Trump alarga el suspense hasta el final: ¿por quién apostará para la vicepresidencia?
Antes del atentado de este sábado, el candidato republicano avisó que anunciaría el nombre que lo acompañará la papeleta en la convención de Milwaukee
La urgencia por conocer la identidad de la persona que acompañará a Donald Trump en la papeleta como su apuesta para la vicepresidencia quedó en suspenso, como el resto de los asuntos de la política estadounidense, tras el atentado que el candidato republicano sufrió este sábado por la tarde en un mitin en Butler, Pensilvania. Se especulaba con que ese rincón del Medio Oeste podía ser el lugar en el que el magnate desvelaría a quién había escogido para el puesto tras meses de deshojar la margarita. No hubo siquiera opción: el acto electoral quedó interrumpido a los pocos minutos de empezar por los disparos de un francotirador apostado en la azotea de un edificio próximo, aunque fuera del recinto. Trump resultó herido leve y el servicio secreto mató al tirador. Un asistente al mitin murió y otros dos quedaron en estado crítico.
Antes de ese inesperado nuevo capítulo en la historia de la violencia política en Estados Unidos, un cambio de última hora en las normas que rigen la celebración de la Convención Nacional Republicana, que tendrá lugar desde el lunes hasta el jueves de la próxima semana en Milwaukee, permitirá a Donald Trump, de 78 años, mantener hasta el final el único suspense que, quitando la suerte de Joe Biden, le queda a estas alturas al Partido Republicano, ya rendido completamente a sus pies: ¿quién acompañará a Trump como vicepresidente?
En una entrevista en un programa de radio, Trump dijo el viernes que le “encantaría anunciar [el nombre] durante la convención, o tal vez el lunes”; que la criba estaba ya en cuatro candidatos; y que estaba disfrutando del proceso como de una “versión muy sofisticada de The Apprentice”, el reality show con el que el mangante inmobiliario se convirtió en estrella de la telerrealidad.
Las quinielas han visto desfilar al menos una docena de nombres. Todas coinciden en tres como los candidatos más probables, aunque no se pueda descartar una sorpresa mayúscula de Trump. El republicano parece dispuesto a romper la regla no escrita que aconseja buscar a un segundo que diversifique la oferta electoral, aunque lo único seguro a estas alturas es que con Trump, tan cómodo en el caos y la improvisación como en el suspense, nunca se sabe. A continuación, tres perfiles de esos supuestos finalistas y un rápido repaso a las demás opciones.
J.D. Vance. Joven y ‘hillbilly’
J.D. Vance, senador por Ohio que a sus 39 años tiene un pasado como marine en Irak, inversor de capital riesgo y autor superventas, saltó a la fama en 2016 gracias a su memoria Hillbilly. Una elegía rural, libro que fue saludado como el retrato definitivo de la vida en el “cinturón de óxido”, ese pedazo de tierra desafortunada del Medio Oeste que llevó a Trump a la Casa Blanca. Vance usó entonces su recién adquirida figura de intelectual público para definir al magnate como el “Hitler de América”. En este tiempo, en el que el apoyo del expresidente lo catapultó hacia el Senado en las elecciones de 2022, se ha convertido en uno de sus más fervientes admiradores.
A favor: Es el sueño hecho realidad del movimiento MAGA (Make America Great Again): joven, exitoso y ferozmente nacionalpopulista. Comparte con el jefe la visión apocalíptica de Estados Unidos, el gusto por el libre comercio, las ansias aislacionistas que borrarían de un plumazo lo que queda de la vieja idea de la potencia como la policía del mundo libre y las ganas de cerrar a cal y canto la frontera con México. También suma la estrecha relación que une a Vance con el primogénito del expresidente; es una amistad extraña, entre un niño rico de Nueva York y un joven pobre del Medio Oeste hecho a sí mismo. Además, Vance es el favorito en la órbita de algunos de los planetas más rutilantes del universo MAGA, desde el expresentador de Fox News Tucker Carlson al ideólogo del trumpismo, ahora en prisión, Steve Bannon.
En contra: Si el candidato Trump busca llegar a nuevos públicos con su segundo de a bordo, tal vez Vance no sea la mejor idea: es muy joven, sí, pero no parece tener capacidad de atracción del voto femenino o de las minorías. Además, representa a un Estado, Ohio, que el presidente tiene ganado.
Marco Rubio. El viejo enemigo y el voto latino
En las primarias republicanas de 2016, Marco Rubio, hijo de inmigrantes cubanos de clase obrera en Florida, fue uno de los más serios rivales de Trump y por un fugaz momento pareció posible imaginar a un latino en la Casa Blanca. En aquella campaña, pudo comprobar el talento para la crueldad del magnate, que lo apodó Pequeño Marco para reírse de su estatura. Rubio respondió con poca elegancia al llamar la atención sobre las manos pequeñas de su rival. Lejos quedan aquellas rencillas. Rubio, de 53 años, se ha convertido desde entonces en un estrecho colaborador del expresidente desde el Senado y a punto estuvo de ser nombrado secretario de Estado en los últimos compases del primer mandato de Trump.
