_
_
_
_
_

La literatura del nuevo amor

Tres escritores de Argentina, México y Perú conversan en la FIL de libros atravesados por los debates contemporáneos sobre la pareja, el matrimonio o la familia

David Marcial Pérez
escritoras Aura García-Junco, Tamara Tenenbaum y el escritor peruano Jaime Rodriguez Feria Internacional del libro de Guadalajara
Aura García-Junco, Tamara Tenenbaum y el escritor peruano Jaime Rodríguez durante una conversación el 2 de diciembre en la FIL.Hector Guerrero

Ese viejo asunto que siempre vuelve. El amor y sus consecuencias —la pareja, el matrimonio, la familia— sigue muy presente en la literatura reflexionando sobre cómo entendemos hoy los afectos y los vínculos. La argentina Tamara Tenenbaum, la mexicana Aura García-Junco y el peruano Jaime Rodríguez han publicado ensayos y novelas recientes sobre el tema. En el marco de la FIL de Guadalajara, se sentaron con EL PAÍS —en el caso de Rodríguez por teleconferencia— para analizar los libros que andan repensando la monogamia y el resto de patrones del amor romántico, dándole vueltas a la maternidad, la crianza o la masculinidad tradicional.

Pregunta: En el ensayo de García-Junco hay referencias explícitas al Arte de amar, de Ovidio. ¿Cómo dialoga la literatura contemporánea del amor con la tradición?

Aura García-Junco: Ovidio en su época era muy transgresor. Por ejemplo, con personajes femeninos súper fuertes. Ahora parece retrógrado pero nos sirve para ver a través del tiempo las cosas que han sido un continuo y las que se tienen que ir rompiendo. Me pareció el mejor lugar de donde a partir en esta historia de la literatura amorosa

Tamara Tenenbaum: Hay muchísimos textos súper interesantes que se pueden retomar y dialogar con ellos. Ana Karenina, Madame Bovary, las novelas de infidelidad, las novelas de Voltaire. En el siglo XIX hay un montón de novelas de adulterio, lo cual te habla de que estaban pensando en el tema a través de esas cosas. Ahora, por ejemplo, vivimos en un momento en el que mucha gente escribe novelas de divorcio.

Jaime Rodríguez: Hay mucha gente en contra de revisar según qué novela. El ejemplo más paradigmático es Lolita. Creo que es más interesante agregar capas de entendimiento, de interpretación. Revisar la literatura universal es la única forma en que creo que podemos generar nueva literatura con otras representaciones del amor y de la afectividad.

P. ¿Es posible trabajar estos temas fuera del ensayo o la autoficción, más allá de la literatura del yo?

A.G.J.: Pienso que si lo que quieres es pensar, en este caso las relaciones, a veces es mejor escribir un ensayo que escribir ficción. Porque a veces la idea puede quedar demasiado adelante de la ficción. Las ficciones tienen que ser más abiertas. Hay un riesgo de convertir una ficción en un panfleto. Luego está el auge de la novela del yo que muchas veces renuncia a narrar como una polifonía que permita tener más puntos de vista. Pienso por ejemplo en Ana Karenina, donde cada personaje demuestra una postura psicológica muy clara y al mismo tiempo nunca pierde el hilo de la ficción.

Tres autores a vueltas con el amor

Tamara Tenenbaum. Buenos Aires, 1989. Narradora, poeta y periodista. Es autora del reciente ensayo El fin del amor (Ariel)

Aura García-Junco. Ciudad de México, 1988. Escribe narrativa, ensayo y es traductora. Su último ensayo es El día que aprendí que no sé amar (Seix Barral)

Jaime Rodríguez, Lima, 1973. Narrador, poeta, editor y periodista. Su última novela es Solo quedamos nosotros (Galaxia Gutenberg)

J.R.: Sigue habiendo mucha más ficción pura y dura que de autoficción. Pero sí creo que ahí hay cosas que solo se pueden contar desde el yo y que depende del grado de riesgo que quieras asumir tú como escritor. Aunque a mi, como hombre machista, me interesa más el tema, por ejemplo, del amor romántico y su toxicidad en la literatura. El haber dejado que estas formas se impongan en lo que entendemos como literatura de amor. Que temas como cazar una ballena sean considerados literatura universal y una relación de madres e hijas, como aparecen en Apegos feroces de Vivian Gornik, por ejemplo, sea literatura de mujeres. Los escritores tendríamos que empezar a pensar, desde nuestra condición de personas machistas, como no caer en estos parámetros con los que se ha construido la literatura del amor y el desamor más allá de si es autoficción o no.

