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Ser madre a pesar del cáncer de mama: “Supe que estaba embarazada al mismo tiempo que me diagnosticaban la enfermedad”

Dos mujeres cuentan cómo fue su maternidad tras su diagnóstico: Mónica Piqueres se trató mientras gestaba a su hija y Laura Rueda decidió formar parte de un estudio médico que suponía pausar su tratamiento para poder tener un bebé

Mónica Piqueres, diagnosticada de cáncer de mama en 2020, con su hija de dos años y medio en brazos
Mónica Piqueres, diagnosticada de cáncer de mama en 2020, con su hija de dos años y medio en brazos.

La vida consigue abrirse paso en las condiciones más adversas, igual que una margarita germina en el asfalto. Mónica Piqueres Mateu (37 años) supo que estaba embarazada al mismo tiempo que le diagnosticaron un cáncer de mama: “En abril de 2020, en plena pandemia, me detectaron un quiste y me hicieron una biopsia, al día siguiente supe que iba a ser madre, y a los dos días me dieron el diagnóstico”. A la noticia agridulce aún debían seguirle otras peores: “Estaba en una clínica privada y me dijeron que tenía que comenzar rápido con el tratamiento y parar la gestación porque la medicación era incompatible, que era joven, entonces tenía 34 años, y podría tener más hijos. En ese momento llamé a un ginecólogo amigo de la familia que me derivó a la sanidad pública, allí me explicaron que iban a tratarme y a sacar adelante el embarazo. Y así fue”.

Piqueres recuerda que estaba de 12 semanas cuando entró en el quirófano y que a los dos meses, salvado ya el primer trimestre de la gestación, le administraron la primera fase de la quimioterapia: “Di a luz el 11 de diciembre de 2020, a las 40 semanas de gestación, y a los 10 días del parto me pusieron otro tipo de quimioterapia que no me pudieron administrar antes porque está contraindicada”.

Mantener el embarazo al mismo tiempo que se trata el cáncer es algo habitual en la práctica clínica, tal y como explica Begoña Bermejo de las Heras, coordinadora de la Unidad de Cáncer de Mama del Hospital Clínico Universitario de Valencia e investigadora en el Grupo de Investigación de Biología en Cáncer de Mama de la fundación INCLIVA: “Durante el primer trimestre de gestación no podemos administrar ningún tipo de tratamiento sistémico, ni quimioterapia ni fármacos orales, pero sí se puede operar igual que si la mujer no estuviera embarazada. En el segundo y tercer trimestre ya es posible usar la medicación más eficaz para el cáncer de mama. Sin embargo, la radioterapia está contraindicada durante toda la gestación”.

Encajar emocionalmente una cascada de malas y buenas noticias es complicado. “Debes buscar un equilibrio entre la mejor que te pueden dar (el embarazo) y una de las peores que puedes recibir (el cáncer). A ratos estaba eufórica y a ratos, triste. En cuestión de semanas te llega un cúmulo de información: esperas un hijo, tienes un tumor maligno, eres portadora del oncogén BRCA1 [cáncer de mama hereditario], te van a poner quimioterapia, te vas a quedar calva… Pero la gestación me dio fuerza para afrontarlo”, rememora Mónica Piqueres casi tres años después. La recompensa fue ver la cara de su hija tras el parto: “La conexión que sentí con ella no se puede explicar con palabras, hay que tener en cuenta que he pasado todos los tratamientos a su lado. Es una niña sana y feliz”.

Sumar cáncer y embarazo puede parecer insólito, pero lo cierto es que el de mama durante la gestación se ha incrementado en los últimos años. Según una revisión de datos elaborada en 2019 por los Institutos Nacionales de Estados Unidos, efectivamente, su incidencia va en aumento. El informe llegó a esta conclusión tras comparar los datos de 2002 y 2012, cuando la incidencia de mujeres embarazadas con cáncer de pecho creció de 75 casos por cada 100.000 a 138 casos por cada 100.000. Y en el mundo sufren esta enfermedad oncológica entre el 7% y el 14% de las mujeres gestantes menores de 45 años, según el grupo GEICAM de investigación del cáncer de mama. En la actualidad, esta organización está constituida por más de 900 expertos, que trabajan en más de 200 centros de toda España. Entre sus objetivos está promover la investigación clínica, epidemiológica y traslacional, la formación médica continuada y la divulgación para facilitar la información a las afectadas, entre otros.

