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La Sabatina
Columna
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La batalla por la Capital

Es posible afirmar que un perfil como el de Clara Brugada reactivará los reflejos de esos que propinaron la derrota a Sheinbaum en 2021

Clara Brugada
Clara Brugada encabeza un mítin la alcaldía Álvaro Obregón en diciembre de 2023.Graciela López Herrera (Cuartoscuro)
Salvador Camarena

Sin histrionismos del nivel que se presentan en Nuevo León, la ciudad de México vive también un clima de confrontación política que tiene entrampadas desde leyes hasta nombramientos. Es también el prólogo de la batalla por la CDMX que dos bandos disputarán en 2024.

Esta semana colapsó la posibilidad de ratificar a la fiscala de la Ciudad y el plan de desarrollo urbano trastabilla entre genuinos cuestionamientos de vecinos que reclaman ilegalidades en el proceso y desdén gubernamental hacia su legítima pretensión de ser tomados en cuenta.

En la forma en que la oposición bloqueó a la fiscal Ernestina Godoy, que tendrá que salir por la puerta trasera de la historia luego de un récord de cuestionadísimas diligencias, hay desde verdadero equilibrio de poderes y rendición de cuentas, hasta oportunismo electoral rumbo al 4 de junio.

Porque las fuerzas protagonistas de ese choque legislativo son aquellas con verdadera posibilidad competitiva en las urnas, cuyos abanderados han empezado a dar color sobre lo que se avecina en sus respectivas precampañas.

Clara Brugada intentará romper el mito de que el lopezobradorismo es historia en la ciudad que tanto ha aportado a ese movimiento. Y como es típico de la casa, doblan la apuesta: ella personifica una reivindicación de eso que fue mayoritariamente rechazado por los capitalinos en las urnas en 2021.

La forma en que se hizo de la candidatura, con cuadros que ruidosamente rechazaron al exjefe de la policía Omar García Harfuch, redondeó el perfil de Brugada como la quintaesencia de la izquierda chilanga, de corte activista y popular, nada aspiracionista y orgullosamente radical.

Esa fortaleza será su gran hándicap frente a sectores que temen que en la capital se entronice un gobierno que, en su opinión, privilegie el comercio en vía pública, los derechos sin contrapeso en las obligaciones, “hacer justicia” más que aplicar la ley, y erario que dispensa apoyos sin crear inversión.

Una candidatura polarizadora, que despida aroma de momento de revancha, de que ha llegado el tiempo del avasallamiento de unos a favor de aquellos que por décadas fueron desplazados del desarrollo y el progreso tendrá mucha legitimidad en Morena, pero poca o nula fuera de esa militancia.

La precandidata oficialista no ha dado pasos suficientes para proyectar una imagen que logre el equilibrio que aumente, en vez de cerrar, opciones de triunfo. A diferencia de la Claudia Sheinbaum, no ha enfatizado los mensajes de apertura a sectores resentidos con las políticas y el actuar de AMLO.

Pareciera no haber entendido que una cosa fue que la rebelión interna le facilitó la candidatura al hacer inviable al exsecretario de Seguridad Omar García Harfuch, y otra muy distinta que el lopezobradorismo haya remontado las causas de su derrota en las urnas chilangas hace dos años y medio.

Igualmente, no parece dimensionar que Omar era pasable para clases medias y altas que verían en su perfil no tan militante a alguien que no amenazaba el statu quo. Es decir, todo lo que no sienten de Brugada, de quien en términos generales solo aprecian su combativa imagen de activista popular.

En ese tenor, es posible afirmar que un perfil como el de Clara reactivará los reflejos de esos que propinaron la derrota a Sheinbaum en 2021.

Brugada podría llevar a las urnas a un porcentaje extra de electores que votarán desde el temor. Si en la elección anterior esos fueron a castigar, ahora irán para prevenir.

Sheinbaum es un buen ejemplo si Clara quiere ver lo que debe hacerse para intentar una reconciliación con segmentos que no perdonan el manejo de la pandemia, los agravios contra académicos amenazados con cárcel, de familias con niños con cáncer tratados como golpistas, y un largo etcétera.

La precandidata presidencial lleva desde septiembre, cuando asumió la estafeta y la responsabilidad para lograr un segundo gobierno de Morena, cimentando un camino con promesas de concordia y diálogo más allá del lopezobradorismo.

