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100 días después
Columna
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El día que 94 opositores demostraron a Ortega que ser nicaragüense va más allá de lo que diga un papel

El régimen sandinista despojó de la nacionalidad a decenas de disidentes y críticos, pero jamás pudo sacarles de dentro su anhelo de lucha por un país más justo y libre

Gioconda Belli y Sergio Ramírez
Los autores nicaragüenses Gioconda Belli y Sergio Ramírez.Roberto Antillón

Han pasado 100 días desde que el dictador Daniel Ortega les retirara la nacionalidad nicaragüense a 94 opositores, disidentes o críticos del gobierno, a quienes consideró traidores de la patria y prófugos de la justicia. Medida desesperada de un autoritario sin límites, la medida fue atajada con dignidad por los “apátridas” de papel, pero nicaragüenses de sangre, memoria y futuro. El escritor Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, tuiteó: “Nicaragua es lo que soy y todo lo que tengo, y que nunca voy a dejar de ser, ni dejar de tener, mi memoria y mis recuerdos, mi lengua y mi escritura, mi lucha por su libertad por la que he empeñado mi palabra. Mientras más Nicaragua me quitan, más Nicaragua tengo”. La poeta Gioconda Belli rompió su pasaporte en una entrevista en vivo, como muestra de que un reconocimiento oficial de nacionalidad no es lo que la hace nicaragüense. “Yo no soy este documento, yo soy Gioconda Belli, soy una poeta nicaragüense y cuando la historia haya olvidado a estos tiranos (Daniel Ortega y su esposa, Rosario Murillo) yo todavía voy a estar en mis libros como poeta nicaragüense”, dijo al cortar una hoja de su pasaporte.

Este nuevo embate de Daniel Ortega ―exguerrillero sandinista y presidente de Nicaragua de 2007 a la fecha― contra las voces críticas se suma a la represión ejercida desde 2018, cuando estallaron protestas ciudadanas masivas en el país que recibieron como respuesta del régimen el asesinato de más de 360 manifestantes ―muchos de ellos estudiantes―, la persecución de los presuntos líderes de las movilizaciones, destierros, despojos, amenazas e intimidación contra líderes campesinos y otros activistas, que los orilló a exiliarse en Costa Rica, país considerado epicentro del exilio nicaragüense.

Otra de las personas a las que le retiraron la nacionalidad nicaragüense es la lideresa campesina Francisca Ramírez, exiliada justamente en Costa Rica por la intimidación que sufrieron ella y su familia, luego de oponerse por años a entregar sus tierras al magnate chino Wang Jing para que desarrollara el proyecto del Gran Canal Interoceánico de Nicaragua. La Chica Ramírez, como le llaman cariñosamente, se vio obligada a emigrar en septiembre de 2018 con 41 miembros de su familia por su seguridad, por lo que en La Fonseca, Nueva Guinea ―su pueblo natal― ya solo le quedaba su casa, que ahora fue confiscada por el gobierno con la decisión de Ortega de expatriarlos.

100 días después hablo con ella, me muestra las dos caras de esta desaparición forzada de papeles que le ha impuesto Ortega. ”Nuestros bienes ya están en manos del Estado. Ellos siguen quitándole a la gente, nadie puede oponerse, ya no aparecemos en los registros de la propiedad, tampoco aparecemos en las partidas, o sea, ya no tenemos nacimiento. Ya no hay nada que nosotros aparezcamos, que somos nacidos en nuestros pueblos. Demostramos que tenemos nuestra cédula nicaragüense, nuestros pasaportes; que éramos nicaragüenses, y que una sola persona tomó la decisión de quitarnos ese derecho, pero en Nicaragua no hay nada ya: ningún registro del nacimiento, ni registro de las propiedades, ya no existen”, me dice Doña Francisca.

La defensora de Derechos Humanos asegura que, aunque las afectaciones por el desplazamiento forzado han sido muchas, las económicas aumentaron desde que les fue retirada la nacionalidad, pues antes al menos tenían un espacio en Nicaragua y posesiones que a veces les enviaban, inclusive les depositaban dinero, pero todo eso cambió. “¿Ustedes ya no tienen nada en Nicaragua?”, le pregunté. “Nada, solo la esperanza de regresar a nuestra patria”.

Esa esperanza se alimenta de saber que la persecución del régimen de Ortega se basa en acciones ilegales e inconstitucionales, puntualiza Ramírez, por lo cual los exiliados esperan que esas acciones tampoco duren. “Eso nos llena de esperanza que pronto también podremos ver esta Nicaragua que queremos, y que regresaremos, no va a ser fácil pero vamos a regresar a trabajar en nuestra Nicaragua. Vemos que la persecución sigue hacia nosotros a pesar que estamos en el exilio, y de ver que también nos quitan la nacionalidad, pues también nos demuestra que seguimos siendo odiados por ellos aunque nosotros nunca hemos hecho ningún daño, sino lo que siempre exigimos fue que se nos respetaran nuestros derechos como campesinos, que nos respetaran nuestras tierras”.

Pero también hay un aspecto positivo de la decisión de Ortega de quitarles la nacionalidad a los 94 ciudadanos, reflexiona La Chica Ramírez. Haber hecho esa lista de los “sin patria” los ha unido más que nunca, les quitó la distancia entre Costa Rica, España, Estados Unidos y otros países. Después del despojo de su nacionalidad, varios de ellos se acercaron e iniciaron un contacto que se mantiene 100 días después, para planear acciones legales, ya sea locales o internacionales, contra este y otros atropellos del régimen en su contra.

“Nosotros seguimos juntos y viendo qué hacemos, siempre pensando en Nicaragua. Siempre mantenemos conversaciones de lo que está pasando, tal vez antes de que nos quitaran la nacionalidad no pasaba lo que ahora pasa y creo que Ortega con todo lo que hace más bien nos une, porque no habíamos tenido ese acercamiento con tanta gente que hoy estamos en la misma situación, hoy nos ha generado como esa unidad de ser solidarios y ayudarnos unos a otros. Entonces yo creo que por un lado ha sido triste y emocionalmente enoja que una persona tome esas decisiones, pero también ha sido muy bueno porque nos ha ayudado a unirnos y a estar más cerca y estar pendiente de nosotros mismos”, expresó la fundadora del Movimiento Campesino Anti-Canal de Nicaragua.

Quitarles la nacionalidad por decreto los ha aglomerado, les ha dado fuerzas, ha creado una red que se alimenta de esperanza y con la certeza de que Nicaragua ya está en todas partes.

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