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Estadounidenses que votan desde México: “Soy de Texas, tengo armas y sé cómo usarlas”

El racismo, la economía o la pandemia movilizan el voto de los estadounidenses que residen más allá de la frontera sur del país

Ignacio Gallello
Una papeleta de voto por correo para las presidenciales en Estados Unidos. RISHI DEKA / ZUMA PRESS /
Una papeleta de voto por correo para las presidenciales en Estados Unidos. RISHI DEKA / ZUMA PRESS /Europa Press

El voto por correo para las próximas elecciones estadounidenses está siendo masivo. La afluencia de votantes se ha visto espoleada ante las proclamas tanto del partido republicano como del demócrata, que han bautizado estas elecciones como las “más importantes de la historia”. Desde México, cientos de miles de personas con la ciudadanía también están llamados a votar. Cuestiones como el racismo, la brutalidad policial, la política migratoria o la gestión de la pandemia han movilizado ya a millones de votantes, mientras Donald Trump busca un segundo mandato y Joe Biden se presenta como la única esperanza para acabar con cuatro años de turbulencias y exabruptos políticos. Algunos votantes demócratas, como Caroline Peifer, afirman no estar muy entusiasmados con su candidato, pero la determinación es clara: “La verdad, voto por quien sea menos por Trump”.

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Una médico que trabaja a distancia para EE UU desde México, y que prefiere no dar su nombre, se declara una ferviente defensora de las políticas de Trump, por quien ya ha votado. “Soy de Texas, y sí, tengo armas y sé cómo usarlas [ríe]”, bromea. Esta mujer apunta a la economía como una de las cosas que mejor ha gestionado Trump. “Modificó el NAFTA, que ha beneficiado también a México y Canadá”, comenta. Tampoco tiene dudas de que la política contra la pandemia ha sido impecable: “Prohibió los vuelos internacionales cuando todo empezaba y así combatió la enfermedad”. Pero, por encima de todo, es partidaria de Trump porque no es “alguien que se haya dedicado siempre a la política” y eso lo aleja de la gran mayoría política “corrupta” de Estados unidos. Cree que su opción ganará gracias al voto oculto, pero también piensa, “aunque no lo deseo”, que en dos semanas habrá una guerra civil en su país: “Estoy convencida”. Se fue a vivir a México en 2006, para tener una vida “despreocupada”, pero si gana Trump sopesará volver a Estados Unidos. “Justo al contrario que mucha gente ahora mismo”, afirma.

El número de estadounidenses residentes en el país de Lázaro Cárdenas varía según la fuente consultada. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía de México, en una encuesta demográfica de 2018, refleja que los estadounidenses representan el 74,4% de los extranjeros residentes en México. Esto supone una cifra alrededor de los 750.000. Sin embargo, otras organizaciones como la American Society de México, elevan esa cifra hasta los dos millones, según su página web.

Peifer, que vive en México desde hace 33 años, se casó con un mexicano. Reside en Cancún y se dedica al diseño de interiores. Es de Michigan, uno de los estados decisivos donde se concentra la clase trabajadora de la gran industria estadounidense del automóvil, que en las anteriores elecciones apoyó a Trump. “No me gustaba [Trump] hace 20 años y mucho menos ahora”, dice. Cree que la gestión de la pandemia ha sido inexistente. “No tienen ningún plan, negaba incluso su existencia [la del virus]”. No ve en el candidato republicano una opción de Gobierno para el futuro porque no ve ninguna dirección en su mandato: “Habla por hablar, nunca ha propuesto nada concreto”, opina. Aunque ella vive en México, la familia de Caroline sigue en Michigan, y la polarización que afecta al país también les ha golpeado. “Mis hermanos son demócratas, pero mi padre votó a Trump, es un tema que preferimos no sacar”, cuenta.

Entre las medidas de Trump que más indignación han causado en EE UU se encuentra el endurecimiento de la política migratoria que, en muchos casos, no solo afecta a los migrantes que tratan de llegar hasta allí, sino también a ciudadanos estadounidenses de pleno derecho. Amanda Burgner vive en Michoacán desde hace cinco años. Como Peifer, ella también se casó con un mexicano, tuvieron hijos en Washington, lugar de origen de Burgner, sin embargo, su esposo no tenía los papeles en regla y cuando tuvo que salir del país por un tema familiar y volver a entrar le atraparon en inmigración. La legislación estadounidense le prohíbe ahora volver a EE UU hasta que pasen 10 años. “Podríamos habernos quedado, esperando que los servicios de inmigración no nos pillaran, pero no es demasiado bueno estar siempre cuidándose las espaldas a cada rato”. Ha votado por la candidatura de Biden y Kamala Harris, aunque ella hubiera preferido que el candidato a la presidencia fuera Bernie Sanders, del ala más izquierdista del partido demócrata. “Su posición frente a la inmigración es mucho más sensible”, pero afirma que entre Trump y Biden, no tiene dudas.

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El racismo y las tensiones raciales son algunas de las cosas que más preocupa a Randi Rubin, un joven estadounidense de ascendencia mexicana que vino a vivir a Ciudad de México hace un año y medio desde Los Ángeles, California. Es profesor de artes en una escuela internacional. Se fue de su país porque quería “un cambio” y “que mejor momento que el de la elección presidencial”. Dice haber sufrido él mismo el racismo institucional: “Me acusaron de que había robado la bicicleta que yo mismo había comprado”. Le retuvieron y hasta que no llegó su compañero de piso con la factura de la compra, no lo dejaron ir. Le denunció una compañera de clase en la Universidad, donde era de los pocos latinos que había. No tiene pensado regresar pronto a Estados Unidos, pero igual va de visita por Navidad.

—A lo mejor hay otro presidente para entonces a punto de ser nombrado.

—Sí, ojalá, ojalá.

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