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Pautas para establecer una convivencia sana en el hogar y dar confianza a los niños

Para que haya una buena relación entre los distintos miembros de la familia es clave hacer una comida diaria juntos, hablar con frecuencia y entender que cada uno es diferente

Convivencia con niños
Con la implantación de límites se favorecerá un clima adecuado en el que tanto padres como hijos se sientan reforzados, según los expertos.Yuri Arcurs (Getty Images)

Resulta esencial que los miembros de la familia tengan presente como valores inquebrantables el respeto, la escucha, la empatía o el amor. “Una óptima y sana convivencia en el hogar es imprescindible para el correcto desarrollo del niño. Además, determinará la identidad y valores personales y facilitará el proceso de relación con otros“, resalta Laura Sánchez von Bertrab, psicóloga especialista en niños y adolescentes. “Los hogares con ambientes de poca interacción, sin entendimiento, con poca afectividad o baja autoestima pueden provocar inseguridad e incluso impactar en el desempeño escolar y las relaciones personales de los niños”.

Cuenta la especialista que le es habitual comunicarse con familias que viven en hogares donde imperan “las prisas, las pantallas, el cansancio o el estrés”. “Por lo tanto, esto se traduce en nula comunicación y confianza y cuando se presenta alguna situación grave con algún hijo, nadie se había dado cuenta”, reconoce Sánchez.

Ana Isabel Gómez, pedagoga y profesora universitaria en La Salle Campus Madrid, expone que en el núcleo familiar deben recuperarse los modelos y estilos educativos que se han ido dejando de lado con el paso de los años. “Es crucial, desde el planteamiento de ser padre, establecer las bases correctas de forma sólida y trabajarlo con constancia. Cada vez más progenitores se desbordan cuando llega la etapa de la adolescencia y la constante en todos ellos es que, efectivamente, pretenden actuar cuando perciben el problema. En ese momento, la tarea es mucho más compleja y difícil de abordar”, incide la profesional.

Para Gómez resulta erróneo y desajustado situar a los progenitores en la asunción de un rol de “amigo” o “colega” de sus hijos: “No es necesario adquirir un rol que no corresponde. La mejor aspiración a la que se puede llegar es tener una confianza en la que, necesariamente, también existan unos límites”. La especialista en educación incide en que con la implantación de límites se favorecerá un clima adecuado en el que tanto padres como hijos se sientan reforzados como miembros integrantes del grupo que conforman.

Según Pedro García Aguado, excampeón de waterpolo y conocido por su papel de asesor de adolescentes en el programa Hermano Mayor, no puede compararse lo sacrificado de ser padre con otro trabajo: “Nadie nos ha enseñado cómo hacerlo. Seguimos usando técnicas que veíamos en nuestros padres y repitiendo patrones que no son los más adecuados para que nuestros hijos crezcan sanos y felices”. Aguado, que durante cinco meses fue director general de Juventud de la Comunidad de Madrid, señala que los padres han de saber encontrar un equilibrio, “saber en qué ceder y en qué no, algo que les posibilitará establecer las pautas precisas y trasladar las correspondientes delimitaciones, procurando no caer en el autoritarismo”. Según su experiencia, los progenitores pueden percatarse que el modo que ellos creían acertado para educar a sus hijos en realidad no lo es y puede tener efectos negativos en su desarrollo y deteriorar su relación con ellos.

La psicóloga infantil Laura Sánchez von Bertrab subraya que “el amor y la comunicación son las bases de una relación familiar”, y aporta cinco estrategias para fomentar una convivencia sana:

  1. Hacer, al menos, una comida en familia: esto genera un espacio donde poder debatir y compartir momentos que se albergan en la mente y se erigen como un posterior valor que se quedará en la familia. Desde luego, ha de prescindirse de las pantallas durante estos instantes.
  2. Comunicación divertida: cada día se puede preguntar al hijo qué resultó lo mejor de su día y lo que cambiaría. Eso generará temas de comunicación e interacción entre padres e hijos y quedará en la familia.
  3. Enseñar a hablar desde el corazón: la expresión de emociones es algo que se aprende en casa. Los niños y adolescentes deberán contestar con un sentimiento: triste, feliz, aburrido, preocupado, emocionado, triste... dando la importancia que tiene.
  4. Pasar tiempo de calidad en familia: donde exista interrelación y conexión. Pueden plantearse juegos de mesa, noches de cine en casa, leer o cocinar juntos.
  5. Cada integrante de la familia es diferente: han de evitarse comparaciones entre hijos y se deben respetar sus particularidades.

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