P. ¿Qué ejemplos de novelas consideran que ya están rompiendo con esos patrones?

A.G.J.: Por ejemplo, Mátate, amor, de Ariana Harwicz, me parece una novela que difícilmente se hubiera podido escribir en otro siglo. Habla de una maternidad muy enrarecida y a la vez de una relación romántica brutal y violenta. También acabo de leer Caliente de Luna Miguel, que rompe la estructura convencional del ensayo para hablar la sexualidad femenina.

J.R.: Estaba pensando en una novela que se publicó hace tres años. Asimetría, de Elisa Halliday. Es la historia de una joven editora, de 27 años, que empieza a tener un vínculo sexual con un autor muy mayor, uno de los más importantes de la editorial, Philip Roth, de más 70 años. No es una novela de denuncia en ningún sentido.

T.T.: Estoy de acuerdo. Tiene un pensamiento muy sutil sobre sobre una relación que obvio es asimétrica, pero con muchas aristas. Porque ella es una chica joven, bonita, con todas las puertas abiertas y él es un anciano. Las asimetrías van por todas partes. Trabaja muy bien un montón de sutilezas en relación con el poder y la sexualidad desde un lugar que me interesa bastante y que no es el de la denuncia.

P. ¿Qué ejemplos han encontrado en la poesía?

J.R.: Luna Miguel también tiene un libro que se llama Poesía masculina realmente extraordinario. Usa la voz de su expareja, que sería la voz poética, para escribir los poemas. Se apropia de la voz de su pareja para hablar a veces de ella misma. También es un juego de espejos sobre la masculinidad realmente brillante. Y por otro lado, Anne Carson y La belleza del marido me parecen una respuesta brillantísima a Cartas de cumpleaños de Ted Hughes, que escribe a Silvia Plath. Ellos son la pareja literaria monógama por antonomasia. Y ya sabemos cómo acabó aquello. Es un libro que a mí de muy joven, me fascinó, me marcó mucho. Y ahora, en esa labor de reinterpretación, exuda una profunda masculinidad que puede ser bastante tóxica, esa especie de avasallamiento constante, disfrazado de amor y de devoción. Me parece que en esos dos libros puestos en relación abre una reflexión interesantísima por estas cosas que estamos hablando.

P. ¿Hasta qué punto estas reflexiones sobre las relaciones afectivas suponen un cierto privilegio de la clase media o alta y cómo podría influir esto en su literatura?

A.G.J.: Sí, pienso por ejemplo en lo que dice Brigitte Vasallo sobre en qué espacios el lenguaje inclusivo se considera pertinente o una prioridad. Es difícil hablar de relaciones no monógamas en espacios en los que impera una violencia que tiene mucho que ver con papeles de género muy fijos y hay mucha literatura que habla de eso. Por ejemplo, en contextos en los que hay mucho narco, las relaciones entre géneros se vuelven muy fijas. Fuera de ciertos círculos se vuelve incluso peligroso hablar de cierto tipo de relaciones.

T.T.: Yo creo que en general se trata más bien al revés. Cuando Foucault trata de buscar la explicación a la represión victoriana desmonta la hipótesis marxista de que es algo que los burgueses arman para tener controlados a los trabajadores. Él dice que los reprimidos son los burgueses y que los trabajadores tiene una vida sexual mucho más libre. Lo que pasa es que no hay un discurso sobre eso necesariamente. No una elaboración teórica por su parte. Y, claro, toda la literatura hoy es elitista, al menos en América Latina. Acceder a la literatura y a las discusiones sobre literatura ya es algo que no es de masas. Quizás lo fue en algún momento y hoy no lo es.

J.R.: Qué importante es la transversalidad. Es difícil entender este tipo de cosas, lo digo como inmigrante peruano en España, sin pensar, por ejemplo, en el racismo o en el colonialismo. Hablar de ser un hombre machista en Perú no puede ser lo mismo que hacerlo en París, por ejemplo. Yo creo que para pensar estos temas desde Latinoamérica es importantísimo el pensamiento decolonial.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS México y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este país

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_