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PEDAGOGÍA
Tribuna
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Cómo abordar la educación de nuestros hijos con mentalidad de crecimiento

Estos días de principio de curso he vivido con tristeza el rechazo que se ha producido en algunos entornos a la creación de grupos mixtos o grupos internivel

Alumnos de Infantil y Primaria de Canarias vuelven a las aulas.
Alumnos de Infantil y Primaria de Canarias vuelven a las aulas.Ángel Medina G. (EFE)

Llevaba varios días pensando en escribir este artículo, en el que reflexiono sobre cómo los padres y las madres somos a veces entorpecedores, en vez de facilitadores, de cambios que afectan a la educación de nuestros hijos. Para la mayoría de nosotros su correcta educación es nuestra prioridad número uno. Tan prioritaria es que no nos gusta que se experimente con ella. A veces, consideramos experimento cualquier innovación que rompa el molde del esquema con el que hemos aprendido nosotros mismos y nos hemos educado. Y sin tener siquiera una base para evaluarla objetivamente, decididamente nos sentimos legitimados a rechazarla.

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Cuando nos oponemos a algunos cambios, en cierto sentido también podemos entorpecer la atención a la diversidad y la mejora de la convivencia. Con atención a la diversidad me refiero a todo lo que, como parte de la comunidad educativa que somos, podemos hacer para que cualquier niño o niña, independientemente de sus capacidades, su género, su raza, su religión, sus dificultades o su entorno familiar, progresen en su educación e inclusión social. Ni que decir tiene que me parece muy importante que la educación de nuestros hijos avance hacia la tolerancia y el respeto de todos, hacia la colaboración y sobre todo a evitar la exclusión de ese porcentaje, demasiado elevado aún, de estudiantes que abandonan sus estudios sin saber a qué se quieren dedicar y sin expectativas en ellos mismos.

Estaba pensando en cómo escribir y justificar este artículo, cuando de repente he encontrado la explicación y en parte la solución a este hecho. Carol Dweck, investigadora estadounidense en el campo de la motivación, ha acuñado el concepto de mentalidad de crecimiento, un concepto que explica por qué podemos llegar a entorpecer en vez de a facilitar cambios en la educación. Un concepto que también explica por qué muchos estudiantes fracasan, o más bien por qué fracasamos como educadores, al fin y al cabo.

La mentalidad de crecimiento o el autoconvencimiento de que puedes mejorar deja un margen para seguir aprendiendo, desde la aceptación de que tus capacidades no son fijas. Quien tiene esta mentalidad, entiende que hay que enfocar los resultados hacia lo que aún se puede lograr, y no hacia lo que no vas a lograr nunca. La visión del error y el fallo como un fracaso, erróneamente achacable a las escasas capacidades de un alumno, cortan de cuajo cualquier posibilidad de mejora. Los errores, para las personas con mentalidad de crecimiento, son sin embargo oportunidades para seguir aprendiendo y mejorando. Son una señal de que no se ha llegado todavía a un punto concreto en la curva de aprendizaje. No de que no se vaya a llegar nunca.

Cuando los padres y los profesores entienden que salir de su propia zona de confort y abrazar cambios con una perspectiva de mejora produce un efecto positivo trasladable hacia sus hijos y estudiantes, inmediatamente las expectativas en los niños y niñas aumentan. Que un alumno no haya conseguido algo aún no quiere decir que no lo vaya a conseguir nunca. Es lo que Dweck denomina “el poder del todavía” (the power of yet). “Todavía” es una palabra que deja margen para mejorar, que pone el foco en lo que queda por hacer o por aprender. “Todavía” es una palabra llena de esperanza y expectativas. Tener altas expectativas en nuestros hijos o en nuestros alumnos tiene un efecto empoderador demostrado y perdurable en el tiempo.

Si los que estamos dedicados a la tarea de educar no hacemos propia esa mentalidad de crecimiento, automáticamente trasladamos a nuestros pequeños un sentimiento derrotista. Pero si aceptamos que hay oportunidades de aprender, de crecer y mejorar en aquello que puede parecer un problema o una amenaza, aumentaremos las expectativas en nuestros niños y les abriremos un abanico de oportunidades. Entender que todavía queda camino por recorrer y no darse ni permitir que se den por vencidos es también trasmitir y favorecer la resiliencia.