La exjefa de gobierno actúa, con cuidado pero también con puntualidad, bajo la lógica de que no todos los adversarios de Andrés Manuel López Obrador tienen que ser en automático suyos.

Algo de eso que algunos le critican como una moderación fingida –el reeditar invitaciones a la campaña a gente que ya había abandonado el barco-- es legítimo: Claudia sabe que es de su interés personal, si quiere ganar, ir por cuantos votos sean posibles más allá de la base morenista.

Por eso el esfuerzo que pone en sumar mediáticamente a actores que le arropen, como ocurrió el domingo 3 en el Museo Interactivo de Economía, donde invitó al templete a perfiles que difícilmente avalarían el trabajo (es un decir) de cuadros como el de Hugo López-Gatell.

En lo local Brugada no ha hecho –o no se nota-- ni remotamente ese esfuerzo. La presentación el domingo del equipo que le acompañará se quedó muy lejos de impactar positivamente, o de desvanecer los recelos, si se quiere, entre aquellos que deplorarían vivir en una ciudad sin pluralidad.

Por eso mismo, a últimas fechas parece haber recuperado brío la opción opositora. Si el oficialismo se radicaliza, la alternativa goza de una nueva oportunidad, así se llame Santiago Taboada su abanderado y provenga de una veta desacreditada por corrupción inmobiliaria.

Muchas veces las elecciones se ganan con los votos de quienes buscan ejercer un rechazo antes que una afirmación. Taboada ha quedado en posibilidad de cachar todos los sufragios de quienes aborrezcan la idea de que no solo tendrán un sexenio de más de lo mismo sino recargado.

La coalición panista-priista-perredista ha logrado mostrar su fuerza en el Congreso local y salvo la excepción de la Cuauhtémoc, donde se equivocaron hace tres años de candidata y ahora todos padecen las consecuencias de esa negligencia, tienen demarcaciones que podrán presumir como funcionales.

Mas Taboada también ha de cambiar su perfil si quiere ir más allá de ser la opción del rechazo. Es hoy por hoy un personaje que propone una aberración si de gobernar la gran urbe se trata: sus spots hablan de un personaje de coto; es y solo es en función de la Benito Juárez, y con eso no alcanza.

Este candidato lidiará con toda suerte de acusaciones por pertenecer al grupúsculo que durante lustros ha medrado con esa alcaldía que históricamente vota por el PAN. Tanto poder tan fuera de revisión es lo que ha llevado a algunos de sus personajes a encumbrarse y a otros a la cárcel.

Taboada no puede escapar a ese estigma, pero cierto es que los del PAN así ganaron la elección pasada y que hoy no parece el mayor de sus problemas. Éste es el de reconfigurarse para convencer de que los derechos ganados en la capital no sufrirán regresión y que pueden hacer que los servicios mejoren.

Vivir en la capital no tiene que ser el martirio al que sus habitantes se han acostumbrado. Repensar fórmulas para que los servicios urbanos se vuelvan humanos y la vida no incluya tintes de supuesto estoicismo, puede convocar a millones de votantes agotados por la incapacidad gubernamental.

Benito Juárez supone un reducto poco representativo de la capital como para ser presentado como curriculum vitae. Taboada parece, en efecto, un político sectario, un ejemplar de una alcaldía excepcional para mal: el alcalde nada empático en su circunstancia con los avatares del chilango promedio.

La ciudad tiene vocación progresista y plural. Pasó del cristinapachequista aquí nos tocó vivir como reivindicación de lucha al orgullo chilango a prueba de todo: de temblores y malos gobiernos, de caos vial y ajuste de cuentas en demarcaciones donde el derecho de piso es tan real como en Texcapilla...

Movimiento Ciudadano, por si hiciera falta decirlo, no tendrá opción porque su candidato, con un perfil que merece una oportunidad en otro espacio, quedará atrapado por el choque de dos fuerzas que harán de la elección un referendo.

Falta mucho por hacer por los que menos tienen. Brugada podría acelerar esa agenda, rebajar esa histórica deuda. Para lograrlo necesita de todas y todos los chilangos, de generar certidumbre para la inversión, y de conquistar a quienes ven con recelo un gobierno aún más popular.

Taboada, por su parte, tiene que ser algo más que el candidato del cobro de factura por el avasallamiento pejista y por el desgaste de los gobiernos ligados a AMLO. Y también convencer de que es un político que privilegiará a los pobres y los derechos de todos.

En esos términos se dará la batalla.

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