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Una fiesta de Año Nuevo, un manatí muerto y unos ingresos millonarios: la pugna del Gobierno por el Acuario de Veracruz

El gobernador Cuitláhuac García ha clausurado el establecimiento, el principal atractivo turístico del Estado, y acusa de malas prácticas a los anteriores gestores

visitantes al acuario de Veracruz
El acuario veracruzano se inauguró en 1992, luego de que un buzo, un almirante y sus hijos adaptaran los planes que originalmente estaban diseñados para La Habana, Cuba.Félix Márquez (Cuartoscuro)
Beatriz Guillén

Entre las tortugas y los corales del Acuario de Veracruz está escondida una historia de décadas de lucha por el poder. Esta semana se ha escrito el último capítulo: el Gobierno de Cuitláhuac García ha clausurado el acuario, ha extinguido el fideicomiso que estaba a cargo del establecimiento y por decreto lo ha hecho pasar a manos estatales. Los argumentos del mandatario apuntan a malas prácticas, entre las que incluye la celebración de una fiesta de Año Nuevo en las instalaciones y la misteriosa muerte de un manatí. Por su parte, el patronato que ha estado a cargo de la gestión durante 30 años califica este cierre de un movimiento político que nada tiene que ver con el cuidado de los animales, sino con los ingresos que genera el establecimiento. Mientras todo se resuelve, las puertas de uno de los principales centros de conservación marina de México siguen cerradas.

Hace más de 30 años que un buzo, un almirante y sus hijos adaptaron el proyecto de un gran acuario pensado para La Habana, en Cuba, a las costas veracruzanas. El 13 de noviembre de 1992, con el apoyo del Gobierno estatal, se inauguró el Acuario de Veracruz. Costó alrededor de unos siete millones de pesos y su valor se ha multiplicado desde entonces. El establecimiento se ha agigantado con los años y se ha convertido en la principal atracción turística del Estado. La cifra de visitantes en 2017 llegaba a más de 2.600 personas por día, casi un millón cada año.

El modelo se convirtió en un éxito, además, autosostenible. El acuario, antes de la pandemia, podía generar alrededor de 100 millones de pesos anuales (unos cinco millones de dólares), según apuntan a EL PAÍS fuentes internas. Con esos ingresos se cubrían los gastos de mantenimiento, que llegaban hasta los 80 millones entre los salarios para 130 empleados, los alimentos y cuidados de los animales y la factura eléctrica que genera el uso de 100 bombas y 100 refrigeradores. Pero todavía quedaba un margen: 20 millones de pesos libres cada año.

Esa cantidad —que equivale a un millón de dólares— estaba gestionada por la asociación civil Acuario de Veracruz y su patronato, conformado por unos 10 empresarios de la región, entre los que están Marcelino Fernández, dueño del restaurante La Parroquia, o la familia Pazos, dueños de la radiodifusora XEU. Fuentes internas aseguran a este periódico que estos miembros “nunca vieron un peso”. “Su labor era voluntaria, ellos nunca se llevaron ni un billete”, dicen. El dinero, explican, se reinvertía en el acuario y en la mejora de sus actividades e instalaciones.

Acuario de Veracruz
El acuario de Veracruz en una fotografía de archivo, del año 2011.Diego Simón Sánchez (Cuartoscuro)

La versión de Cuitláhuac García es otra: “Dejaron operar [el acuario] a una administradora particular que solo defiende sus intereses privados, no aporta nada al interés público y no reporta todos los ingresos económicos que obtiene”. El Gobierno, que es desde el inicio el propietario del establecimiento, tiene un papel honorífico dentro del patronato, podía pedir reportes y auditorías, pero no estaba incluido en la toma de decisiones sobre la gestión y por tanto tampoco tenía acceso a los presupuestos.

La guinda del pastel está en la existencia de unos 130 millones de pesos en el fondo del fideicomiso, según revelan las mismas fuentes. Con el fideicomiso extinto desde el martes, el Gobierno tampoco ha dado detalles del hallazgo o el destino de ese dinero. Un biólogo, que pide mantenerse en el anonimato por temor a represalias, concluye: “El acuario es un botín”.

J Balvin entre los peces y el misterio del manatí

En diciembre de 2019 se celebró una fiesta privada para el patronato y los empleados en una de las peceras principales del acuario. Las imágenes del evento con luces de colores por todas partes, alcohol y canciones de J Balvin se han convertido hoy en un arma cargada para el Gobierno. Personal que estuvo en esa fiesta reconoce a EL PAÍS que el volumen de las canciones era alto, pero que en ningún caso ponía en peligro a las especies. “El problema hubiera ido más hacia que las vibraciones pudieran despegar el pegamento que une las dos láminas de acrílico, pero los peces que estaban en esos tanques no se vieron afectados”, apunta. Y añade que los eventos, como pasarelas o galas, son habituales en los acuarios de todo el mundo, incluyendo el de Ciudad de México, el de Boston o Baltimore, en Estados Unidos: “Es una forma frecuente de financiación”.