Así, volviendo a la idea original, a esa reflexión acerca de si somos padres que entorpecen o que facilitan los cambios, si somos padres que vemos oportunidades donde otros ven amenazas, creo que todo dependerá de nuestra mentalidad. Si tenemos una mentalidad de crecimiento, podremos ver que hay cambios que son oportunidades de mejora y de aprendizaje. En estos tiempos revueltos, en los que la educación se vio interrumpida durante un trimestre, en el que la educación a distancia es una opción que no sirve para todos, es importante actuar con mentalidad de crecimiento.

La buena noticia es que el cambio de mentalidad es posible, tal vez necesitemos un motivo que lo dispare, pero sin duda se puede. El motivo puede ser personal, porque tus propios hijos estén experimentando los efectos nocivos de la mentalidad fija, la falta de expectativas y la percepción del fallo como fracaso ineludible e inmutable. Es posible que te hayas dado cuenta de que no consigues nada cuando solo te quedas con la foto fija en vez de apreciar el progreso y alentar a tus hijos a no desesperar y a seguir perseverando. O puede haber otro disparador, pero necesitamos más personas que piensen desde la perspectiva de la mejora para avanzar hacia un sistema educativo más justo y que no abandone a nadie.

Estos días de principio de curso he vivido con tristeza el rechazo que se ha producido en algunos entornos a la creación de grupos mixtos o grupos internivel. Nos hemos creído durante años que estar en el mismo curso garantizaba que todos los niños tenían el mismo nivel. Nos hemos olvidado de que algunos pasan de curso con asignaturas suspensas, de que algunos aprueban a duras penas, de que algunos tienen dificultades para seguir el ritmo de las clases, mientras otros se aburren soberanamente o sienten que pierden el tiempo en un sistema que no les deja avanzar más rápido. Si teniendo esto en cuenta podemos afirmar que todos los alumnos de un grupo tienen el mismo nivel creo que estamos ciegos.

La mentalidad fija de algunas familias, el miedo a que sus hijos se vean perjudicados por esta medida, ha impedido a algunos padres y madres ver la oportunidad que sí han visto aquellos maestros que entienden estos grupos como un motivo para poner en marcha proyectos colaborativos entre alumnos de distintos niveles. Tal vez sea rizar un poco más el rizo, tal vez añada una complejidad adicional a lo que ya ocurre en cualquier aula con diversidad de alumnado y por tanto de niveles. Pero es una oportunidad para aprender a atenderlos a todos. Es una oportunidad para ganar experiencia y para cambiar el concepto de aquellos que creen que un niño con un nivel más bajo es una amenaza para el éxito de su hijo.

Los ritmos diferentes y los niveles diferentes no son una amenaza si se gestionan desde el convencimiento de que hay que dar y exigir a cada uno según su curva de aprendizaje y siempre alabando su progreso y su esfuerzo. El suyo propio, personal e individual. En este sentido, se puede organizar el proceso de enseñanza-aprendizaje desde una perspectiva multinivel y la evaluación atendiendo a procesos cognitivos de orden de complejidad diferente. No es lo mismo evaluar qué recuerdan los alumnos (recordar es un proceso cognitivo de orden inferior) que plantear una evaluación desde la creación de su propio entregable (crear es un proceso cognitivo de orden superior).

Necesitamos padres y madres que no entorpezcan los cambios y que apoyen a maestros y maestras con mentalidad de crecimiento contagiándose ellos mismos de ese cambio de paradigma. Debemos favorecer que nuestro sistema educativo avance en todo aquello que nos lleve a aceptar la diversidad, y en definitiva a adoptar medidas que favorezcan la personalización del aprendizaje y la inclusión. Decía Salman Khan, impulsor de la Khan Academy, que los niños debían tener la oportunidad de alcanzar el 100% del objetivo marcado en cada ámbito de conocimiento o asignatura. Añadía que no nos debíamos conformar con que sigan adelante con la mitad de los conocimientos. Al fin y al cabo, estaba defendiendo el “poder del todavía” y pidiendo que se les dé margen para mejorar y progresar, margen para llegar a lo más alto de la curva de aprendizaje.

*Eva Bailén es ingeniera en Telecomunicaciones y autora del blog todoeldiaconectados.com sobre nuevas tecnologías para niños. Inició la campaña de Change.org “por unos deberes escolares justos”. Ahora es diputada en la Asamblea de Madrid y portavoz de Educación de Ciudadanos.

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