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La angustia se apodera de los refugiados en Rafah: “Estamos aterrorizados sin saber a dónde escapar”

Más de un millón de palestinos empujados por la guerra hasta la frontera de Gaza con Egipto sobreviven bajo una enorme crisis humanitaria a la que ahora se une el anuncio del ejército de Israel de invadir esa última parcela que le queda por ocupar

Refugiados en Rafah
Ciudadanos palestinos lloran la muerte de varios familiares en un bombardeo israelí en Rafah, este sábado.Fatima Shbair (AP)
Luis de Vega (enviado especial)

Hasta cinco veces ha ido cambiando de emplazamiento Tamer Srour, de 37 años, con sus tres hijas. Primero estuvieron deambulando entre su localidad natal, Beit Lahia, y el campamento de refugiados de Yabalia, en el norte de Gaza. Después, les empujaron a Jan Yunis y, más tarde, hasta Rafah. “No podemos imaginar lo que puede ser que nos vayan a desplazar ahora fuera de Rafah”, dice Srour en un mensaje de voz, como el resto de los consultados —Israel bloquea el acceso a la Franja a la prensa extranjera―. “Apenas se puede sobrevivir en una tienda de campaña con los niños pequeños, con los aviones pasando por el cielo y pensando todo el tiempo en que quieren matarnos”.

El miedo y la incertidumbre acumulados tras 127 días de guerra se disparan entre la población que trata de sobrevivir en Rafah en unas condiciones cada vez más inhumanas, como denuncian Naciones Unidas, Egipto y diferentes organizaciones humanitarias. El ejército israelí ha anunciado varias veces que se dispone a invadir esa localidad meridional del enclave palestino fronteriza con Egipto donde se agolpa más de un millón de personas. La operación forma parte de lo que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, calificó de “plan combinado” pues, además de la incursión militar, prevé un plan de evacuación de esos cientos de miles de civiles que les permita acabar con Hamás.

“Tengo muchísimo miedo por mis tres hijas, por su futuro, por lo que les vaya a pasar”, comenta Srour que, junto a su familia, es uno de los cientos de miles de gazatíes que han ido descendiendo hacia el sur de la Franja al ritmo de la invasión de las tropas israelíes desde que comenzó la actual guerra con Hamás, el pasado 7 de octubre. “Llevamos cuatro meses con una bolsa de plástico como cuarto de baño”, explica para detallar las condiciones en las que han de hacer sus necesidades.

Ante al aumento de la tensión, Egipto ha reforzado su presencia militar al otro lado de la frontera, según han confirmado las autoridades de ese país a la agencia Efe. “Hay una sensación de creciente ansiedad y pánico en Rafah. La gente no tiene absolutamente ninguna idea de a dónde ir. Cualquier operación militar a gran escala en esta población solo puede añadir otra losa a la tragedia interminable que se desarrolla en Gaza”, alerta en la red social X (antes Twitter) el máximo responsable de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA, según sus siglas en inglés), Philippe Lazzarini,

Samir Zaqout, subdirector del Centro Al Mezan para los Derechos Humanos de Gaza, duda del plan de evacuación del que habla Israel. Cree que es algo que está abocado al “fracaso”. “Los de Hamás tienen capacidad para escabullirse de un sitio a otro, pero eso no pueden hacerlo los civiles. Todo esto es una broma”, explica refiriéndose a lo que para él, sin duda, son “crímenes de guerra”. “¿Qué van a encontrar los israelíes que no hayan encontrado ya en Jan Yunis o en otros sitios?”, se pregunta.

Rafah es la última parcela que les queda por ocupar a los militares en un territorio donde los muertos superan ya los 28.000, según datos actualizados este sábado por las autoridades sanitarias palestinas. Hasta 117 —17 de ellos en Rafah— perdieron la vida en las últimas 24 horas, según esas mismas fuentes. Entre los ataques llevados a cabo por Israel, está el bombardeo sobre el coche en el que se desplazaban miembros de Hamás en Rafah, según el ejército. El objetivo principal fue Ahmed Al Yaqubi, responsable de dar seguridad a altos mandos del grupo islamista y que fue alto responsable de la policía secreta, según las autoridades de Israel. Junto a él, murieron otros dos miembros de Hamás. “Que nos ataquen en Rafah supone un peligro para todos los palestinos que estamos aquí. Todo estamos aterrorizados sin saber qué hacer, qué está ocurriendo y adónde escapar”, deplora Mahmud Imad, de 34 años.

