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El Congreso de EE UU da un paso decisivo para aprobar la ayuda a Ucrania tras meses de obstáculos

Los diputados votarán este sábado cuatro proyectos de ley, incluida la asistencia a Kiev, después de que los demócratas se unieran a los republicanos moderados en una moción

Mike Johnson
El presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Mike Johnson, durante una conferencia de prensa semanal en Washington, este martes.Michael McCoy (REUTERS)
Macarena Vidal Liy

Un paso aparentemente pequeño, una mera formalidad, para la Cámara de Representantes de Estados Unidos, pero un salto gigante para la ayuda a Ucrania en la guerra. Después de meses de retrasos y votos en contra, los congresistas han autorizado votar este sábado en el pleno —donde seguramente quedará aprobado— un proyecto de ley que asigna 60.000 millones de dólares (unos 56.000 millones de euros) para la asistencia militar y económica al país invadido por Rusia. El paso es resultado de una insólita alianza entre republicanos moderados y demócratas para derrotar el bloqueo del grupo de republicanos ultraconservadores, opuestos a ultranza a destinar un solo dólar más a Kiev.

En una situación muy poco habitual, votaron a favor de la autorización más legisladores de la minoría demócrata, 165, que de la mayoría republicana proponente de la medida, 151. El resultado final fue de 316 votos a favor por 94 en contra para pronunciarse sobre cuatro proyectos de ley: sobre la ayuda a Ucrania, la ayuda a Israel, asistencia a aliados en Indo-Pacífico y una cuarta sobre medidas de seguridad nacional estadounidenses, un cajón de sastre que incluye desde la prohibición a TikTok si su matriz china no pone a la venta la aplicación a una autorización para incautar activos rusos.

Una vez que estas cuatro medidas se sometan a votación, tienen garantizado salir adelante, al contar con el apoyo de toda la bancada demócrata y la gran mayoría de los republicanos. Esta alianza ha desencadenado la furia del grupo ultraconservador, que amenaza con desatar un proceso interno para cesar al presidente de la Cámara, su compañero de partido Mike Johnson —el promotor de estos proyectos de ley— por “blando”, como ya hicieron en octubre con el predecesor de este, Kevin McCarthy.

Todo en este proceso se ha desarrollado de manera insólita, desde que en septiembre la Casa Blanca presentara lo que hasta entonces había sido un mero trámite en el Congreso: una petición de fondos extraordinarios, contenida en un proyecto de ley presupuestario, para continuar la ayuda militar y económica a Ucrania y permitir a Kiev repeler la invasión rusa a gran escala lanzada en febrero de 2022. La solicitud se topó con la oposición de los republicanos, escépticos sobre la transparencia en la gestión de los fondos, la duración y perspectivas de la guerra y que opinaban que ese dinero debía destinarse a otras prioridades dentro de Estados Unidos. A esos reparos se unió poco después la exigencia de que, antes que preocuparse de Ucrania, había que resolver la cuestión migratoria, dado el aluvión récord de peticiones de asilo en la frontera sur.

Durante meses, la petición de fondos, incluida ahora en un proyecto de ley sobre seguridad nacional de más de 100.000 millones de dólares que incluía también 14.000 millones para Israel, y diversas partidas para Taiwán y aliados asiáticos, así como para reforzar la seguridad en la frontera sur, languideció en los pasillos del Capitolio. Demócratas y republicanos negociaron durante semanas un complejo acuerdo que combinaba la ayuda a Kiev con una reforma migratoria. La Casa Blanca exhortaba a dar el sí, y recordaba que la mayor parte de esos fondos se invierten en las compañías de armamento estadounidenses. Mientras, desde Ucrania llegaban llamamientos cada vez más apremiantes, y noticias cada vez peores desde el frente sobre la disponibilidad de armamento y de hacer frente a unas fuerzas rusas envalentonadas.

El torpedo de Trump

Pero cuando los dos partidos cantaban victoria sobre un acuerdo de reforma en enero, el candidato presidencial republicano, Donald Trump, se pronunció en contra con un torpedo verbal de los suyos: la medida era —según él— “horrible”. En cuestión de días, y en un espectacular golpe de timón político, todo su partido opinaba igual. Vuelta a la casilla de salida.

En febrero la medida, sin las provisiones sobre la frontera, y reducida a 95.000 millones de dólares, quedaba aprobada finalmente en el Senado, donde los demócratas cuentan con mayoría. En la Cámara, el speaker Mike Johnson, que había reemplazado a McCarthy en octubre con los votos de los ultraconservadores, arrastraba los pies. No había ninguna posibilidad de que el proyecto de ley, tal y como venía del Senado, pudiera recibir el sí de su cámara: en un clima político muy polarizado y en el que la colaboración entre los partidos es casi un tabú, y con un partido republicano que cuenta su mayoría sobre los demócratas con los dedos de una mano, cada voto del ala dura es necesario. Un ala dura que, además, controla el comité de reglas, el organismo que debe dar la autorización final para trasladar al pleno cualquier proyecto de ley.

