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Por qué no hay que sentirse culpable si se tiene un hijo favorito

Más que de favoritismos, hay que hablar de compatibilidades. Tener predilección por uno de los vástagos es algo normal, aunque es importante criar en el equilibrio para evitar comparaciones y perjuicios entre hermanos

Hijos favoritos
Las relaciones entre padres e hijos no son estáticas, van variando a lo largo de la vida y en función de la edad de los padres, de los niños o de las circunstancias vitales.Adriana Varela Photography (Getty Images)

Si se pregunta a cualquier niño y, más aún, a un adolescente si sus padres tienen un hijo favorito, hay muchas posibilidades de que su respuesta sea afirmativa y que no se señale a sí mismo, sino a otro hermano como el elegido. Hacer la prueba es sencillo. Y los resultados son casi siempre los mismos. Cristina Prestel (50 años, dos hijos de 18 y 13 años) estaba segura de que el resultado sería que cada uno de sus dos hijos señalara al otro. Y así fue. Eva Carmona (45 años, dos hijos de 14 y 12 años) no lo ha preguntado, pero está convencida de que la respuesta sería la misma.

De hecho, un estudio publicado en 2020 por la empresa británica de estudios de mercados YouGov afirma que más de un tercio de las personas ha percibido que sus padres tenían hijos favoritos, y la mayoría insiste en que no eran ellos. Esa misma investigación asegura que hasta el 10% de los progenitores ha reconocido tener un hijo favorito. En este punto es importante entender que eso no significa que se le quiera más. Estas emociones van en otra dirección. Lo afirma Natalia Ortega, psicóloga sanitaria y directora de Activa Psicología y Formación: “Creo que habría que hablar de aquel hijo con el que encajamos más por carácter, lo que hace que el nivel de empatía sea mayor, que la comunicación fluya con mayor facilidad y, por tanto, que los choques sean menores; que entendamos mejor sus conductas, emociones y deseos que las de otro hijo. Por lo tanto, no lo enfocaría como el hijo favorito, sino con aquel con el que somos más compatibles”.

Silvia Álava, doctora en Psicología y experta en salud y educación, es categórica en ese sentido: “Querer, querer, se quiere igual a todos los hijos”. “En algunos momentos, por la situación vital en la que nos encontramos, con una problemática en concreto, como puede ser una enfermedad, y teniendo en cuenta rasgos de nuestra personalidad, se puede tener una mayor afinidad con un hijo que con otro. Aun así, no podemos generalizar”, matiza. Eva Carmona reconoce tener la suerte de que con cada uno de sus retoños siente afinidad en un campo: “Con mi hijo, en el amor por los deportes; con mi hija, en el carácter y la sensibilidad”. A pesar de ello, está convencida de que cada uno de ellos cree que mima más al otro.

Todas estas emociones cambian con el tiempo. “Las relaciones entre padres e hijos no son estáticas”, prosigue Álava, “van variando a lo largo de la vida y en función de la edad de los padres, de los niños, de las circunstancias vitales, pero sobre todo de cómo interaccionan entre ellos”. “Nuestro comportamiento genera emociones en los demás, que se van a comportar conmigo en función de esas emociones. Y es algo que los hijos deben aprender, porque también les va a pasar a ellos. Tienen que entender que su conducta va a afectar en los demás”, añade la psicóloga. Para Álava, la conducta de los hijos puede hacer que sus padres estén bien, alegres, orgullosos, satisfechos, pero también lo contrario: “Que se sientan mal, estén tristes, disgustados. Y aunque es algo que nos cuesta mucho asumir, es importante saber que la relación entre padres e hijos se va a ver mediatizada por las emociones que se generan. Y esto va en ambas direcciones: de padres a hijos y viceversa”.

La conducta de los hijos puede hacer que sus padres estén bien, alegres, orgullosos, satisfechos, pero también lo contrario.
La conducta de los hijos puede hacer que sus padres estén bien, alegres, orgullosos, satisfechos, pero también lo contrario.Portra (Getty Images)

El orden de nacimiento y el género pueden influir

La similitud en el temperamento y las aficiones no son lo único que influye en tener un hijo favorito. “Según diversos estudios, como uno publicado en el Journal of Family Psychology en 2016, titulado Reciprocal links among differential parenting, perceived partiality, and self-worth: a three-wave longitudinal study [Vínculos recíprocos entre crianza diferencial, parcialidad percibida y autoestima: un estudio longitudinal de tres ondas, en español], el primogénito puede ocupar el lugar de favorito por ser el primer hijo deseado, por depositar en él mayores responsabilidades y porque puede existir más complicidad por haber menor diferencia de edad con los padres. Aunque otros concluyen que es el menor por la tendencia a sobreprotegerle. No hay una conclusión firme”, explica la psicóloga Natalia Ortega. Respecto al género, por ejemplo, “las madres a menudo sienten más predilección por el varón y los padres por la mujer, quizás por la atracción que supone el desconocimiento del otro sexo”, incide Ortega.

En cualquier caso, los padres y madres no deben sentirse culpables por tener predilección por un hijo. “Hay que tratar de normalizar estos pensamientos y emociones como progenitores porque, cuanto más aceptado esté y más conscientes seamos, más fácil resultará no relegar a un segundo plano al otro hijo, sino tratar de equilibrar la atención a todos por igual”, asegura Ortega. En efecto, esta situación podría ser perjudicial tanto para ese hijo como para los demás, según retoma Álava. En concreto, podría afectar en la autoestima de quien se siente relegado. En este sentido, esta última experta afirma que este podría sentir que su hermano vale más o hace las cosas mejor. “Además, podría crecer con mayores inseguridades y más inhibido en sus respuestas y con dificultades en su asertividad”, añade Ortega. Por otro lado, para Álava también podría afectar a la relación entre hermanos cuando son niños, más aún cuando son adolescentes, llegando a ser grave cuando son adultos.

Consejos para criar en el equilibrio hacia todos los hijos

Es habitual que cada hijo piense que el favorito es el otro. "Tendemos a fijarnos más en lo que tienen los demás que en lo que tenemos nosotros. Además, cuando mi papá está con mi hermano, el tiempo pasa muy despacio. Pero cuando está conmigo, pasa mucho más deprisa, por lo que la percepción no tiene que ver con la realidad", asegura la psicóloga Silvia Álava. 

A pesar de ello, es importante tratar de criar a los hijos sin favoritismos. Según Álava y Natalia Ortega, psicóloga también, es posible si se siguen algunos consejos como estos:

  • No hacer comparaciones entre los hermanos porque favorece su rivalidad y fomenta los celos. 
  • Mostrar afecto incondicional hacia todos.
  • También es relevante potenciar la autoconfianza y autoestima de cada uno de ellos, validando su individualidad y sus emociones.
  • Establecer normas similares para todos los hijos por igual, incluyendo a los padres, aunque teniendo en cuenta las circunstancias de cada uno de ellos. 
  • Es fundamental también dar un espacio y un tiempo a cada hijo.

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