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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Maternidad y pandemia: convivir con el sentimiento de culpa

Seis consejos para que esta emoción no interfiera más de lo estrictamente necesario y en la relación con nuestros hijos en estos días de fatiga pandémica

El sentimiento de culpa está estrechamente ligado a la maternidad y la paternidad.
El sentimiento de culpa está estrechamente ligado a la maternidad y la paternidad.Emilio Naranjo (EFE)

El sentimiento de culpa está estrechamente ligado a la maternidad y la paternidad. Sobre todo desde que internet facilitó el acceso a multitud de información sobre educación y crianza, facilitó la proliferación de gurús y pseudoexpertos en la materia y nos abrió ventanas a vidas familiares idílicas en las que todo es disciplina positiva, democracia participativa y entornos Montessori. Hoy todo nos genera culpa, porque tras cada grito, tras cada respuesta fuera de tono y tras cada mala vivencia que no conseguimos evitar a nuestros hijos adivinamos traumas, cerebros en construcción dañados, vínculos rotos, un desastre familiar impensable en la casa de la influencer de turno, donde todo es paz, sonrisas y tiempo de calidad.

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“Con esto me estoy tirando piedras contra mi propio tejado, pero mi sensación es que Internet, con sus blogs de maternidad y sus miles de expertos en casi cualquier cosa, se ha convertido en nuestra principal fuente de referencia, en el oráculo del siglo XXI. Una y otra vez consultamos al oráculo para obtener esa ayuda rápida e inmediata que internet nos ofrece, pero olvidamos que no siempre la respuesta que obtendremos será la acertada o la mejor para nuestro caso. Porque no hay una única forma de educar o criar, porque cada niño responde de una manera diferente, porque cada familia y cada caso es un mundo y no podemos comparar unos resultados con otros”, reflexiona la psicóloga Sara Tarrés, miembro del grupo de trabajo en Inteligencia emocional del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya y autora del blog Mamá Psicóloga Infantil. Por su parte, para Sonia Martínez, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien de Madrid, pioneros en la enseñanza y el desarrollo de Habilidades Emocionales, Sociales y de Aprendizaje, el problema no es tanto la información que tenemos como “la comparación con los demás, las expectativas que tenemos y las inmensas posibilidades de elección a las que nos enfrentamos”.

Sea como sea, la culpa nos persigue. Pedimos perdón a diario, compartimos nuestros dramas del primer mundo en los parques con padres y madres afines para sentirnos mejor a través del recurso al “mal de muchos, consuelo de tontos”, nos prometemos no volver a perder los nervios, nos llevamos la culpa a la cama y nos cuesta conciliar el sueño. Más aún desde el inicio de la pandemia, una situación extraordinaria en la que la culpa se ha hecho fuerte en nuestros hogares. Confinamientos, teletrabajo, educación a distancia, Filomena, cierres de clases por contagios, imposibilidad de delegar puntualmente los cuidados en familiares y amigos por las restricciones a la movilidad, la necesidad de ser padres, administradores domésticos, empleados y profesores, todo a la vez y en el mismo espacio… ¿Cómo no sentirse culpable mientras tu hija, cuya clase ha sido confinada, deambula durante diez días por casa sin que tú, obligado por tu trabajo, puedas hacerle caso? ¿Cómo no sentirte culpable cuando pierdes los nervios por no poder concentrarte entre los gritos y las peleas de tus hijos, que al fin y al cabo no son responsables de nada? ¿Cómo no sentirte culpable por maldecir y por pensar cosas terribles, por querer ser parte del libro de Orna Donath?

“Teletrabajar y cuidar de los hijos ha causado estragos en las familias, porque estas dos tareas son en sí mismas incompatibles. Ambas requieren concentración y atención en exclusiva, tanta más cuanto más pequeños son los niños y más complejos los trabajos. Y al no poder hacer ninguna de ellas con la calidad que nos gustaría, han aparecido todos esos sentimientos de culpa: culpa por no atenderles bien, por hablarles mal, por no tener ganas de leerles un cuento, por la sensación de no llegar a nada, por esa malentendida necesidad de pasar tiempo de calidad con nuestros hijos, por la necesidad de querer tiempo para nosotros mismos y por miles de cosas más, tanto por las que hacemos como por las que no”, apunta Sara Tarrés.

