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La sabatina
Columna
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Ciudadanos contra la partidocracia de la que fueron artífices

‘Punto de partida’ puede leerse como una crítica al actual gobierno, y también como un estado de la cuestión donde este sexenio es una resultante de errores e insuficiencias de otros sexenios

Andrés Manuel López Obrador en conferencia matutina en Palacio Nacional el 9 de marzo de 2020
Andrés Manuel López Obrador en conferencia matutina en Palacio Nacional el 9 de marzo de 2020Moisés Pablo Nava (Cuartoscuro)
Salvador Camarena

Cuentan que en el ocaso de esa otra oportunidad perdida que fue el foxismo, Adolfo Aguilar Zinser –tránsfuga del grupo al que ayudó a conseguir la primera presidencia panista y, más importante, el fin del reinado ininterrumpido del PRI— decía, palabras más palabras menos, “qué mal lo hemos hecho, tenemos que empezar de nuevo”.

Esa frase del fallecido demócrata que fue Adolfo podría ser el epígrafe del documento que se presenta este lunes y que lleva por nombre “Punto de partida. Una nueva visión del país”. Se trata de medio centenar de cuartillas que son signadas por un grupo denominado México Colectivo.

¿Quiénes integran Méxicolectivo –como también se firman los autores del documento? Lo sabremos bien a bien este lunes, cuando en la presentación oficial en el World Trade Center capitalino se den cita tanto quienes elaboraron este diagnóstico, como sus promotores, aliados y, más importante, aquellos que lo adoptarán como pie de cría de algo por nacer.

Porque hay quien asegura que no es cierto que Dante Delgado, bailarín de varias pistas políticas, o Cuauhtémoc Cárdenas y su infatigable mirada sobre los problemas que asuelan a México, estén involucrados a nivel de padrinazgo de esta iniciativa. Todo ello a pesar de que durante dos semanas en columnas y notas periodísticas al veracruzano y al michoacano se les acredita paternidad del “Punto de partida…”.

Con o sin Cárdenas y Delgado en la palestra, la frase que atribuyen a Adolfo coincide con estas palabras del documento: “Nuestras reformas políticas fortalecieron a los partidos, pero no a la ciudadanía. Por ahí debemos empezar”. Que tan mal lo hicimos en estos 35 años, en estas dos generaciones, que buscando democracia solo galvanizamos una engreída partidocracia.

“Punto de partida…” puede leerse en al menos en dos claves. Como una crítica al actual gobierno, y también como un estado de la cuestión donde este sexenio es una resultante de errores e insuficiencias de otros sexenios.

Si “Punto de partida…” se convierte en el activador de más reflexiones, si desata una deliberación realmente plural y de mirada a largo plazo, si abraza la autocrítica del pasado inmediato sin perder de vista el horizonte, si evita la tentación de solo personalizar en AMLO la amenaza, entonces la sociedad mexicana tiene a mano el borrador de un crudo diagnóstico de variadas dolencias de México; unas líneas iniciales para bosquejar una ruta tendiente a corregir añejos problemas –hoy agravados-- al tiempo que evita idealizar la transición.

De lo contrario, si este documento es utilizado básicamente como ariete para fustigar a Andrés Manuel López Obrador, la iniciativa, que según sus promotores lleva más de un año de trabajo, caerá corta frente a lo que demanda el momento. Una revisión inicial del documento parece confirmar que los autores se permitieron en la redacción demasiados calificativos sobre la presidencia actual, ¿evitarán esa trampa en el futuro?

Porque antes de enfrentar las tolvaneras que desde Palacio Nacional les tienen preparadas para descalificarlos con mofas sobre sus pasados y protagonismos en gobiernos del anterior régimen, las y los autores de esta reflexión puesta en páginas en siete capítulos han de sortear otro reto nada menor: los partidos que tendrían que adoptar este “Punto de partida…” no tienen un solo incentivo –que no sea fraudulento-- para saludar la aparición de un texto que los pone como coautores del desastre.

La cita de este lunes representa la llegada a la mesa política de esa clase de invitado al que por conveniencia siempre se convoca, pero con todas las ganas de que nunca aparezca.

Los actuales líderes del Revolucionario Institucional y de Acción Nacional lo dejaron muy claro al inicio de este año. Al presentar hace semanas su reconciliación partidista, luego de la traición del líder del PRI a la llamada alianza opositora, lo notable fue que las organizaciones ciudadanas que han dado oxígeno a estos dos dinosaurios de la partidocracia mexicana no fueron convidadas a la foto de quienes, dijeron, están listos para ganar el futuro.

Por eso, la ofensiva que le llegará a este colectivo de parte del presidente López Obrador luce inocua frente al daño que podría provocarles una respuesta hipócrita, que les hiciera perder tiempo y oportunidades, de parte de quienes, si realmente buscan democracia, estarían llamados a ser los aliados naturales de un documento de esta naturaleza.

Con su particular estilo, ese que desdeña todo al punto de que no le importa exhibirlo para luego demostrar que nada pudieron contra él, AMLO le hará un favor a este documento al denunciarlo como una aventura de emisarios del pasado que le malquieren, y linduras por el estilo. Si logran aprovechar ese envión mediático evitando convertirse en solo el aperitivo a modo para el discurso victimista del tabasqueño, el documento habrá iniciado su vida con el pie derecho.

Ser algo más que un platillo en el menú de la mañanera, requerirá de que precisamente los promotores logren el milagro de la conversión democrática de Alejandro Moreno y Marko Cortés, líderes nacionales del PRI y PAN, respectivamente, aferrados al hueso y las jugosas prerrogativas que derivaron del modelo anterior, ese que no solo empodera a Andrés Manuel, sino a bancadas legislativas que obedecen a cacicazgos de las dirigencias partidistas y para nada a los electores.

