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México apuesta por 10 millones de dosis de Sinovac contra el coronavirus

La vacuna china emerge como una opción ante el desabastecimiento de las últimas semanas. Se espera que el primer envío de 200.000 viales llegue a finales de febrero

Elías Camhaji
Vacuna de Sinovac Mexico
Una enfermera aplica una vacuna de Sinovac en Santiago de Chile.Alberto Valdés (EFE)

La última vacuna que México ha sumado a su portafolio ha llegado sin hacer mucho ruido y de forma inesperada. Los nombres de AstraZeneca, Pfizer, CanSino y Sputnik V han estado en el radar de la prensa por meses, pero desde la semana pasada se habla cada vez más de la opción de Sinovac, ante los imprevistos que han afectado el flujo mundial de dosis y una pandemia que ya ha dejado casi dos millones de contagios confirmados en el país. Un contrato de intención de compra entre la farmacéutica y las autoridades mexicanas contempla la llegada de 10 millones de dosis, afirma en entrevista Martha Delgado, subsecretaria de Asuntos Multilaterales. La vacuna china, con un primer envío al país de 200.000 dosis previsto para finales de febrero, ha encontrado un sherpa igualmente insospechado en su camino hacia Latinoamérica: el Gobierno de Sebastián Piñera en Chile, que en los últimos días ha estado en pláticas para compartir su expediente regulatorio con otros cinco países de la región.

Sinovac, que usa el nombre comercial de Coronavac, ha sido en apariencia la vacuna con el camino más corto hacia México. “Tenemos una nueva vacuna en el horizonte, que es la vacuna de Sinovac”, dijo apenas el pasado 5 de febrero, Hugo López-Gatell, el portavoz mexicano para la pandemia. El subsecretario de Salud agregó que el fármaco había tenido ensayos clínicos en Brasil y Chile. En el país andino se aprobó para su uso de emergencia el pasado 20 de enero. López-Gatell mencionó en esa conferencia de prensa, casi de paso, que ya se estaba en contacto con el ente regulador chileno para analizar el expediente técnico.

Un día después, el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, publicó en Twitter la base del acuerdo: Chile compartiría su experiencia con Sinovac y México haría lo propio con la Sputnik V, aprobada esa misma semana en el país. La vacuna rusa se sumó al portafolio mexicano apenas este año a través del eje Ciudad de México-Buenos Aires-Moscú, con Argentina fungiendo como intermediario. Días después se buscaba replicar la fórmula, ahora con otros protagonistas: México-Santiago-Pekín. El mes pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador sostuvo dos llamadas con el embajador chino. “El contrato de precompra se firmó este año”, comenta Delgado, “se usó el mismo expediente que en Chile”.

El pacto de compartir información se fraguó en enero, en una serie de conversaciones de la Alianza del Pacífico, una iniciativa multilateral entre México, Chile, Perú y Colombia. “Hemos estados muy preocupados de tener una posición coordinada y regional frente a situaciones que podían afectarnos, como las restricciones de exportación de la Unión Europea, dado que todos tenemos contratos con Pfizer”, cuenta Rodrigo Yáñez, subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería chilena.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó esta semana que más de tres cuartas partes de las 128 millones de vacunas administradas en todo el mundo se concentran en 10 países, que representan el 60% del PIB global. “Ha sido muy complejo enfrentar esta sequía de llegada de vacunas”, admite Delgado, que achaca la escasez a los problemas de producción de los laboratorios y a un “fenómeno de acaparamiento”.

En esa conferencia del 5 de febrero, López-Gatell se veía obligado a reconocer que habían pasado tres semanas sin que llegara una sola dosis de Pfizer y apenas el pasado lunes, Ebrard daba a conocer que Europa había concedido un permiso de exportación de vacunas a México para que llegara el primer embarque en un mes desde Bélgica. En paralelo, se le estaba dando la vuelta a los problemas de suministro y para el pasado miércoles, el Gobierno de López Obrador anunciaba que la Coronavac había sido autorizada para aplicarse en el país.

Frente a bambalinas, pasaron menos de cinco días entre el anuncio y la aprobación. “Lo que se ve muy rápido en realidad no lo es”, aclara Delgado, “hemos explorado vacunas de 18 a 20 laboratorios diferentes desde junio de 2020, pero el proceso de aprobación ha tardado todos estos meses”. Chile se interesó abiertamente desde mediados del año pasado en el prototipo de Sinovac, que entonces sondeaba varias partes del mundo para hacer sus pruebas clínicas: Brasil, Indonesia y Turquía fueron los elegidos.

Chile, con una población de cerca de 19 millones de habitantes, quizá no era un mercado demasiado atractivo para muchas farmacéuticas y, de forma similar a México, al no tener una infraestructura científica que le permitiera desarrollar con urgencia una vacuna propia, apostó por ofrecer voluntarios para ganar acceso a las primeras dosis. Al menos 400 de 40.000 participantes en la fase 3 fueron chilenos, con una participación directa de la Universidad Católica (privada) como organizadora de las pruebas clínicas.

