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Vivien Withington, el rostro de la impunidad de las mujeres violadas en México

La joven de 29 años abandera su caso para denunciar un sistema jurídico que dejó libre a su agresor pese a haber presentado pruebas de que la violó en Quintana Roo

Micaela Varela
Vivien Withington, la joven cozumeleña que denunció ante medios de comunicación un caso de presunta corrupción por parte del juez que dejó en libertad a su violador en Quintana Roo (México).
Vivien Withington, la joven cozumeleña que denunció ante medios de comunicación un caso de presunta corrupción por parte del juez que dejó en libertad a su violador en Quintana Roo (México).RS FACEBOOK

Cuando Vivien Withington descubrió que el juez había dejado en libertad a su presunto violador, decidió no convertirse en una víctima más sin justicia en México. Armada de rabia, decidió transformar su caso en una denuncia pública social hacia el sistema jurídico que descartó el informe forense de sus lesiones internas, su declaración, el informe psicológico que determinó el trauma y las imágenes de las cámaras del hotel de Playa del Carmen, Quintana Roo donde ocurrió la agresión. Con todo, el criterio del juez que liberó a su presunto violador porque no tenía moratones externos primó más que el acumulado de las pruebas que ella presentó. Ahora, el sospechoso se encuentra fuera del país, pero Withington, gracias a su campaña en redes sociales, ha conocido a más víctimas del mismo hombre. Su caso es una llamada de atención para el país, donde el 90% de los delitos quedan en impunidad y las mujeres que han sido violadas alcanzan la preocupante cifra de 10.458 en lo que va de 2021.

En México se estima que 10,5 mujeres son asesinadas cada día. Sin embargo, las violaciones arrojan cifras más indignantes: 58 violaciones a nivel nacional cada 24 horas en 2021, un considerable aumento del ritmo llevó el año anterior con 45 víctimas diarias. Por tasa de población, Quintana Roo es el Estado que acumula más violaciones de mujeres por habitante. Withington entró en la estadística el pasado 1 de abril.

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No tardó ni un día en denunciar que Daniel Levitan —un turista en Quintana Roo de 26 años con nacionalidad israelita— que presuntamente la violó en el Hotel Panama Jack Resort. Las cámaras del lugar muestran a Withington salir de una habitación en llanto para pedir ayuda en la recepción, según narra su abogado, César Ake. Ese mismo día llegó a su casa y se lo contó a su familia. Un médico amigo suyo le ordenó que no se duchara y que no tirara la ropa que todavía guardaba olores. La animó a denunciar dentro de las 24 horas de la agresión, un acto que muchas víctimas no pueden hacer por la vergüenza y el trauma.

Withington no habla en público sobre la agresión, insiste en que dar detalles del incidente la revictimiza. “Todos aquí sabemos que significa cuando a una mujer la violan”, insiste. La declaración que dio ante el Ministerio Público un día después del delito es suficiente. Allí también le hicieron una prueba forense donde se determina una lesión vaginal interna con sangrado. Además, el examen psicológico demostró que tenía secuelas compatibles con el trauma de una víctima de violación. Estos dos peritajes realizados inmediatamente después de la agresión, añadidos a las imágenes de las cámaras de seguridad del hotel y su declaración, le daban una acusación sólida. Lo suficientemente cimentada como para detener a Levitan y mantenerle en prisión preventiva nueve días después de la supuesta agresión.

El juez de control del caso, Diego Emmanuel Peniche Caro, consideró las pruebas, pero la defensa del acusado usó un último recurso: la opinión técnica de un médico privado que concluía que al no haber lesiones físicas externas —como moretones o rasguños— no existió la violación, independientemente de las lesiones internas. El 21 de julio, Levitan quedó en libertad y Withington emprendió una lucha social para reclamar Justicia y denunciar la posible parcialidad del juez. “Decidió arbitrariamente darle libertad a una persona extranjera que me violó y que me intento matar, y que muy probablemente a estas horas debe estar abandonando nuestro hermoso país. Es una situación donde plenamente se ve la injusticia, y posible corrupción”, denunció en un comunicado.

A través de una campaña por redes sociales, su rostro se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la impunidad en delitos sexuales hacia las mujeres mexicanas. “Jamás me quise exponer, jamás quise ser la violada de Cozumel”, cuenta Withington por teléfono. “No me quedó de otra que buscar a los medios y apoyarme en mis seres queridos para hacer presión social y llegar a la justicia. No sé cuándo voy a llegar ahí, pero esa es mi meta final. No quiero que ninguna mujer viva el infierno que yo he vivido”, añade en un tono de indignación por “los hombres que violan y se salen con la suya”. La comunidad de apoyo que se formó en Twitter consiguió incluso una foto sacada de las redes sociales de Levitan, se han manifestado en varias ciudades del país e incluso encontrar más víctimas. “Me consta que es un violador serial, tres personas más me han contactado tras ver su foto y me han descrito el mismo modus operandi”, sentencia. Por desgracia, el miedo y la vergüenza les impide denunciar.

Su abogado consiguió apelar la decisión del juez que puso en libertad al sospechoso. El órgano disciplinario judicial, el Consejo de Judicatura, ha suspendido al juez Peniche Caro y han iniciado una investigación para esclarecer qué irregularidad se ha cometido. Sin embargo, la medida llega tarde. Levitan ha salido de México y se ha convertido en un prófugo más de la justicia en Israel, como ya ocurrió en los casos de Andrés Roemer o Tomás Zerón. El siguiente paso es esperar a que decida salir de su país para que la Interpol le intercepte en la frontera, algo que mantiene con esperanzas a Ake. Mientras tanto, Withington continúa su campaña en redes sociales encerrada en su casa, amenazada por la comunidad israelita de Cozumel y con miedo de salir al exterior. Con todo, mantiene la esperanza. “Este caso no se va a quedar así”, sentencia.

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Sobre la firma

Micaela Varela
Es periodista de EL PAÍS en Ciudad de México. Nacida en Argentina y criada en Valencia, España. Graduada en la carrera de Periodismo en la Universitat Jaume I y máster de Periodismo en EL PAÍS. Trabaja en la mesa digital de América y escribe sobre derechos humanos, sociedad y cultura.

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