Johnson, en el ala de los republicanos “ucranio-escépticos”, alegaba que debía darse prioridad a votar las leyes presupuestarias de este año. Aprobadas estas, argumentaba que debía acometerse la renovación de FISA, la ley que autoriza medidas de vigilancia para el contraespionaje sin necesidad de autorización judicial y que la Cámara pasó a comienzos de este mes.

Pero hace dos semanas, los servicios de inteligencia ofrecieron una serie de sesiones informativas clasificadas a los diputados sobre la situación de la guerra en Ucrania. Lo que contaron, según han ido apuntando varios legisladores asistentes, era devastador. De no recibir ayuda ya, Kiev bien podría perder la guerra más pronto que tarde, con graves consecuencias para Estados Unidos.

Más defensa aérea para Kiev

La situación en Ucrania es peor que complicada. Rusia está lanzando misiles y drones contra la infraestructura civil y energética. Las víctimas civiles han aumentado y hay ciudades, como Járkov, en el este del país, prácticamente a oscuras. Los aliados de la OTAN han prometido este viernes enviar más defensa aérea al país invadido por Rusia, tras los reclamos del presidente Volodímir Zelenski y las peticiones de la UE y la OTAN, que en los últimos días han urgido a sus miembros a que revisen sus arsenales. El secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, ha asegurado este viernes que los aliados han identificado más sistemas de defensa antiaérea Patriot y SAMP/T disponibles. “Espero anuncios en un futuro próximo”, ha asegurado Stoltenberg tras una reunión urgente con los ministros de Defensa de los 32 aliados de la OTAN por videoconferencia, en la que ha participado también Zelenski.

El secretario general de la Alianza ha reiterado que ahora es prioritario enviar material a Ucrania, incluso a costa de no cumplir las cantidades mínimas establecidas por la OTAN para los arsenales aliados —algo que hace tiempo dejó de imperar debido a la guerra lanzada por Rusia y al apoyo a Kiev—. Sin embargo, no ha dado detalles de quién enviará más defensa antiaérea y cuándo. Los aliados están terminando de cerrar sus compromisos, ha dicho, informa María R. Sahuquillo.

Ucrania ha pedido siete sistemas de defensa Patriot para intentar crear un escudo antimisiles que repela los ataques rusos. Alemania ha anunciado esta semana que enviará uno de los que tiene y que se sumará a los dos que ya había entregado. Además, hay países como España, Grecia o Países Bajos que también disponen de Patriot —en el caso de España, una de sus baterías está estacionada en Turquía como parte de una misión de la OTAN— y otros países, como Francia, disponen de otros sistemas. Además, hay aliados que se han comprometido a enviar fondos para comprar elementos de defensa antiaérea o repuestos, aunque eso significa que el material puede tardar en llegar. Mientras, República Checa ha comprado ya medio millón de rondas de artillería como parte de una iniciativa de conseguir un millón en países fuera de la UE para enviar a Ucrania, según ha confirmado la OTAN.

El ataque de Irán a Israel, en el que los aviones de Estados Unidos jugaron un importante papel para proteger al país aliado de los drones y misiles de Teherán, completó los argumentos. El fin de semana pasado, Johnson anunciaba que esta misma semana presentaría a votación en la Cámara el paquete de ayuda.

Para atraer al mayor número posible de escépticos moderados, y pasar por encima de los ultraconservadores, el speaker, un hombre al que le gusta examinar cualquier problema desde todos los ángulos posibles, propuso partir el paquete de fondos: en lugar de un solo proyecto de ley, cuatro distintos. El de Ucrania lleva incorporadas medidas para una supervisión más estricta, para hacerlo más tolerable entre su bancada.

“Prefiero mandar a Ucrania balas que tener que enviarles soldados estadounidenses”, ha alegado Johnson para explicar su nueva postura a favor de la ayuda.

Con todo, la propuesta del presidente de la Cámara no tenía los votos suficientes entre su grupo parlamentario. Y entre el ala dura, lívida por la maniobra de Johnson, estallaban las críticas contra el líder de la bancada y cobraba fuerza una propuesta para forzar su cese.

Pero ocurrió lo que ya comenzaba a parecer cosa del pasado: un acuerdo bipartidista. Los demócratas, con un interés extremo en sacar adelante los fondos, se asociaban con Johnson para votar a favor de los cuatro proyectos de ley. Era la primera vez que se producía una alianza de este tipo, entre los demócratas y un republicano conservador, en los seis meses de mandato de Johnson.

En el voto del sábado, Johnson volverá a requerir el respaldo de los demócratas. En la votación de este viernes, en una señal del descontento en el ala más conservadora, 55 diputados republicanos se han pronunciado en contra. Algo que anuncia nubarrones en el horizonte para el presidente de la Cámara: tres diputados ya han anunciado que apoyan una moción para cesarle.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
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