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Crisis humanitaria

Samir Zaqout asegura que es imposible mover a toda la población acogida en Rafah por la ocupación militar y por la destrucción causada a lo largo de Gaza durante la guerra. “Esto es un desastre. No tengo palabras para describir lo que está ocurriendo. La gente no tiene a dónde ir”, señala. Él se considera un privilegiado porque está en Rafah acogido por unos familiares, pero insiste en que la mayoría se encuentra en tiendas, en jardines, en plena calle… “Vivimos en el corazón de una gran crisis humanitaria. Aquí falta de todo: medicinas, comida, agua, dinero. Ir al baño, con cientos de personas por delante, es misión imposible y darse una ducha es un sueño”, describe.

“Desgraciadamente, es extremadamente duro, pero no nos queda otra que volver a ser evacuados y desplazarnos hacia un nuevo lugar. Dijeron que Rafah era seguro, pero mienten. Hace solo unos minutos nos han atacado y las condiciones son cada vez más duras”, señala Mahmud Imad. Imad escapó junto a 10 miembros de su familia del norte pasado el primer mes de contienda hacia Jan Yunis, la segunda localidad de la Franja y principal escenario de la operación militar israelí desde hace semanas. Calcula que hace un mes escaparon de allí y llegaron a Rafah. Se queja de lo que cuesta conseguir todo, especialmente comida para sus hijos.

“La ofensiva terrestre declarada por Israel sobre Rafah será catastrófica y no debe continuar”, sostiene Meinie Nicolai, directora general de la sección belga de Médicos Sin Fronteras (MSF). “Ningún lugar de Gaza es seguro y los repetidos desplazamientos forzosos han empujado a la población a Rafah, donde se encuentran atrapados en un minúsculo trozo de tierra y sin opciones”, añade esta organización humanitaria en la red social X. “Las declaraciones y las acciones israelíes en el sur de Gaza, en Rafah, indican que habrá más víctimas civiles”, afirmó el ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shukri, en una rueda de prensa en El Cairo, informa la agencia Efe. Israel tratará de mover a los civiles hacia el norte antes de asaltar Rafah, señalaron fuentes militares de Israel bajo condición de anonimato a la agencia Reuters.

“La única opción que nos queda sería, al menos, poder regresar a nuestras casas. Ramadán [el mes sagrado para los musulmanes] está a las puertas; [por eso] hago un llamamiento a la comunidad internacional para que nos deje regresar a nuestras casas. Ninguno de los líderes árabes ha hecho nada por detener la guerra”, lamenta Srour, el padre de las tres niñas. “Ahora quieren venir aquí, donde nos encontramos más de 1,4 millones de personas refugiadas. Si entran, me temo que los tanques pasarán por encima de la gente”, vaticina. La UNRWA les entrega cada semana dos latas de habichuelas y dos de carne que considera totalmente insuficiente incluso para una persona. Apenas encuentran harina y el precio de un kilo de azúcar supera en el mercado local los 40 shekels (unos 10 euros), añade.

“Nuestra vida es extremadamente dura”, detalla por su parte Majd Abu Qudeh. “Vivimos sin gas, sin medicinas, con los precios muy elevados, de tal forma que ni siquiera podemos acceder a cosas para los niños”, agrega. Abu Qudeh empezó a escapar desde el norte junto a un grupo de diez personas, entre ellos, sus hijos, su hermana y su madre. Acabaron refugiados en una escuela de Jan Yunis antes de tener que seguir camino hacia el sur hacia la vecina Rafah, a unos 10 kilómetros. Relata que es muy duro tener que lidiar con las amenazas constantes de las tropas israelíes, sobre todo ahora, que han anunciado que los van a empujar “a lo desconocido”. “Tendremos que dejar atrás todo. Nuestro miedo ahora es ¿y después de Rafah, qué?”, se pregunta.

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Sobre la firma

Luis de Vega (enviado especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.
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