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Lev Tahor: la caída del “talibán judío”

Tras ser atrapados en México, dos líderes de la secta ultraortodoxa son condenados a 12 años de cárcel en Nueva York por los delitos de secuestro y tráfico sexual

Elías Camhaji
Lev Tahor en San Juan, La Laguna, Guatemala.
Miembros de la secta Lev Tahor en el pueblo de San Juan La Laguna, Guatemala, en 2014.Jorge Lopez (REUTERS)

La pista que delató al “talibán judío” vino de un celular de prepago. La señal satelital interceptada de un teléfono desechable fue el primer indicio que permitió encontrar a dos hermanos menores de edad que habían sido secuestrados por la secta extremista Lev Tahor en Nueva York y permanecían cautivos en un escondite inimaginable: San Miguel Tlaixpán, una comunidad de menos de 15.000 habitantes en el Estado de México. Tres años y medio más tarde de su arresto, los dos miembros de mayor jerarquía en la cúpula del grupo ultraortodoxo han sido sentenciados a 12 años de cárcel en Estados Unidos por los delitos de secuestro y tráfico sexual.

Nachman Helbrans, hijo y sucesor en el poder del fundador de la secta, orquestó el minucioso plan para raptar a los menores. Las víctimas, de hecho, eran hijos de su hermana Sara, que huyó del grupo tras el giro autoritario que había adoptado Lev Tahor bajo el cambio de liderazgo. El cómplice de Helbrans en la conspiración para concretar el secuestro era Mayer Rosner, su mano derecha y segundo al mando del grupo. Los líderes de la secta viajaron por separado miles de kilómetros hasta Woodridge, un pequeño pueblo 140 kilómetros al norte de Manhattan donde se estaban quedando los niños, los subieron a un coche y los secuestraron en la madrugada del 8 de diciembre de 2018.

Sabían que si usaban su vestimenta tradicional, sobrios trajes largos de color negro para los hombres y una especie de túnicas negras, parecidas al burqa, que cubren de pies a cabeza a las mujeres, sería fácil que los atraparan. Así que compraron disfraces, usaron nombres y pasaportes falsos, y dieron rodeos por tierra y por aire para cruzar la frontera hacia México y evitar ser descubiertos. El objetivo principal del plan era regresar a la mayor de los dos hermanos, una niña que entonces tenía 14 años, con su “marido”. El esposo que le había asignado la comunidad a la menor era el hijo de Rosner, implicado también en la trama de secuestro.

En poco más de cuatro décadas de existencia, Lev Tahor ha dejado un rastro de acusaciones por matrimonios forzados entre menores, abusos físicos y sexuales contra niños, y trata de personas. Sus prácticas extremas los han puesto en la mira de todos los países donde se han asentado y les ha valido el sobrenombre de los “talibanes judíos” en la prensa israelí. El secuestro de los niños fue otro episodio más en la larga cadena de escándalos de la secta: fundada y declarada “culto peligroso” en Israel, desterrada de Estados Unidos, fugada de Canadá y asentada en los últimos años en Guatemala y, brevemente, en México.

En el momento del secuestro estaban establecidos en Oratorio, en un remoto campamento en la selva guatemalteca, lejos del escrutinio público y con un cerco vigilado las 24 horas. Los fieles viven en condiciones tan precarias y estrictas, que el más chico de los menores secuestrados, un niño de 12 años, pesaba 34 kilos, según la ficha de desaparición. “No me gusta llamarles talibanes judíos porque creo que estar en Lev Tahor es incluso peor”, aseguraba Yoel Levy, un joven de 20 años que nació y creció dentro del grupo hasta que logró escapar hace unos tres años, en una entrevista con este diario el año pasado. “Sufrí cada día que pasé en la secta”, recordaba Levy, que ha denunciado a la organización por someterlo abusos y humillaciones sistemáticas bajo el pretexto de los preceptos religiosos.

