El corte de digestión en niños es mito o realidad: la pregunta del millón de cada verano
La pediatra Silvia Moriano expone algunas claves para entender qué es, cuál es su nombre científico y cómo se puede prevenir
“¿Me puedo bañar ya?”; “¿Cuánto me queda?”; “¿Y si meto solo los pies?”. Quizá usted no tenga que escuchar ahora mismo estas frases de sus hijos en la piscina, playa o río, pero, a buen seguro, sobre todo si es de la llamada generación de EGB, en su infancia sufrió las temibles y preceptivas tres horas en secano después de comer o ingerir aunque únicamente fuera una chocolatina, bajo amenaza de que le ocurrieran las peores desgracias como: “Al pobre Juanito le dio un corte de digestión y se puso malísimo”.
Pero, ¿qué dice la ciencia? ¿Y los médicos? Según explica la pediatra Silvia Moriano León, “aunque el término coloquial no es muy acertado, sí que existe lo que médicamente llamamos síncope por hidrocución. Eso es una pérdida de conocimiento que ocurre al sumergirse en agua fría, algo que puede producirse hayamos o no comido previamente”.
Cuando nos sumergimos en el agua se produce el llamado reflejo de inmersión, explica la pediatra, mediante el cual disminuye la frecuencia cardíaca y se produce una contracción de los vasos sanguíneos más superficiales: “Cuando este reflejo es excesivo, estos cambios cardiovasculares pueden llevar a la sensación de mareo, náuseas o vómitos, zumbidos en los oídos, sensación de malestar e incluso pérdida de consciencia, produciéndose entonces el síncope por hidrocución, que al ocurrir estando dentro del agua puede llevar al ahogamiento”.
Este síncope es más probable a mayor contraste de temperatura, es decir, cuanto mayor sea la diferencia entre la temperatura corporal y la del agua. “Puede ser porque la temperatura corporal sea muy alta (exposición excesiva al sol, realización de ejercicio intenso), o bien porque la temperatura del agua sea muy fría”, expone la experta.
“Cuando comemos”, prosigue Moriano, “el aparato digestivo demanda mayor cantidad de flujo sanguíneo para poder llevar a cabo el proceso de digestión y se produce, por lo tanto, una redistribución de la sangre, aumentando en el tubo digestivo a expensas de disminuir en otras partes del cuerpo, incluido el territorio cerebral. Si en ese momento nos sumergimos bruscamente al agua, se disminuye aún más el flujo cerebral aumentando el riesgo de sufrir un síncope por hidrocución”.
En consecuencia, cabe concluir que el corte de digestión existir, existe, pero sería más correcto referirnos a él como hidrocución. “Ya que, como hemos visto, la digestión no se paraliza. Además, el síncope puede ocurrir en otras circunstancias diferentes al proceso de digestión, aunque este es un factor de riesgo más para sufrir este cuadro”, incide la pediatra.
¿Qué hacer para evitarlo?
Para prevenirlo, añade, “debemos hacer una inmersión progresiva en el agua, mojarnos diferentes partes del cuerpo (parte posterior del cuello, muñecas, abdomen….) antes de sumergirnos por completo, sobre todo si previamente hemos realizado una comida copiosa, realizado ejercicio intenso, hace mucho calor o vamos a bañarnos en aguas especialmente frías”, subraya Moriano. Así que nuestros padres tenían algo de razón, y lo que hay que hacer es ser cauto y meterse poco a poco en el agua para no hacer sufrir a nuestro cuerpo un cambio brusco de temperaturas.
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