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Columna
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Në'ëjpy. La sangre de la tierra

Mientras el agua se concesiona al servicio del crecimiento económico capitalista, la población más vulnerable y en pobreza es expuesta a la escasez de un líquido fundamental para nuestra existencia

Yásnaya Elena A. Gil
Incendios forestales en el norte de México
Un incendio en el bosque entre Coahuila y Nuevo León este martes.Miguel Sierra (EFE)

Viviendo en las tierras altas de la Región Mixe, mis contactos iniciales con los cuerpos de agua poco tuvieron que ver con los ríos caudalosos que se extienden, navegables, ante la vista de los pobladores de las tierras bajas. En las montañas, el agua toma forma de manantiales que destilan arroyos, ríos subterráneos que, de pronto y según los caprichos de nuestra accidentada geografía, se asoman al día en la superficie de la tierra y brotan hacia el sol. De estos manantiales hemos bebido desde siempre en las tierras altas. El agua toma también la forma de mares de neblina espesa que se depositan como algodones entre cerro y cerro o que cubren los pueblos penetrando y humedeciéndolo todo. Al rededor del agua, el pensamiento mixe ha construido una serie de significados predeciblemente asociados con la vida.

Los manantiales son lugares amääy/maxän (delicados/ sagrados) cuidados por una serpiente que aparece ante la vista humana en ocasiones especiales. Cada manantial se encuentra protegida por su serpiente y son también pararrayos peligrosos si se retira la vegetación cercana que la protege. Si el manantial mira directo al cielo no puede evitar llamar a los rayos. Los mayores nos indicaban una y otra vez que al agua se le debe respeto, decenas de historias y de anécdotas nos prevenían de pelear dentro de un arroyo o decir palabras groseras mientras chapoteábamos dentro de los pequeños cuerpos de agua de la sierra. Las imágenes eran potentes: el agua enojada convertía su piel en temibles serpientes “petate” de piel entretejida y rugosa que atacaban a la persona que había ofendido al agua, la enredaban hasta llevarla hasta lo más profundo en donde desaparecía para siempre.

Entre los pueblos mesoamericanos, las historias en torno del agua evidencian una relación compleja con este elemento vital. Las distintas y variadas ceremonias de petición de lluvia muestran otras visiones sobre el ciclo del agua y sobre su uso. José Ángel Rivas es un defensor de bosques en la sierra Tarahumara, pertenece al pueblo o’dam también conocido como pueblo tepehuano en el norte del país. En el primer episodio de la serie de cortos documentales llamada El Tema que trata sobre el agua, Ángel especifica que para los o’dam, en los bosques habita un ser viviente que se encarga de sacar la lluvia, de sacar agua que nombran como “la sangre de la tierra”. Además de Ángel, existen en el país muchas personas defensoras de bosques, del agua y del medio ambiente, una buena parte pertenece a pueblos indígenas. La defensa del bosque y del agua está enmarcada, como lo expresa Ángel, en una red de significados que en muchas ocasiones ha sido señalado como pensamiento mágico, pensamiento religioso que no tienen mayor valor que el de una curiosidad antropológica.

Mientras que, de un lado tenemos una diversidad de concepciones del agua que han sido tachadas de pensamiento mágico e inútil a los ideales del progreso y el desarrollo occidental, del otro lado encontramos la idea de que el agua es una mercancía, esto a pesar de que nadie, persona o empresa, manufactura agua. El agua es un bien común. El agua dulce, necesaria para la vida humana, se crea dentro de un complejo ciclo en el que interviene el mar, el cielo y los bosques por mencionar solo algunos elementos. El ciclo que permite la existencia del agua no le pertenece a nadie. En este sentido, ¿no parece profundamente irracional convertir el agua que no ha sido manufacturada por nadie en mercancía?

Si utilizamos “pensamiento mágico” en sentido despectivo como se ha hecho comúnmente refiriéndose a los significados que otras culturas le han dado al agua, ¿podríamos decir que, en todo caso, pensamiento mágico es convertir agua en un producto a la venta? ¿No es esa conversión un acto de barbarie? Mientras empresas embotelladoras de agua extraen el bien común que es el agua y la meten en contenedores de PET para generar ganancias económicas, pueblos completos sufren por la falta de acceso a este derecho humano fundamental. Mientras el agua se concesiona al servicio del crecimiento económico capitalista, la población más vulnerable y en pobreza es expuesta a la escasez de un líquido fundamental para nuestra existencia. Por otro lado, el peligro de extraer gas del subsuelo por medio de la técnica conocida como fracking o fractura hidráulica no ha sido conjurado aun en México, de realizarse, cada pozo necesitará entre 9 y 29 millones de litros de agua para producir un combustible fósil cuyo uso incrementa la emergencia climática que, a su vez, provoca estrés hídrico. ¿Qué ideas son más irracionales y perniciosas para la existencia humana?

Ante un funcionario de la Comisión Nacional del Agua, en una ocasión, tratamos de explicar los significados culturales del agua para la cultura mixe y la respuesta fue contundente: “aquí venimos a escuchar propuestas de soluciones dentro del marco de la ley”. La actual Ley de Aguas Nacionales evidencia varios problemas y permite conceder excesivas concesiones a empresas que despilfarran el agua; a pesar de que hay una propuesta ciudadana que privilegia una visión de derechos humanos, lamentablemente, han pasado los años y esta ley no ha sido aprobada. Muchas veces desde pueblos, luchas y lenguas indígenas tenemos que “traducir” nuestros deseos, conceptos y categorías a un lenguaje de “derechos” por que, de lo contrario, corremos el riesgo de ser desacreditados por considerar estas ideas como “pensamiento mágico” o detalle folclórico. Así que optamos por adaptarnos para que les sea comprensible: decimos “derecho humano al agua” porque de otro modo, nuestros códigos y sistemas de pensamiento no pueden siquiera ser tomados en serio. En la defensa de los bienes comunes, entre ellos el agua, además de explicar que es la “sangre de la tierra”, tenemos que trasladar la importancia que esto tiene para nuestros pueblos al lenguaje del derecho positivo.Sin embrago, es nuestro lenguaje, son estas otras cosmovisiones, las que pueden conjurar el desastre que la emergencia climática augura en un futuro muy próximo; son estas ideas tan discriminadas las que pueden permitirnos escuchar cómo el planeta nos está gritando que el mecano que convierte bienes naturales en propiedad privada provee de un futuro distópico. Hablemos pues en derecho positivo sin olvidar que, cuando el agua enfurece crea un remolino de serpientes petate que nos puede llevar al abismo.

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