Israel intensifica los bombardeos en Líbano mientras Hezbolá dispara más lejos que nunca
Israel mata a tres personas al atacar los feudos de la milicia chií, que lanza 150 misiles y drones contra el norte del Estado judío y anuncia una “nueva fase de la lucha” de “batalla abierta y decisiva”
“Nos hemos salvado por 10 segundos”. El israelí Simón, de 59 años, salía a trabajar hacia su taller mecánico cuando empezaron a sonar de nuevo las alarmas, relata a primera hora de la mañana de este domingo. Salió del coche, entró en casa y, a la carrera, se refugió en la habitación de seguridad —una estancia reforzada que disponen muchas de las construcciones― junto a su familia. Entonces, en torno a las seis y media, calcula, llegó el gran impacto. Una enorme explosión a una treintena de metros de la vivienda ubicada en una zona residencial de Kiryat Bialik, a las afueras de Haifa, la gran ciudad del noroeste israelí asomada a la costa del Mediterráneo. Geula, de 60 años y mujer de Simón, gira a su alrededor en medio de la devastación y concluye: “Esto es una escena de guerra. ¡Bum, bum, bum!”. Delante de la mujer, algunos edificios han sido afectados por las llamas, al igual que algunos vehículos, aunque solo ha habido tres heridos.
Todo apunta a que se trata de uno de los 150 misiles y drones que, según las autoridades del Estado judío, Hezbolá ha lanzado durante la madrugada del domingo sobre territorio israelí desde Líbano, a unos 30 kilómetros en línea recta de Kiryat Bialik. Este punto es el más alejado en el que ha logrado golpear a su vecino del sur el partido-milicia libanés desde que comenzó la actual guerra, el pasado 7 de octubre. Hezbolá ha anunciado en un comunicado dos ataques “con éxito” con drones contra “nuevas posiciones” de soldados israelíes en el norte del país. Su número dos, Naim Kassem, asegura que han entrado en una “nueva fase de la lucha”con Israel, que ha definido como de “batalla abierta y decisiva”. Irán, el patrón de la milicia que también ha advertido a Israel de que pagará cara su semana de ataques, ha anunciado el arresto de personas por presunto espionaje y por “preparar acciones contra la seguridad” del país, según la Guardia Revolucionaria.
La noche, al final de una semana que el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha definido como “la más difícil en la historia de Hezbolá”, ha estado salpicada de ataques desde uno y otro lado de la frontera. La aviación israelí ha matado a tres personas al bombardear decenas de veces en las últimas horas el sur del Líbano y el valle de la Becá, con una intensidad de fuego apenas vista en casi un año de guerra. Hezbolá ha reconocido la muerte de uno de sus combatientes.
“Si Hezbolá no entendió el mensaje, les prometo que lo recibirá”, ha advertido desafiante el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, para insistir también en que hará “todo lo necesario para recuperar la seguridad” en su país, según un mensaje de vídeo. “En los últimos días, golpeamos a Hezbolá con una serie de ataques que no imaginaban”, ha dicho el mandatario, al reafirmarse en su determinación de “devolver a salvo a sus hogares” a los aproximadamente 60.000 vecinos del entorno de la frontera desplazados desde hace casi un año por la guerra. “Ningún país puede tolerar el lanzamiento de misiles contra sus residentes ni contra sus ciudades”, ha insistido el primer ministro, y “el Estado de Israel tampoco puede tolerarlo”.
“Con la región al borde de una catástrofe inminente, no se puede exagerar: No hay ninguna solución militar que haga a ambas partes estar más seguras”, ha subrayado la coordinadora especial de Naciones Unidas para Líbano, Jeanine Hennis. Horas antes, las milicias proiraníes de Irak han reivindicado cuatro ataques con misiles y drones contra Israel. “Una escalada en Líbano significa una escalada en Irak”, ha advertido uno de sus líderes.
