_
_
_
_
_

La Casa de las Águilas y los otros techos del Templo Mayor: “Ya vamos muy avanzados, pero faltan muchas cosas”

El retiro y remplazo de la cubierta colapsada en la zona arqueológica demora más de un año. Hay otras tres techumbres que necesitan ser renovadas, una de ellas en el corazón de la vieja Tenochtitlan

Templo Mayor, Ciudad de México
Vista del techo que cubría la " Casa de las Águilas ", edificio que forma parte del conjunto del Templo Mayor.Rodrigo Oropeza
Anna Lagos

Después de la tormenta, viene la calma. La techumbre de acero que protegía la Casa de las Águilas del Templo Mayor y que cayó en forma de libro tras la violenta tormenta de granizo del 29 de abril de 2021 está cerca de ser remplazada completamente. Los responsables calculan que “a mediados de julio”. El edificio del siglo XV, ricamente decorado y de primera importancia en la vida religiosa de la vieja Tenochtitlan, sigue cubierto por cajas de madera y, a vista de pájaro, se pueden ver andamios, lonas azules, láminas blancas, trabajadores con chalecos naranjas y cuerdas largas y amarillas que sujetan la zona del desastre. Desde aquella lluviosa noche de abril, ingenieros, arquitectos y geotécnicos participan en el proyecto; restauradores y arqueólogos siguen vigilando los bajorrelieves de la casa, de enorme valor por los colores que aún se conservan y los secretos que todavía guarda. Parte de la gran riqueza patrimonial del Templo Mayor ha estado evitando precariamente en 2021 los largos meses de lluvia, una temporada que ya inicia de nuevo en la Ciudad de México.

Las obras siguen en la Casa de las Águilas, pero hay otros tres techos que están en riesgo: el Templo Rojo, Norte y Sur, los inmuebles con más pintura mural de la zona arqueológica; y el que más preocupa a los arqueólogos es el que cubre la segunda etapa constructiva de la vieja pirámide del Templo Mayor, el Huey Teocalli, el más grande después del que cubría la Casa de las Águilas. Ideados por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, habían soportado los grandes terremotos de 1985 y 2017, pero las granizadas y sus 40 años de vida han debilitado los tubos que sostienen los techos, que se muestran angulados y obsoletos.

Un trabajador labora durante la reconstrucción del techo que cubre la Casa de las Águilas
Un trabajador labora durante la reconstrucción del techo que cubre la Casa de las ÁguilasRodrigo Oropeza

La cubierta de la Casa de las Águilas está en la recta final de su recuperación tras la “granizada histórica”, y no faltan muchos días para que el recinto, redescubierto en 1980 y que a los arqueólogos les tomó 17 años excavar — entre ellos, el destacadísimo Eduardo Matos Moctezuma (Ciudad de México, 1940), responsable de recuperar el Templo Mayor, que apenas la semana pasada ganó el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales — pueda ver la luz de nuevo, recuperar la calma y recibir de nuevo visitas. “Ya está muy avanzado el proceso de montaje de la cubierta definitiva. Estamos en la etapa final. Calculamos que pronto se pueda colocar la tridilosa, una estructura tridimensional altamente ligera, hecha de acero y concreto, y una vez que se termine la colocación de la estructura, vamos por la cubierta que evita que entre la luz y la lluvia; la barrera que protege realmente”, explica Patricia Ledesma, directora del Museo del Templo Mayor.

El desmontaje de la vieja y la instalación de la nueva cubierta se le ha encomendado a TGC Geotecnia, una empresa especializada en mecánica de suelos, que se ha encargado de la corrección geométrica del Sagrario y la Catedral Metropolitana; la recimentación del Palacio Nacional, el análisis del subsuelo del Monumento a la Independencia o el desplazamiento de una casona de 1929 catalogada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para construir la Torre Reforma, por mencionar algunas de las obras más importantes. Además del techo, se cambiará la reja perimetral, que resultó dañada aquel día de abril. “Después de que se termine de colocar la cubierta, se tendrían que hacer algunos arreglos en parte de la estructura del sitio arqueológico que se dañaron durante el colapso. Se tienen que colocar los barandales, localizados en los andadores por donde pasan los visitantes; también la reja, que tuvo daños y fue necesario cambiarla. Antes de que se permita que los visitantes puedan pasar por esta área, hay que bloquear el paso hacia la calle. Son varias cosas las que quedan pendientes, pero el avance que llevamos en la colocación de la cubierta definitiva ya es mucho. Ya vamos muy avanzados”, afirma Patricia Ledesma.

El río vehicular, localizado a un costado del Templo Mayor.
El río vehicular, localizado a un costado del Templo Mayor.Rodrigo Oropeza

La cubierta colapsada fue retirada en 12 secciones y recortada como si fuera un gran pastel. Cada sección se amarraba y ajustaba a una grúa y, finalmente, se cortaba manualmente en pedazos más pequeños, pues el espacio de movilidad es muy reducido. Por suerte, la Casa de las Águilas está pegada al arroyo vehicular, lo que permite llevar maquinaria pesada por la noche y no dañar nada alrededor. Luego de ser retirada, se colocaba la nueva en las mismas secciones. “De las 12 secciones, ya están listas 10. Ya nada más nos faltan los dos últimas”, explica Ledesma. La cubierta sigue la filosofía original, que respeta las visuales, filtra los rayos UV y cuida las salidas de aire, todo esto, con la menor cantidad de soportes posible. “Es el diseño que más se ajusta a las necesidades de una zona arqueológica que está en el Centro Histórico de Ciudad de México, que es Patrimonio Mundial y que, por tanto, tenemos que seguir determinados lineamientos, uno de ellos es no obstaculizar la vista de los edificios de alrededor. No podemos cambiar mucho la estructura o el estilo de las cubiertas porque estaríamos afectando la visual del Antiguo Colegio de San Ildefonso, el Palacio del Marqués del Apartado o la Catedral Metropolitana”, explica la directora del Templo Mayor.