El acuario de Veracruz maneja unos 5.000 ejemplares, entre los que presume de un pez sierra —una especie prácticamente extinta—, 15 tiburones grandes, 20 pingüinos, cuatro delfines y las grandes estrellas: ocho manatíes. Estos animales, vegetarianos y grandullones, son una especie protegida en México, de la que quedan solo unos 1.000 ejemplares en todo el país. Muy sensibles a la temperatura, huidizos y pacíficos, los manatíes se han convertido en un emblema. Por esa razón, cuando fallecen el protocolo es claro en el acuario: se debe avisar a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) en menos de 48 horas, resguardarlo, realizar la necropsia y certificar la causa de la muerte.

El Gobierno acusa al acuario de ocultar el deceso de uno de ellos. En una denuncia anónima, aparentemente realizada por un trabajador del establecimiento, se critica que el 1 de abril murió Arbolillo, un manatí rescatado hace cinco años, después de que las veterinarias del acuario dejaran sin tratamiento al animal, que ya estaba enfermo y se negaba a comer o beber. Desde el patronato se rechaza esta versión y se califica de “tergiversada”: “Los animales tienen un ciclo de vida”. El caso ha escalado tanto que el gobernador ha llegado a mostrar en sus redes sociales imágenes de un animal calcinado, que asegura se corresponden con este manatí. Ninguna de las dos versiones ha aportado pruebas o datos que permitan respaldarla.

La clausura y el decreto

El 11 de mayo una cinta roja cubrió las puertas del acuario: clausurado. La noticia impactó como una bomba en la región. La medida del Gobierno morenista se terminó de concretar unos días más tarde cuando, con la publicación de un decreto, anunció la extinción del fideicomiso Acuario de Veracruz. En ese decreto, el Ejecutivo anuncia que a partir de ese momento “la dirección, control, administración y supervisión de los bienes y recursos” corresponderán a la Procuraduría Estatal de Protección al Medio Ambiente (PMA), y el establecimiento pasará a denominarse Aquarium del Puerto de Veracruz.

La decisión lleva aparejada algunas dudas técnicas: los permisos y autorizaciones para el funcionamiento del acuario están a nombre de la asociación civil ahora despojada, la PMA no tenía entre sus funciones el manejo de un establecimiento como el acuario, o la partida económica destinada para tramitar los nuevos permisos mientras el establecimiento continúa cerrado.

Varias organizaciones ecologistas, como Earth Mission, han criticado este cierre abrupto. También la Asociación de Zoológicos, Criaderos y Acuarios de México ha salido a la defensa del centro, al que ha calificado como una institución ejemplar: “Hacemos un llamado al Gobierno estatal para que el Acuario Veracruz no sea utilizado como botín económico ni político de nadie. Solicitamos que el bienestar animal y la conservación de vida silvestre sigan siendo las prioridades”.

“Hay muy pocos acuarios que puedan presumir de la seguridad para los organismos como el del Estado de Veracruz. La custodia y cuidado de los organismos es ejemplar. Es un emblema, es el mejor acuario de Latinoamérica”, manifestaba a este periódico Jorge Escobar, presidente de la Federación del Colegio de Biólogos de México. “El hecho de que esté atravesando esta situación inesperada y sin justificación nos hace preocuparnos mucho porque este tipo de procesos generalmente no terminan bien, porque los animales no están preparados para sufrir estos procesos de transición”, apunta este especialista en la protección del área marina.

La respuesta de los defensores del acuario se repite entre los consultados: había procedimientos para revisar y resolver lo que estuviera funcionando mal, incluso sancionar, sin necesidad de echar abajo lo consolidado. El Gobierno de Veracruz no ha respondido a las preguntas de este periódico sobre esta decisión. Sí ha manifestado en un comunicado que se va a mantener en el cargo “a la mayoría de los trabajadores”. De momento, pasan los días y todavía no hay fecha para que uno de los principales acuarios de México reabra sus puertas.

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Beatriz Guillén
Reportera de EL PAÍS en México. Cubre temas sociales, con especial atención en derechos humanos, justicia, migración y violencia contra las mujeres. Graduada en Periodismo por la Universidad de Valencia y Máster de Periodismo en EL PAÍS.

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