Los ensayos clínicos de Sinovac han tenido contratiempos, como fue el caso con otras vacunas. La principal polémica ha sido los diferentes resultados de efectividad en cada país. En Turquía, datos preliminares le daban un 91,25% de eficacia. En Indonesia, en cambio, solo un 65,3%. En Brasil informaron primero de un 78% de efectividad, pero el pasado enero ese porcentaje bajó hasta un 50,4% después de incluir los datos de más participantes, apenas por encima del 50% que exige la OMS para las vacunas contra el coronavirus. En noviembre, los ensayos se suspendieron después de que un participante brasileño muriera, aunque después se determinó que el deceso no tenía relación con la vacuna. “Mi principal preocupación es la efectividad”, dice Roselyn Lemus-Martin, doctora en Biología molecular y celular por la Universidad de Oxford, “está en el límite”.

De todos los punteros en la carrera por la vacuna, la Coronavac es la que usa la tecnología más tradicional, explica Lemus-Martin. Es una vacuna de virus inactivado, similar a la que se desarrolló en el pasado contra la polio o la hepatitis A. En este caso, los desarrolladores inyectaron el coronavirus en células de riñón de mono y lo trataron con químicos para que dejara de replicarse. Esos virus inactivos se inoculan al paciente para que empiece a generar anticuerpos contra la covid-19. Necesita dos aplicaciones. Aunque muchas personas se muestran temerosas de que “les inyecten el virus”, se trata de una vacuna como “las de toda la vida”, apunta Lemus-Martin. “El mundo está volteando a ver a China porque tiene vacunas baratas, se transportan fácilmente y tienen capacidad para producirlas de forma masiva”, agrega la especialista. Sinovac, la quinta vacuna aprobada en México, planea tener 300 millones de dosis para final de año fabricadas en una planta nueva en China.

Yáñez dice que los acuerdos de confidencialidad le impiden revelar el precio, aunque asegura que es “competitivo” y acorde al promedio que sugiere el mecanismo Covax de alrededor de 11 dólares por dosis: más cara que la de AstraZeneca, pero más barata que la de Pfizer. El hecho de que fuera una vacuna “tradicional” no era un problema para el Gobierno de Piñera, al contrario. En un momento inédito de desarrollo de prototipos contrarreloj, Chile buscaba certezas. Tras una visita a Pekín de funcionarios chilenos en noviembre, el Gobierno acordó la compra de 10 millones de dosis para este año, con suministro preferente al ser uno de los primeros en confiar en Sinovac.

En un momento marcado por la escasez, Chile ha emergido como un ejemplo de éxito de vacunación en la región. “Hoy superamos el millón de personas vacunadas. Tenemos un millón de razones, la mayoría de ellas adultos mayores, para estar contentos”, escribió Piñera en Twitter el pasado martes. El país tiene 35 millones de dosis aseguradas a través de tratos con Pfizer, AstraZeneca, Johnson&Johnson y Sinovac.

Yáñez señala que el acuerdo con la vacuna china es multianual y que espera recibir hasta 60 millones de dosis en tres años. “Estamos convencidos de que será una enfermedad endémica y que necesitaremos las vacunas por varios años”, apunta. Es una apuesta aparentemente segura ante los problemas de acceso mundiales, pero de cierto modo riesgosa ante el surgimiento de variantes del virus, por ejemplo, dice Lemus-Martin.

Los problemas de eficacia y de suministro que ha sufrido China han sido blanco de críticas en Occidente. Las potencias no han abandonado la competencia geopolítica, económica y científica de la vacuna. América Latina mira la contienda desde fuera, sin mucho interés en entrar en debates ideológicos. “Tenemos acuerdos en todas las latitudes”, dice Delgado. “No es que México volteara a China, no son relaciones nuevas”, agrega, “una diplomacia solidaria y no tan ideológica te puede dar estas posibilidades”. Delgado dice que la vacuna de CanSino, que esta semana se aprobó también y que envió un primer embarque de dos millones de dosis a granel, puede convertirse en la base de un acuerdo similar al que se llegó con AstraZeneca en agosto, para enviar dosis envasadas en México a otros países de la región. De igual forma, México tantea otras tres vacunas chinas, dice la funcionaria.

El Gobierno de Piñera, un político de derecha, no tiene problemas en hacer tratos con el gigante asiático, que es a final de cuentas su principal socio comercial. Tampoco en compartir su expediente con el Gobierno de López Obrador, aparentemente en otro punto del espectro político. “La pandemia es un desafío global, regional y en eso los colores políticos tienen que ser dejados de lado, lo mismo con las vacunas”, afirma Yáñez. A Chile le interesa la Sputnik V para seguir con el flujo de vacunas y evitar imprevistos: “El presidente nos ha pedido pensar en planes alternativos y tenerlos siempre a disposición en caso de que sea necesario”.

No estuvo contemplado que una delegación mexicana viajara a Santiago, los intercambios fueron electrónicos. El dossier chileno está en pláticas para llegar a Colombia, Perú, Ecuador, Uruguay y Guyana. En el caso de México, de acuerdo con la Cancillería, se espera que en marzo se reciban alrededor de 1,8 millones de dosis adicionales, que están en preparación.

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Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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