A favor: Su fama tiene alcance nacional y puede servir para atraer al votante latino, uno de los botines más buscados en esta campaña. Rubio habla español, como un creciente porcentaje de la población estadounidense. Ambos están alineados ideológicamente, y en un mitin reciente, cerca de Miami, Trump dijo que Rubio era “alguien que verdaderamente se había convertido en un amigo”.
En contra: Hay un matiz procesal que puede no serle favorable. La Constitución de Estados Unidos especifica que los votos electorales de un Estado deben ir al menos a un candidato, ya sea el presidente o el vicepresidente, de otro Estado. Tanto Trump como Rubio viven en Florida, que cuenta con 30 votos electorales. Si estos fueran necesarios para asegurarse una magra victoria republicana, siempre quedaría la opción de que Rubio se empadronase tras las elecciones y antes de la toma de posesión en otro lugar. Hay un precedente: la mudanza en 2000 de Dick Cheney de Texas a Wyoming para poder ser vicepresidente de George W. Bush.
Doug Burgum. Poco conocido, pero millonario
Tiene 67 años y es gobernador de Dakota del Norte. Se presentó a las primarias republicanas en las que arrasó Trump, pero nunca tuvo ninguna opción. El idilio entre ambos ha tenido sus altibajos, pero últimamente goza de robusta salud. Trump rescató del anonimato a Burgum y lo ha colocado en unas quinielas en las que nadie lo esperaba realmente. Aparentemente, admira el hecho de que es rico (hizo su dinero con una empresa de software que vendió en 2001 a Microsoft), así como, según dijo un colaborador del expresidente a The Wall Street Journal, su aspecto de “hombre blanco bien parecido”.
A favor: Su grisura y su escasa proyección fuera de Dakota del Norte podrían ser sus mejores bazas. Es imposible que haga sombra a Trump, un hombre incómodo cuando los demás a su alrededor brillan más que él. Su astucia para los negocios también le hace sumar puntos a ojos del jefe.
En contra: Tanto pasar desapercibido podría suponer que no sumara lo suficiente en la papeleta. Es un hombre blanco y mayor, como Trump, así que no contribuye a la diversidad en la oferta electoral. Tampoco le ayudan sus posiciones extremistas en el tema del aborto, que se ha convertido en radiactivo para los republicanos.
Mujeres, afroamericanos… y el resto
El manual perfecto para la selección del vicepresidente aconseja usar esa baza para abrir juego escogiendo, por ejemplo, a una mujer; alguien que seduzca a las minorías; o que baje la media de edad del tándem. También puede tirarse de geografía, apostando por un rostro conocido en un Estado decisivo.
Suponiendo que Trump fuera persona de seguir manuales, eso indicaría que podría optar por una mujer. Tal vez la congresista por Nueva York Elise Stefanik o la demócrata arrepentida Tulsi Gabbard; Kari Lake, exestrella televisiva y perdedora en su asalto a gobernadora por Arizona; Sarah Huckabee Sanders, que fue secretaria de prensa de la Casa Blanca de Trump y eso le bastó para convertirse en gobernadora de Arkansas; o Kristi Noem, su homóloga en Dakota del Sur. No está claro que esta pueda remontar el daño que ella misma se hizo a su imagen con la publicación de sus memorias, que recogían el macabro relato de aquel día en que mató a un perro.
Entre los aspirantes que podrían atraer el voto negro, destacan dos: Tim Scott y Byron Donalds. Scott es senador por Carolina del Sur, se enfrentó a Trump en las primarias y ha batido desde entonces todos los récords de rendirle pleitesía. A Donalds, congresista de Florida, el expresidente lo definió en un mitin en Michigan como “un tipo increíble” y desveló que estaba en “la lista de posibles vicepresidentes”.
Esa lista la completan otros nombres que han sonado con más fuerza antes que ahora. Por ejemplo, el de Vivek Ramaswamy, el “millonario anti-woke”, hijo de inmigrantes indios hechos a sí mismos. En el capítulo más cercano a la política-ficción, están el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que llegó a parecer capaz de hacer sombra a Trump, y Nikki Haley, la rival que más lejos llegó en las primarias. Como tantos enemigos del expresidente, Haley ha acabado plegando velas: de decir que no pensaba “besar el anillo” del candidato a anunciar en mayo que votaría por él. Vencida esa última resistencia, ya solo queda conocer al compañero del viaje que podría devolver a Trump a la Casa Blanca.
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