Ni el Templo Rojo, Norte y Sur, ni el Huey Teocalli tienen daños, pero sus cubiertas ya requieren ser cambiadas, para evitar que una granizada igual de fuerte las pudiera perjudicar. “Eso es lo que vamos a hacer. A las otras tres cubiertas ya se les hizo el estudio y la dictaminación. El Gobierno de Ciudad de México nos apoyó para hacer el primer refuerzo de la cubierta del Huey Teocalli. Esos trabajos empezaron al mismo tiempo que la Casa de las Águilas. Para el retiro y el cambio completo de estas tres cubiertas se solicitó el apoyo de la Secretaría de Cultura, que generosamente nos dio la mitad del dinero que se habría proyectado. La otra mitad lo pondrá el INAH. Vamos a empezar este año con el Templo Rojo, Norte y Sur, que son los que tienen más pintura mural. Al final, nos dedicaremos a la etapa dos del Huey Teocalli, la más complicada, porque está en el mero corazón del Templo Mayor”, explica la directora del sitio arqueológico.

Trabajadores en la Casa de las Águilas
Trabajadores en la Casa de las Águilas Rodrigo Oropeza

A pesar de que el clima en la capital cambia continuamente, los trabajos no se han interrumpido. “Afortunadamente, no hemos tenido que parar, sin embargo, tenemos que ser muy cuidadosos y pecar de precavidos. Las lluvias y el viento pueden jugar en nuestra contra y cualquier situación que pueda pasar tiene que estar controlada. Y, hasta el momento, lo hemos logrado”, explica Mariana Díaz de León Lastras, jefa de restauración del Templo Mayor. “Tenemos estos grandes claros cubiertos por lonas para proteger, a manera de prevención, mientras se está desmontando la cubierta temporal, para que los ingenieros puedan poner la definitiva. La fuerza del aire es increíble, a veces uno no comprende por qué se adoraba en época mesoamericana a Ehécatl [dios del viento y ayudante de Tláloc, que barría los caminos del cielo para que lloviera], pero cuando uno atestigua la fuerza del viento comienza a tenerle respeto”, dice la directora Patricia Ledesma.

Para proteger los vestigios de la Casa de las Águilas se procedió a encofrar, es decir, encajonar las paredes y banquetas, importantísimas por sus bellos relieves. Una vez que se protegió y se le hizo un tratamiento antiincendios y antihongos a la madera, se pusieron pilotes, capaces de regular el nivel de la techumbre temporal. Cuando esté el nuevo techo puesto y se haya revisado de que no haya ninguna forma de que se filtre el agua al interior del espacio arqueológico, ahora sí se retirará la madera que cubre la casa. “Este encofrado se puso en todos los elementos arqueológicos para protegerlos de las inclemencias del clima. Una vez que nos aseguremos de que esté listo el techo y de que no sea necesario que la gente entre para ninguna maniobra al bien arqueológico, vamos a proceder a retirarlo de forma paulatina, cuidando la estabilidad de los elementos; especialmente la humedad, pues ha permanecido con la madera durante muchos meses. Como llevamos un monitoreo constante, ya sabemos cuáles son los espacios que requieren más tiempo esta protección y cuáles podríamos empezar a liberar. Calculamos que para mediados de julio ya esté todo listo para poder dar acceso a los visitantes en ese espacio”, asegura la jefa de restauración. “Estamos yendo conforme el clima y el propio bien arqueológico nos permite. Algunas personas consideran que ya nos tardamos mucho; otras, por el contrario, piensan que vamos muy rápido, pero todos tengan la seguridad de que estamos trabajando para que el bien arqueológico esté protegido. No vamos a presionar para acabar antes de tiempo. Tengan la seguridad de que lo estamos haciendo con todo el cuidado posible”, ha concluido la directora del sitio prehispánico.

Turistas observan el Templo Mayor en el Centro Histórico de Ciudad de México.
Turistas observan el Templo Mayor en el Centro Histórico de Ciudad de México.Rodrigo Oropeza

El recinto de los guerreros águila, el edificio que servía a la nobleza mexica, el tlatoani y su corte, fue construido por etapas, igual su vecino, el imponente Templo Mayor. Según la cosmovisión azteca, Huitzilopochtli —señor de la guerra y dios del sol— representado muchas veces como un águila, condujo a los hombres hasta la tierra prometida desde Aztlán. La señal para fundar la nueva ciudad era encontrar un águila sobre un nopal devorando una serpiente. Las techumbres quizá no solo protegen la Casa de las Águilas y el Huey Teocalli, sino el mito que cuenta que los mexicas recibieron la señal de Huitzilopochtli para construir la gran Tenochtitlan.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Anna Lagos
Jefa de redes sociales de EL PAÍS América y EL PAÍS México. Está especializada en temas de cultura y sociedad; interesada en la arqueología mexicana. Antes trabajó en Reforma, Terra, ElEconomista.es y Entrepreneur. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación y Máster en Mercadotecnia y Publicidad por la Universidad Iberoamericana.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_