron a ver a los líderes de La Familia Michoacana, mientras otros religiosos se reunieron con el líder de Los Tlacos en la sierra. Tlacos y Ardillos hablaron por celular y acordaron respetar sus intereses en la capital

Mexican bishops Guerrero
Elementos del Ejército y de la policía estatl frente a la iglesia de La Sagrada Familia, en la ciudad de Acapulco, en el Estado de Guerrero (México), en una imagen de archivo.Carlos Alberto Carbajal (Cuartoscuro)
Pablo Ferri

A mediados de enero, los cuatro obispos del Estado de Guerrero se citaron en Ciudad Altamirano, en la región de Tierra Caliente, sede de la diócesis de uno de ellos, Monseñor Joel Ocampo. Como cada año, se juntaban en una Reunión Pastoral con otros religiosos, un encuentro para poner en común ideas y problemas. Pero la reunión tenía otro objetivo: entablar un diálogo en persona con los líderes del grupo criminal La Familia Michoacana, Johnny Hurtado Olascoaga, alias El Pez, y su hermano, Alfredo, alias La Fresa, para tratar de sentar las bases de una tregua con el grupo criminal contrario, Los Tlacos, que dominan parte de la región Centro y la sierra. Pese al intento, fracasaron.

La negociación frustrada de Tierra Caliente contrasta con el acuerdo alcanzado en la capital para que Los Tlacos y otro grupo criminal con intereses en la zona, Los Ardillos, dejen de guerrear por las rutas de transporte locales, situación que ha confirmado el sacerdote Filiberto Velázquez, perteneciente a la diócesis de Chilpancingo-Chilapa. Preguntado por este asunto, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho este jueves: “Lo vemos muy bien. Nada más que nada de acuerdos que signifiquen conceder impunidad, privilegios, licencias para robar.”

Como explicó este miércoles por sorpresa el obispo de Chilpancingo, José de Jesús González, la negociación entre Tlacos y Familia falló por culpa de “la avaricia, la ambición de tener dinero y poder” de los líderes de un lado y de otro. González no dio más detalles. “Ellos ambicionan eso y no pudieron… Pedían una tregua, con sus condiciones, pero esas condiciones no fueron de agrado de alguno de los participantes. Fue una cuestión de territorios, que no los sueltan. Les ha costado vidas, trabajo y no los sueltan. Así que tenemos que buscar otras maneras de ofrecer esta situación”, argumentó.

Fuentes cercanas a estas negociaciones consultadas por EL PAÍS explican que el encuentro de mediados de enero, el último de una serie de reuniones más pequeñas, se dio “más allá de Arcelia”, también en Tierra Caliente, territorio de La Familia Michoacana. Los obispos hablaron primero con El Pez y La Fresa y luego llamaron por celular al líder del grupo contrario, Onésimo Marquina, alias Necho, que estaba en la sierra de Tlacotepec, con un sacerdote de su confianza, según han explicado estas fuentes.

Al parecer, la conversación no dio fruto. Las mismas fuentes detallan que la negociación falló porque La Familia y Los Tlacos no se pusieron de acuerdo en varios puntos. “La Familia quería que Necho les cediera Las Tunas, una comunidad que es parte de San Miguel Totolapan, pero muy cerca de Heliodoro Castillo”, explica una de las fuentes. El municipio de Heliodoro Castillo es la base de Los Tlacos, mientras que San Miguel Totolapan es parte del dominio de La Familia.

El desacuerdo se extendió a otras cuestiones. “Tampoco se pusieron de acuerdo en el reparto de Iguala, porque La Familia quiere la mitad, que ahora mismo es de Los Tlacos con otros grupos. Y lo mismo ocurrió con Taxco. Necho aceptaba ceder el municipio y además se comprometía a no meterse en la pelea por Morelos”, explica esta fuente. Uno de los cuatro obispos señaló tras el encuentro que del lado de La Familia había notado más apertura y, del lado de Los Tlacos, más cerrazón. En la reunión, los cuatro insistieron a los líderes criminales en dos puntos, primero, que sus luchas no afectaran a la población. Segundo, que el peso de sus extorsiones estaba llegando a un límite.

Los Tlacos y La Familia llevan años peleando zonas del centro y la sierra de Guerrero, caso de Taxco, Iguala y comunidades cercanas a Tlacotepec, cabecera municipal de Heliodoro Castillo. La batalla por las rutas de transporte en estos dos municipios se han agudizado en los últimos meses, problema que lastra a otras partes del Estado, como Chilpancingo o Acapulco. En la sierra, el enfrentamiento recuerda a una guerra de guerrillas, con Los Tlacos defendiendo comunidades y La Familia tratando de ganar terreno, a base de explosivos lanzados con drones e incursiones quirúrgicas.

Mientras la negociación entre estos dos grupos encallaba, los problemas en Chilpancingo arreciaba. La capital ardía por la pelea entre Los Tlacos y Los Ardillos, que tienen su base en Quechultenango, hacia la región de La Montaña. Unos y otros tienen negocios en la capital y cualquier motivo puede hacer saltar la chispa, como la semana pasada, cuando Tlacos y Ardillos asesinaron a seis conductores de combis y taxis en la ciudad. Muchos colegios cerraron y el transporte paró a la espera de que las condiciones mejoraran.

Con frentes abiertos en varias regiones del Estado, Necho, el jefe de Los Tlacos, buscó un acercamiento con Celso Ortega, líder de Los Ardillos. Lo hizo a través del sacerdote Velázquez, que gestiona un centro de Derechos Humanos en Chilpacingo, según ha podido saber este diario. Velázquez facilitó a Necho y Ortega los números de teléfono del contrario y, en conversaciones telefónicas, resolvieron el entuerto. Al menos temporalmente. Está por ver cuánto dura la tregua y si el acuerdo puede replicarse en la sierra, Iguala y Taxco.

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Sobre la firma

Pablo Ferri
Reportero en la oficina de Ciudad de México desde 2015. Cubre el área de interior, con atención a temas de violencia, seguridad, derechos humanos y justicia. También escribe de arqueología, antropología e historia. Ferri es autor de Narcoamérica (Tusquets, 2015) y La Tropa (Aguilar, 2019).
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