Las perspectivas sin embargo no son favorables. Moreno y Cortés han dicho ya que se arrogan el derecho a repartirse entre ellos las principales candidaturas para el 2024, en una declaración que no solo marginó a su aliado simbólico --el Partido de la Revolución Democrática, que de inmediato protestó el arreglo que le borraba de la negociación--, sino que marcó el cortafuegos que deja claro a la ciudadanía que podrán hablar y proponer, pero no van a decidir en una cita electoral que luce crucial pocas en la historia reciente.

Que nadie se equivoque. Si se ha de construir una plataforma para el futuro, la amenaza inmediata no es el presidente de la República, sino esos aliados que deben probar que están listos para hacer el sacrificio mayor: ¿PAN y PRI cederán el timón de las campañas a fin de que ciudadanos y políticos como los que suscriben “Punto de partida…” impongan derrotero, proyecto y, eventualmente, candidatos que puedan ser creíbles y efectivos como misioneros de un ideario consensuado?

Una respuesta inicial a esa interrogante la tendremos en cuestión de horas. Apenas se presente oficialmente el documento que ya ha circulado en Whatsapp y ha sido reseñado por múltiples periodistas, ¿qué dirá Alito Moreno? ¿”Uy, qué buena noticia un texto así que viene firmado en otros por Francisco Labastida, excandidato presidencial priísta que cree que yo puedo destruir al PRI en un santiamén”?

Y más allá de los previsibles pleitos en los respectivos cotarros partidistas, la iniciativa tendrá además otros retos nada menores. Se trata, para empezar, de solo uno de los documentos que está circulando sobre lo que supuestamente ocurre en México y lo que grupos de la ciudadanía creen que debería ser la ruta a seguir. Entre otros, hay un diagnóstico de Sí por México y otro que se atribuye a la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex).

Si bien este documento prevé esa multiplicidad de voces –especifican que convocan a que liderazgos independientes se acerquen para que se configuren “un liderazgo ciudadano plural”— decir eso es fácil, lo difícil es no terminar en una torre de babel por los egos nada menores que habrá que hacer conciliar a la hora de que esa ciudadanía se ponga de acuerdo. El poco aprecio a la política mexicana se revalora cuando se padece de cerca a no pocos protagonistas de la llamada sociedad civil.

Sumemos a eso un reto más, uno nada menor. ¿Cuántos colectivos de mujeres y/o jóvenes respaldarán esta iniciativa en su lanzamiento y en su camino hacia consolidarse en algo que pueda ser una plataforma de esfuerzos políticos? ¿Qué grupos de las buscadoras de hijos y maridos desaparecidos, qué activistas por los derechos comunitarios estarán presentes y darán la cara por este borrador?

En otras palabras, cuán realmente plural es este grupo de abajofirmantes, cuán representativos de aquellos que padecen lo peor de las políticas públicas. Cárdenas, Labastida, Delgado… han estado en trincheras contrarias, ahora dicen que a pesar de los gobiernos y partidos a los que sirvieron, a pesar de que AMLO no se entiende sin ellos en más de un sentido, a pesar de sus abultadas trayectorias se dicen dispuestos a debatir y conciliar. A enfrentar críticas por sus pasados, a revisar lo que no funcionó, incluidos ellos.

Sin embargo, eso no basta. El ejercicio de pluralidad al que convocan tendrá su prueba de fuego precisamente si la discusión rebasa a los hoy protagonistas más evidentes de la iniciativa. Si en el curso de las semanas no se ve que este documento agarre tracción entre colectivos de distinta índole y localización regional, si no hay sorpresas ni descubrimientos en los voceros de esa deliberación, si no hay nadie nuevo bajo el sol entonces será un iniciativa más de priístas, emecistas y cardenistas. No malo per se, pero para nada suficiente.

El documento abunda en retórica --”México es una hazaña… es una proeza”— mas carece aún de una estrategia clara. Dice cosas ciertas de los riesgos de una presidencia unipersonal y un legislativo “abyecto” (ojo, lo firman algunos de MC, cuyas bancadas ha votado demasiadas cosas que ayudan al presidente “unipersonal”, comenzando en estos días por la aprobación de un subgobernador de Banxico cuyo perfil fue cuestionado y antes con la aprobación de la ministra Yasmín Esquivel), pero a partir de hoy a sus promotores los medirán con la vara que están lanzando.

Lo nodal, finalmente, es que la clave que proponen para conjurar el riesgo en que está la democracia mexicana transita forzosamente por el acotamiento de facultades de partidos y gobiernos. Les acusarán de proponer eso una vez que no pocos de ellos se beneficiaron de esos amplios márgenes; para sortear esa diatriba y otras, para doblar la mano al PRIAN y acotar egos y protagonismos, será crucial el peso de una opinión pública que ya dejó claro el 13 de noviembre que se puede movilizar.

Cuánto es rescatable de lo de la transición, cuánto debe ser desechado con lecciones puntuales para no repetir errores, cuánto es un problema del estilo personal de gobernar de AMLO, cuánto es estructural del sistema político mexicano con el tabasqueño o sin él, cuánto quiere la sociedad mexicana en verdad tener un gobierno con voz coral, cuánto preferimos entronizar a un (una) tlatoani sexenal. Demasiadas preguntas en el aire a propósito de un documento que invita a desatar la reflexión, y una coincidencia: es hora de empezar de nuevo, cosa que se dice fácil pero enfrentará toda clase de resistencias, propias y ajenas.

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