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Estrategias para manejar las rabietas de los niños con sosiego

Uno de los aspectos más importantes para mantener la calma es que las personas adultas que cuidan a los pequeños puedan cuidarse también a sí mismas

Un niño sufre una rabieta, mientras su padre trata de calmarle.
Un niño sufre una rabieta, mientras su padre trata de calmarle.pexels

Los niños y niñas empiezan a tener rabietas hacia los dos años. Es cuando se comienza a conformar su individualidad y a sentir emociones primarias como la felicidad, la tristeza o la ira. Al ser pequeños, y no tener apenas control de las emociones, las demuestran con total intensidad. Por eso se ríen a carcajadas haciendo (en ocasiones) mucho ruido, por eso cuando sienten tristeza o enfado los expresan como volcán en erupción. Ángela Pulido Flores es psicóloga infantil, especializada en atención temprana y disciplina positiva, y considera que como en estas edades se da inmadurez a nivel emocional, además de dificultad para canalizar emociones, los niños tienen baja tolerancia a la frustración y no comprenden bien los razonamientos de las personas adultas. “Cuando estalla una rabieta, les desbordan sus emociones y no son capaces de controlarlas. Las rabietas sirven como mecanismo de liberación del estrés”, afirma.

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Pulido nos cuenta que llorar ayuda a las personas (sean de la edad que sean) a liberar tensión y ansiedad: “Las lágrimas que se generan por cuestiones emocionales contienen cortisol, la denominada hormona del estrés. Por ese motivo, cuando lloramos, nos liberamos”. La dificultad radica en que no siempre queda claro cuándo el llanto funciona como liberador de estrés y cuándo se dispara la rabieta porque el niño ha aprendido a pedir las cosas que quiere de esa manera. Pulido considera que el primer paso para frenar la situación sería hacer todo lo posible para eliminar la fuente de dolor, así como atender la necesidad física. “En segundo lugar, escuchar al niño y aceptar su llanto, prestando atención activa a su necesidad emocional. Los niños necesitan saber que se les quiere, independientemente de lo que esté sucediendo o lo que hayan hecho. Así, lo que recomiendo es el acompañamiento emocional, poder verbalizar lo que creemos que sienten: estás triste, parece que estás muy enfadado, sé que te gustaría comerte los gusanitos ahora, y quedarnos a su lado”. Los abrazos en las rabietas pueden servir de contención física, “los y las peques pueden contener su desbordamiento a través de un buen abrazo. Por ese motivo, podemos preguntarles: ¿Necesitas un abrazo? Y si nos lo niega, podemos quedarnos a su lado, respetando su necesidad”.

Mamen Bueno es la psicóloga de la plataforma Criar con Sentido Común, desde la que responde a las dudas de miles de usuarias de la “Tribu”. Frente a esas situaciones recomienda actuar del mismo modo que lo haríamos si tuviéramos delante a una persona adulta llorando o expresando su enfado. “Escuchar, tratar de comprender lo que siente poniéndonos en sus zapatos, y ofrecer la respuesta que consideremos más oportuna”. Pueden ser unas palabras de ánimo, un abrazo, o simplemente el silencio, permaneciendo a su lado, y haciéndoles saber que entendemos lo que sienten y por qué lo sienten, e incluso que nosotros nos sentiríamos igual en su situación, o que también nos hemos sentido igual, o parecido, en algún momento.

Gritarles no es una buena opción: “Si cuando una persona adulta nos dice que está triste o nos dice que está enfadada le gritamos, pues podría tener el mismo sinsentido gritarle a un niño que está expresando sus emociones. Si acaso, sirve para hacerle sentir incomprendido, y para hacerle creer que está mal sentirse mal”, asegura Mamen Bueno. El consejo de ambas psicólogas es que nos armemos de paciencia y que categoricemos las rabietas como una característica temporal de la edad. Según vaya pasando el tiempo, las criaturas, poco a poco, podrán ir contándonos lo que les pasa porque tendrán lenguaje, podremos explicarles las cosas y hablar sobre el tema sin altibajos ni descontrol, y razonando los motivos de las negativas a sus peticiones.

Uno de los aspectos más importantes para mantener la calma es que las personas adultas que cuidan de niños y niñas puedan cuidarse también a sí mismas. Pulido nos cuenta: “Con cuidarse me refiero a responsabilizarse de descansar bien (para poder tener más paciencia), de comer bien, de mantener momentos personales de ocio y disfrute. Cuanto más descansadas estén, mejor condiciones tendrán para afrontar de una manera amorosa y paciente las rabietas de sus peques”. Asegura que es posible que la primera vez que nuestro hijo o hija tenga una rabieta nos sorprenderá y, en este primer momento, reaccionaremos como podamos.

Las rabietas tienen un componente social muy importante: cuando nos vemos con una criatura desbordada, nos podemos sentir como si todo el mundo nos mirara o incluso juzgados por nuestro entorno. Este componente social puede generar mucho estrés en los progenitores, y provocar que ellos mismos se vean desbordados o pierdan el control de la situación y acabar manejándola de una manera poco paciente. “Así, decidir qué voy a hacer en las rabietas (en un momento de tranquilidad), provoca en la persona adulta una sensación de control que le va a dar más seguridad para enfrentarse a este comportamiento”, afirma Pulido Flores.

Mamen Bueno nos invita a hacer el ejercicio de preguntarse cuántos años hace que existe tu hijo. “Si tu peque tiene dos o tres años, reflexiona: ¿Es capaz de tener un perfecto control de sus emociones una persona que solo lleva en una sociedad llena de estímulos y necesidades reales dos o tres años? ¿Es capaz, si hay adultos de 30, 40, o incluso 50 años, que aún no han aprendido a expresar sus emociones sin gritar, insultar o faltar al respeto?”. Empecemos por comprender que son niños pequeños incapaces de descifrar bien lo que sienten, e incluso de comprender cómo funciona el mundo en el que vivimos. “Cuando piden que les demos 10 caramelos y les decimos que eso no es saludable, no comprenden el concepto de salud y enfermedad, no saben qué es una caries ni conocen las repercusiones de cargarse los dientes. Ellos solo ven los caramelos y los quieren ya. Sin más”, afirma la psicóloga.

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