La buena noticia, para quienes necesiten expiar sus culpas, es que todas esas faltas (perder los nervios más de lo habitual, sentirse saturados de hijos, no tener ganas de jugar con ellos, etc.) son, según las psicólogas consultadas, entendibles tras un año de pandemia. “Son sentimientos muy normales. La mezcla de sentimientos de culpa, rabia, tristeza, miedo, incertidumbre hace que gritemos cuando menos lo esperamos. Nuestras emociones se han desbordado y han dejado de ser eficaces, por eso en esta época es fácil que a ratos nos secuestre la emoción. Llevamos mucho tiempo en una situación compleja”, asegura Sonia Martínez.

Los riesgos del sentimiento de culpa

Recientemente, no recuerdo dónde, leía a una experta norteamericana que decía que la culpa es una emoción útil cuando nos dice que hemos hecho algo mal. Sin embargo, añadía: “Lo que está sucediendo ahora es que sentimos que hemos hecho algo mal incluso cuando lo estamos haciendo lo mejor que podemos”. Me pregunto si nos pasa un poco eso, si lo que ocurre es que estamos siendo muy exigentes con nosotros mismos como padres y madres.

Queremos ser los mejores padres o madres del mundo, algo que en un principio es lógico y comprensible. Pero la cosa no queda solo ahí. Queremos ser perfectos y eso no es posible, no es real. Hay días malos y debemos aceptarlos porque forman parte de nuestras vidas. Incluso habrá días en los que a pesar de ser los padres más amorosos del mundo quizás perdamos el control y gritemos a nuestros hijos a última hora. Esto no debería mortificarnos por creer que estamos causando un daño irreversible a nuestros pequeños. Es cierto que no es lo más adecuado ni lo recomendable, por eso es normal que aparezca esa culpa, que será útil si no nos paraliza y nos invalida”, argumenta Tarrés, que considera que uno de los riesgos que la culpa puede tener en la relación con nuestros hijos y su crianza es el “hacernos más permisivos o intentar acallar el malestar a través de la compra de regalitos. Es decir, dejar de ejercer parte de nuestras funciones parentales, sobre todo aquellas que nos hacen sentir sensaciones desagradables”.

En el mismo sentido apunta Sonia Martínez, que señala que si no somos capaces de identificar la culpa, quedamos a merced de ella y entramos en una especie de bucle de la culpa: “Te sientes mal, así que das chuches al niño, le dejas más horas de tablet, etc. Después, por eso, vuelves a sentir culpa y entonces le regañas por usar tanto la tablet, echas pestes de la industria tecnológica o trasladas la responsabilidad al colegio para así eludir tu responsabilidad. Y vuelta a empezar”.

Consejos para controlar el sentimiento de culpa

Las expertas consultadas ofrecen una serie de consejos para que el sentimiento de culpa no interfiera más de lo estrictamente necesario en nuestro día a día y en la relación con nuestros hijos en estos días de fatiga pandémica:

  1. “No existen los padres ni las madres perfectos. Todos tenemos días malos, pero eso no nos convierte en malos padres”, apunta Sara Tarrés.
  2. La autora de la web Mamá Psicóloga Infantil anima también a padres y madres a no dejarse engañar por las “maravillosas” imágenes de las redes sociales: “En ellas parece no existir el conflicto, el cansancio o las complicaciones. Son estéticamente muy bonitas, pero absolutamente irreales”.
  3. Poner en cuarentena y sin dejarnos llevar por la culpa las pautas de expertos que se encuentran en libros y en internet cuando no pueden ser llevadas a la práctica. “Hay que tener en cuenta que estas pautas están dadas sin conocer las circunstancias particulares de las familias”, puntualiza Sonia Martínez.
  4. No pensar que debemos controlar las emociones. “Nuestra responsabilidad está en las acciones que realizamos, no en las emociones que sentimos y que no podemos elegir. A veces nos sentimos culpables por pensar en un determinado momento que nos gustaría tirar al niño por la ventana o que no deberíamos haber tenido hijos. Esos pensamientos no podemos elegirlos”, añade la directora de los Centros Crece Bien.
  5. La culpa, solo si sirve para mejorar. “Cuando el sentimiento de culpa aparece yo animo a escucharlo si ello sirve a padres y madres para mejorar algún aspecto, pero al mismo tiempo les incito a dejarlo ir cuanto antes porque esa culpa acaba por impedirles ver todo lo que sí hacen bien, que suele ser mucho más de lo que creen”, argumenta Tarrés.
  6. La perfección no da la felicidad. “Los niños no van a ser más felices por tener a padres perfectos, pero en cambio, si tienen a padres imperfectos que buscan soluciones, que piden disculpas y que expresan lo que sienten, pueden ser espectacularmente felices”, concluye Martínez.

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