¿Dónde está la causa? “Ha habido grandes cambios en la forma de vida de las mujeres y uno de ellos es el retraso de la edad para tener un hijo”, responde la oncóloga. La experta añade que aunque su incidencia en general se mantiene estable desde hace muchos años, sí está apareciendo en mujeres más jóvenes, por debajo de los 45 años, que han retrasado mucho su primera gestación: “Sabemos que el embarazo protege del cáncer de mama cuando vas a tener un bebé con menos de 20-25 años. Pero a partir de esa edad ya ha habido mutaciones en la mama y la lactancia podría ser un factor que aumentaría el riesgo”. Bermejo alerta que ante la mínima sospecha de algo extraño en el pecho de una mujer embarazada, debe realizarse una biopsia.

Mónica Piqueres Mateu posa embarazada en 2020, En este momento, ya padecía cáncer de mama.
Mónica Piqueres Mateu posa embarazada en 2020, En este momento, ya padecía cáncer de mama.Dolores Martínez

Una ventana a la maternidad

Laura Rueda Romero (43 años) se quedó embarazada después de seis ciclos de quimioterapia, varias sesiones de radioterapia y 18 meses de terapia endocrina, un tratamiento adyuvante que reduce el riesgo de recaída del cáncer de mama, pero que se desaconseja durante la gestación porque puede provocar malformaciones en el feto.

“Tienes cáncer, una enfermedad que hay que afrontar y no te planteas ser madre. Me lo detectaron a los 35 años y en el hospital me ofrecieron la posibilidad de congelar ovocitos, por si en el futuro quería tener hijos. Pero después de una cirugía, de someterme a quimioterapia y radioterapia, y de la terapia endocrina que debes tomar durante cinco años, ya había descartado la maternidad”, explica. Sin embargo, en medio de ese ambiente hostil, se le abrió una ventana para ser madre: “Mi oncólogo me planteó entrar en un ensayo experimental cuyo objetivo era pausar el tratamiento adyuvante para intentar el embarazo. Me encontraba fuerte y decidimos hacerlo”.

Su apuesta fue alta, ya que la gestación aumenta el nivel de hormonas en el organismo y, en consecuencia, puede elevar el riesgo de recaída en este tipo de tumor con receptor hormonal positivo (sensible a las hormonas): “Entré en el programa de reproducción asistida con 39 años, como tenía los ovocitos congelados solo tuve que seguir un tratamiento para preparar el útero para la implantación del embrión. Me quedé embarazada en el primer intento y tuve a mi hija con 40 años. Fue una gestación normal, la niña nació a término y sin problemas”. Consiguió el embarazo al límite, ya que el Sistema Nacional de Salud establece una frontera en la edad para acceder a los tratamientos de reproducción asistida: 40 años para la mujer y 55 para el hombre.

Rueda es una de las 72 pacientes españolas que han participado en el estudio POSITIVE (2023), coordinado por los grupos de investigación SOLTI y el Grupo GEICAM. La investigación ha incluido a 518 mujeres de 20 países con cáncer de mama hormonosensible que deseaban quedarse embarazadas. Los resultados, publicados el pasado mayo en la revista New England Journal of Medicine, revelan que pausar la terapia endocrina en estas pacientes para buscar el embarazo —bajo control médico y durante un periodo temporal que no supere los dos años— no incrementa su riesgo de recaída a corto plazo. “Las participantes del estudio habían completado 18–30 meses de hormonoterapia adyuvante de los cinco años previstos y el objetivo fue demostrar la seguridad de esta técnica”, explica José Ángel García Sáenz, oncólogo médico del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid, investigador principal del estudio en este centro médico y miembro de la junta directiva del Grupo GEICAM.

Según este especialista, en el seguimiento a 40 meses la incidencia de eventos tumorales fue idéntica a la de las mujeres que no han tenido una gestación, la tasa de viabilidad del embarazo fue alta y el número de casos de complicaciones en el neonato no fue diferente al de la población general. Sin embargo, comenta, aún es pronto para incorporar este procedimiento a la práctica clínica: “No podemos documentarlo como una terapia asistencial para todas las pacientes porque el seguimiento es corto. Son necesarios 10 años más para obtener datos maduros de seguridad. Hay que ir viendo los datos en las sucesivas comunicaciones de los próximos años para poder implementarlo de manera universal”. Aunque García también reconoce que sí ofrece cierta seguridad para valorar esta posibilidad en casos puntuales.

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