Hezbolá señala entre los objetivos de su ofensiva unas instalaciones militares que podrían ser la gran fábrica de la compañía de defensa Rafael, que se ubica a unos dos kilómetros de distancia. Sentado en la puerta de su casa, Ilan, de 60 años, luce todavía el uniforme de esa empresa donde se encontraba en turno de noche cuando impactó el cohete delante de donde vive. Se ríe cuando comenta con otros vecinos y conocidos que la milicia libanesa haya afirmado que son las instalaciones de Rafael las que pretendían golpear. El Suzuki negro de su hijo presenta numerosos impactos de metralla que han atravesado la chapa.
De hecho, las instalaciones de esta empresa ya habían sido señaladas el pasado mes de junio después de que Hezbolá, apoyado por Irán, hiciera pública la grabación realizada con uno de sus drones en donde aparecían, además de esa fábrica, distintos lugares del entorno del importante puerto de Haifa.
Mientras comienzan los técnicos la evaluación de daños, Simón muestra inclinando la vista y las manos hacia su traje de faena, con el que se aprestaba a comenzar la jornada dominical, primer día laborable en la semana israelí. Chen, su hija de 34 años, deambula de un lado para otro, atiende a los funcionarios que toman nota de todo.
La “respuesta” a los ataques de los ‘buscas’
Ella, como otros vecinos, recuerdan que ya en la guerra de 2006 entre Israel y Hezbolá cayó uno de los cohetes en el barrio. Desde entonces, aunque saben que viven amenazados, nunca los habían vuelto a ver tan cerca. “Estamos en guerra. Esto forma parte de la respuesta por los ataques de los buscas”. Chen se refiere así a la explosión de miles de sistemas personales de comunicación de Hezbolá el martes y el miércoles en una operación atribuida a los servicios secretos israelíes en el exterior, el Mosad, que dejó más de 40 muertos, miles de heridos y a la milicia libanesa noqueada y sin medios seguros para coordinar la respuesta.
Pese a todo, “no tenemos pensado irnos de aquí”, afirma Chen, porque “esto no es Kiriat Shmona”, argumenta refiriéndose a la ciudad israelí apenas a dos kilómetros de la frontera que es objetivo cotidiano de los ataques desde Líbano y que permanece casi totalmente desalojada desde el comienzo de la contienda. Delante de la mujer, una alfombra de cristales y restos de vegetación esparcidos por la explosión. Unos metros más adelante, el pequeño cráter de unos 50 centímetros que dejó el proyectil, sin golpear de lleno a ninguno de los edificios, todos de dos o tres plantas, que presentan impactos en sus fachadas. La sensación de los vecinos es que están plenamente absorbidos por la contienda, aunque no muestran interés por abandonar su lugar de residencia.
En Líbano, esa misma semana, en el marco de lo que el ministro de Defensa, Yoav Gallant, ha llamado la “nueva fase” de la guerra, un misil lanzado por un caza israelí echó abajo un edificio en Dahiye, en el feudo de Hezbolá en Beirut. Ahí, los servicios de rescate han encontrado este domingo otro cadáver entre los escombros y siguen buscando desaparecidos. El Ministerio libanés de Sanidad sitúa el saldo de muertos en 45, al menos 10 de ellos civiles, incluidos tres niños. Entre las víctimas se encontraba el principal objetivo de Israel: Ibrahim Aqil, el líder de las fuerzas de élite de Hezbolá, enterrado, como otra decena de milicianos, en un ambiente de más gravedad que venganza.
De vuelta a Haifa, en Israel, Simón y Geula vuelven a repetir: “diez segundos”. La frase sale de su boca varias veces como manera de enfatizar el corto lapso de tiempo por el que siguen indemnes, para celebrarlo. El impulso no les lleva a lamentar en un primer momento los daños materiales en la casa o en el pequeño Fiat blanco en el que se iba a trabajar Simón. El vehículo está aparcado en la puerta, agujereado en su lado derecho por los impactos y salpicado de restos de hojas y ramas de los árboles mutilados por la onda expansiva.
Las tejas, las ventanas, las puertas… Hay destrucción en decenas de metros a la redonda en medio del ajetreo de agentes de policía, empleados evaluando desperfectos o investigadores de las fuerzas de seguridad. Impera la banda sonora del ruido de las excavadoras retirando escombros mientras llegan algunas grúas para levantar los vehículos afectados, algunos de ellos irrecuperables.
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