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La necesidad de seguir hablando de Ayotzinapa

El podcast ‘Después de Ayotzinapa’ recorre con detalle el caso de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala en 2014: la noche de los hechos, las irregularidades en la investigación y la lucha de los familiares para que se haga justicia

Alejandro Santos Cid
Familiares de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, este marzo en la Ciudad de México.
Familiares de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, este marzo en la Ciudad de México.Mario Guzmán (EFE)

Hablar de Ayotzinapa es hablar de una herida abierta en México. Más de siete años después de que el narco y la policía desaparecieran a 43 estudiantes normalistas en Iguala (Guerrero), las preguntas superan con creces a las respuestas. Se han escrito ríos de tinta, desde artículos de prensa a libros monográficos pasando por documentales que han investigado hasta la extenuación todas las perspectivas posibles del crimen. Y ahora a la lista se añade Después de Ayotzinapa (Adonde Media), un podcast de seis episodios que puede escucharse en Spotify. La serie recorre la historia del caso, desde aquella madrugada del 26 al 27 de septiembre de 2014 hasta la actualidad. Con atención a los pequeños detalles, los enfoques menos explorados, las irregularidades del proceso, los obstáculos gubernamentales y la dignidad de los familiares de los desaparecidos, que no han cesado en su búsqueda de la verdad.

“Nos preguntan mucho por qué hacer un podcast sobre Ayotzinapa ahora, qué aporta nuevo. Entender Ayotzinapa es entender la tragedia más grande que vive México, que es la desaparición forzada. Es un caso que está vivo”, dice por videollamada Olivia Zerón, productora y narradora de la serie. “Tenemos que seguir hablando del caso, indignándonos. No nos puede parecer normal. Hay que recordar que por más que sea el caso paradigmático de desapariciones en México, no dejan de ser solo 43 en un país con más de 90.000 desaparecidos [99.048 de acuerdo con el Registro Nacional]”, añade Inger Díaz-Barriga, editora.

El podcast junta una gran cantidad de voces: los compañeros de los desaparecidos que sobrevivieron a aquella noche; Ómar Gómez Trejo, el actual fiscal del caso, que en aquel entonces formaba parte de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y debido a su denuncia de la versión oficial tuvo que dejar México por seguridad; especialistas del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que investiga la trama; miembros del equipo argentino forense; familiares de las víctimas o periodistas independientes que cubrieron los hechos.

La serie se basa en un podcast en inglés, After Ayotzinapa, del medio digital Reveal y el Archivo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, que fue reporteado y producida por Anayansi Diaz-Cortes y Kate Doyle. La idea de Zerón y Díaz-Barriga fue traducirlo al español y ampliar el contenido. “La historia [de After Ayotzinapa] tenía requerimientos para la audiencia inglesa, pero no era suficiente para la mexicana y latinoamericana. Seguimos sus huellas, respetamos la estructura original, pero alargamos y profundizamos temas que creíamos que no podían dejarse huecos”, cuenta Díaz-Barriga. “Interesaba que en México se entendieran bien los pequeños detalles, pero sin perdernos en ellos”.

La clave de su serie, defienden, es que aporta una perspectiva diferente por la forma en la que está narrada. “Se hicieron documentales y aproximaciones más específicas, pero creo que no se había logrado esta cercanía con los protagonistas, que te contaran su experiencia de manera tan íntima”, argumenta Díaz-Barriga. “La narrativa cercana, casi de conversación, de contar una historia, aunque sea una historia tremenda como esta. Es un relato compuesto de microrrelatos, tiene escenas, tensión, personajes complejos…”, apunta Zerón.

La desaparición

El 26 de septiembre, decenas de estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa —un instituto de magisterio para alumnos pobres, campesinos y a menudo indígenas— tomaron cinco autobuses privados. Pretendían llegar a la manifestación que se celebra el 2 de octubre en Ciudad de México con motivo del asesinato de más de 300 personas en la plaza de Tlatelolco en 1968 a manos del ejército. Pero se encontraron con la policía, y lo que en otro momento se habría quedado en un mero intercambio de insultos, golpes y pedradas, se volvió un tiroteo contra los estudiantes. Daniel Solís y Julio César Ramírez Nava cayeron muertos en el acto. El cuerpo de Julio César Mondragón fue encontrado poco después con huellas de tortura. Otro alumno, Aldo Gutiérrez, lleva desde entonces en una cama de hospital en estado vegetativo. Los 43 se esfumaron sin dejar rastro. Solo los restos de tres de ellos han sido identificados hasta el momento: Jhosivani Guerrero en 2021; Christian Rodríguez en 2020 y Alexander Mora en 2014.

La versión oficial que el Gobierno mexicano, presidido entonces por Enrique Peña Nieto, dio de los hechos, defendía que miembros de la policía aliados con el cartel Guerreros Unidos entregaron los estudiantes a los narcos. Y que ellos los incineraron en el basurero de Cocula para después tirar los restos al río San Juan. A este relato se le llamó la “verdad histórica”, y con los años ha sido refutado por los grupos de expertos independientes y las familias. Los miembros del GIEI denunciaron a finales de marzo que miembros de la Secretaría de Marina manipularon el basurero de Cocula. El principal artífice del montaje, Tomás Zerón, entonces responsable de la investigación, ahora se encuentra huido en Israel, con una solicitud de extradición sobre su cabeza por los cargos de tortura y desaparición forzada.

La verdad es algo que todavía queda lejos. El podcast introduce una hipótesis poco estudiada hasta ahora: los estudiantes tomaron un autobús que utilizaba Guerreros Unidos para llevar droga hasta Chicago, y eso fue lo que desató esa dimensión inédita de brutalidad. “Sabemos lo que no pasó, de lo que pasó estamos en cero”, dice Zerón. “Me gustaría que Ayotzinapa pasara a la historia como ese caso en que la impunidad no pudo asentarse. Aunque nunca se llegue a una verdad completa y absoluta porque se investigó mal desde el principio. Es una deuda que nunca va a poder saldarse”, sentencia.

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Sobre la firma

Alejandro Santos Cid
Reportero en El País México desde 2021. Es licenciado en Antropología Social y Cultural por la Universidad Autónoma de Madrid y máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Cubre la actualidad mexicana con especial interés por temas migratorios, derechos humanos, violencia política y cultura.

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