Cómo educar a los hijos con la pareja de tu ex: cordura, paciencia y poner a los niños primero
Los expertos apuntan que los estilos de crianza pueden ser muy distintos, pero compatibles. Es recomendable establecer acuerdos claros sobre normas de disciplina que tienen que ver con la alimentación, el sueño o el uso de pantallas, y separar los conflictos de la ecuación


La escena se repite en muchas familias de padres separados. Un niño regresa de pasar el fin de semana con su padre y menciona, casi sin darle importancia, que “en casa de papá” ahora hay nuevas reglas. “Tenemos una tabla de puntos. Si recojo mi habitación, gano uno, si pongo la mesa, otro”, explica con naturalidad. La madre escucha, asiente, y en su cabeza se instala la pregunta: ¿quién decidió esto? Porque ella no lo hizo.
Cuando una pareja se separa, la crianza de los hijos no se divide en dos partes iguales, sino que se extiende por nuevos escenarios. A menudo, aparece una figura inesperada en la ecuación: la nueva pareja del otro progenitor. No ha sido elegida, pero su presencia es inevitable. Aunque, en ocasiones, su papel es discreto, sin interferencias; otras veces, en cambio, es relevante en la educación de los menores y su implicación es tal que los niños llegan a verla como una figura parental más que ayudar con los deberes, asiste a reuniones escolares o establece normas que nunca fueron discutidas. En cualquier caso, la convivencia no está exenta de fricciones. ¿Hasta qué punto tiene derecho a opinar? ¿Dónde están los límites?
Según la psicóloga Lara Ferreiro, uno de los principales focos de conflicto surge cuando la nueva relación intenta asumir un papel que no le corresponde. Esto puede generar tensiones, especialmente en la adolescencia, cuando ya tienen una figura paterna o materna definida. Por su parte, la doctora Lucía Torres, psiquiatra especializada en el tratamiento de jóvenes y adolescentes, apunta que, independientemente de los conflictos que puedan existir, la figura de madre o padre debe ser respetada: “Cuando el compañero sentimental no reconoce que los progenitores tienen un rol irremplazable, pueden surgir luchas de poder que no solo afectarán la relación, sino también al bienestar de sus descendientes. Cuanto más se comprenda esta distinción, más saludable será la convivencia, creando un ambiente en el que todos los miembros se sientan valorados”.
“Mi ex se deja llevar por su actual mujer, pero no sé si ella es consciente de que el padre de mi hijo es una persona inconstante. Es impulsivo, siempre improvisa”, explica Luisa, madre de un adolescente de 14 años. “Y lo peor, ella lo apoya en todo. No puedo soportar que entre los dos le metan ideas rarísimas en la cabeza a mi pequeño, porque lo está confundiendo y dispersando”, relata esta abogada. Otro testimonio que refleja cómo la presencia de un tercero puede generar enfrentamientos es el de Jorge, marchante de arte. Cuando sus hijos tenían 10 y 8 años, pasaron unos días con su madre y su novio de entonces. “Mi hijo mayor tenía muchos problemas para dormir y se metía en la cama de su madre en busca de consuelo. Pero él le gritaba, lo echaba de la habitación, y eso le generaba muchísima confusión. Lo pasó fatal”, recuerda. La tensión fue en aumento hasta que la situación se volvió insostenible: “Al final, la madre de mis pequeños terminó echándolo de casa y rompieron. Pero esa escena fue inolvidable para ellos”.

Ferreiro, que es autora de Adicta a un gilipollas (Grijalbo, 2023) y ¡Ni un capullo más! (Grijalbo, 2025), señala que estos conflictos pueden afectar la salud emocional de los más pequeños: “Es habitual que experimenten ira, rabia o incluso síntomas depresivos. No van a decir abiertamente —odio a la pareja de mi padre o de mi madre—, pero su malestar se manifiesta de otras formas”. “Este fenómeno, llamado lenguaje encriptado”, prosigue, “es común en casos donde la convivencia genera tensión emocional”.
No obstante, Torres apunta que los estilos de crianza no son el principal problema: “Pueden ser muy distintos y, aun así, compatibles”, señala. El conflicto surge cuando los hijos se convierten en un instrumento para dañar a la expareja. “¿Qué en casa de tu madre no te dejan usar tecnología? Pues en mi casa vas a tener barra libre”, ejemplifica. En estos casos, dice, los principales perjudicados son ellos: “Esta decisión se toma pensando en fastidiar al otro progenitor”. Torres también pone el foco en el riesgo de que uno de los progenitores descuide sus responsabilidades por centrarse demasiado en su nueva relación. “Cuando esto ocurre, el impacto puede ser profundo. Necesitan un método coherente y responsable, independientemente de la vida sentimental de los adultos”, advierte.
Ferreiro remarca la importancia de separar los conflictos de pareja de la educación: “Cuando los roles no están bien definidos, las disputas pueden convertirse en un arma arrojadiza, con acusaciones que solo deterioran la relación y afectan directamente a los menores”. “Aunque exista rechazo u odio hacia la expareja, es fundamental priorizar la cooperación como padres”, reflexiona. Por ejemplo, Nuria, que trabaja en banca y es madre de dos niñas de 6 y 14 años, ha visto pasar varias parejas por la vida de su ex, pero hubo una en particular que le resultó difícil de aceptar: “Era mi amiga y la persona con quien mi exmarido me fue infiel, así que no me gustaban ni ella ni sus valores”. Sin embargo, con el tiempo, la situación cambió. Ahora su ex tiene una pareja estable y ella intenta facilitar la adaptación de sus hijas: “Somos los adultos quienes debemos poner cordura. Si mis niñas están felices, yo también”.
Ferreiro considera que en estos casos una de las emociones más frecuentes es el miedo a ser reemplazado o la sensación de perder el control. También argumenta que algunos niños pueden experimentar el síndrome de Cenicienta cuando la persona que entra en la familia tiene hijos propios y perciben un trato desigual o abusivo, lo que genera conflictos emocionales, estrés e inestabilidad en su desarrollo. Torres defiende que las familias reconstituidas son una oportunidad para desarrollar equilibrio y resiliencia: “Si hay respeto por los roles de cada miembro, la convivencia puede ser enriquecedora”. También subraya que “la salud mental empieza en casa” y que es clave abordar los desafíos familiares con una actitud abierta y consciente.
Además, Ferreiro aconseja evitar que la educación se convierta en una lucha de poder entre los progenitores y recomienda establecer acuerdos claros sobre normas de disciplina, consecuencias y rutinas diarias, como la alimentación, el sueño y el uso de pantallas, además de definir los valores y el modelo educativo que se quiere transmitir. También subraya la necesidad de mantener una comunicación respetuosa, abierta y en tono calmado, sin reproches ni descalificaciones, especialmente hacia la nueva pareja del otro progenitor. En los casos en los que la relación sea especialmente tensa, señala que contar con un terapeuta familiar como mediador puede facilitar la creación de pactos y reducir los conflictos.
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