Cuando Yoel tenía 16 años, la comunidad decidió que debía casarse con otra chica de su edad. “Solo te dicen, ‘te vas a casar con ella”, agregó. A su hermano Mendy le ordenaron casarse con una prima. Él tenía 15 y ella, 12 años. “Yo no quería y ella no quería, y a partir de ahí empecé a planear mi escape”, contaba Mendy Levy. Las chicas son sometidas a varias presiones para embarazarse desde que son pequeñas y aumentar el número de feligreses. Lev Tahor, que se traduce del hebrero como corazón puro, tenía hasta antes del juicio unos 300 integrantes.

Lev Tahor
Miembros de Lev Tahor en el aeropuerto de La Aurora, Guatemala, el año pasado.

Después de ubicarlos en cámaras de seguridad de varios hoteles de paso en territorio mexicano e interceptar los teléfonos de los líderes del grupo, se lanzó un operativo internacional en el que participaron el FBI, la extinta Policía Federal de México, policías estatales y personal diplomático. Helbrans, Rosner y cuatro colaboradores fueron arrestados y eventualmente deportados a Estados Unidos. Los niños, asustados por la irrupción del comando internacional en la casa de seguridad, se escondieron en un clóset y no fueron encontrados por los agentes. Fue hasta finales de 2018 que se produjo el rescate en un motel de Tenango del Aire, a 4.000 kilómetros de donde habían sido secuestrados.

Durante ese viaje a México, la cúpula de Lev Tahor hizo una petición de asilo en la Embajada de la República Islámica de Irán y juró sumisión al Ayatolá, pero la solicitud no se concretó. El grupo ha iniciado una diáspora por todo el mundo en los últimos tres años: han sido identificados en el Kurdistán iraquí, Turquía, Rumania y Moldavia, y más recientemente en Bosnia y Macedonia del Norte. La estrategia de la cúpula ha sido dividir familias y enviar a distintos miembros a países diferentes, con el fin de evitar deserciones. Los líderes de Lev Tahor asumieron su propia defensa en los tribunales, se han dicho presas de “persecución religiosa” y se han referido a los agentes que los arrestaron como los “bandidos mexicanos”. Los feligreses que permanecen en el grupo han sido expulsados de prácticamente todos los sitios donde han intentado llegar, de acuerdo con fuentes cercanas al proceso judicial.

Esas mismas fuentes ven con optimismo el fallo dado hace un par de semanas en la Corte del Distrito Sur de Nueva York, pero lamentan que la sentencia se ha quedado corta. Lev Tahor enfrenta otro juicio en Guatemala, que ha recibido amplia cobertura mediática, pero está prácticamente estancado. Las últimas alertas de desaparición de menores en el país centroamericano a manos de la secta se emitieron hace apenas unos meses. El propio Shlomo Helbrans, el creador de la organización, fue condenado por el secuestro de otro joven en el Estado de Nueva York en los años noventa. El fundador murió en circunstancias extrañas en julio de 2017, tras ahogarse mientras realizaba un ritual en el río Shujubal, en Chiapas, en el sur de México.

Todavía en medio del proceso judicial en EE UU, otros miembros de la secta intentaron en dos ocasiones nuevos secuestros contra los sobrinos de Helbrans, pero fracasaron. “Ningún niño debe ser forzado a tener relaciones sexuales”, se lee en un comunicado del Departamento de Justicia estadounidense. “Estas sentencias envían un mensaje claro: quienes secuestran y explotan sexualmente a niños serán perseguidos y castigados con todo el peso de la ley”, se agrega.

Tras el encarcelamiento de los líderes, el futuro del grupo es una incógnita y lo más probable es que varios miembros busquen seguir de forma discreta, ahora con los reflectores de la prensa más lejos. Pero también cada vez más personas que estuvieron en la comunidad salen del aislamiento y los abusos a los que fueron sometidos con la esperanza de vivir en libertad, lejos de las garras del “talibán judío”.

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Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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