Cristales rotos y hierros retorcidos: Sánchez recorre el kibutz convertido en símbolo del horror
El presidente español visita la casa 507 de Beeri, donde murió carbonizada en el ataque de Hamás la activista por la paz Vivian Silver
Con el rostro encogido, el presidente del Gobierno accede a la casa 507 del kibutz Beeri, totalmente calcinada. Un punto pintado con espray rojo indica que en ella se encontró algún cadáver. La habitaba hasta el 7 de octubre la activista por la paz Vivian Silver, cuyo cuerpo carbonizado fue recogido tras el ataque de Hamás. Es solo una de las 1.200 víctimas mortales de ese día, pero esa trágica muerte representa el ímprobo esfuerzo de esa minoría que entrega su vida a militar por la convivencia entre palestinos e israelíes. Pedro Sánchez no solo se encuentra en casa de Silver, también se halla a poco más de tres kilómetros de la franja de Gaza, principal escenario de la guerra que libran Hamás e Israel y donde han muerto ya más de 14.500 personas. De fondo, retumba la artillería, helicópteros y aviones israelíes en medio de un incesante ir y venir de tropas.
Silver, israelí de origen canadiense de 74 años, se dedicaba, entre otras muchas iniciativas, a ayudar a los gazatíes que sufren distintas enfermedades, incluso cáncer. Los recogía a las puertas de la Franja y los trasladaba a hospitales de Israel para ser tratados. “Se dedicaba a vivir en paz con sus vecinos de Gaza. Todo eso ha sido quebrado, lo único que vemos son las consecuencias de este dolor que solo tiene un fin, que es la destrucción. Tenemos que rechazarlo, condenarlo, y unirnos para que esto no se repita”, comentó el presidente con tono de pesadumbre.
Suenan cristales en el suelo cuando Sánchez avanza protegido por un chaleco antibalas a través del salón de la casa entre hierros retorcidos. La luz que penetra por el hueco que ocupaban las ventanas otorga a las paredes y el techo negro un aspecto de escenario de película, de paisaje después de la batalla. Atento, el mandatario español comienza a escuchar las explicaciones del mayor Liad Diamond, del ejército israelí, que hace de guía intentando no ahorrar detalles.
Abre la tableta y empieza a deslizar con el dedo escenas dantescas de lo ocurrido en el peor día de los 75 años de historia de Israel. “Esto son víctimas del festival de música”, le comenta al detenerse en una de ellas. A pocos kilómetros de la comunidad agrícola de Beeri, 260 personas fueron masacradas por los milicianos armados en lo que iba a ser una fiesta de miles de jóvenes durante todo el fin de semana.
Beeri se ha convertido en uno de los símbolos del horror. Un centenar de personas del millar de vecinos fueron asesinadas en una batalla que duró 12 horas, según fuentes militares. Junto a Sánchez realiza la visita el jefe del Gobierno belga, Alexander de Croo. Previamente, han sido recibidos en Jerusalén por el presidente de Israel, Isaac Herzog, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y, posteriormente, por el presidente de la Autoridad Nacional palestina (ANP), Mahmud Abbas, en Ramala. Ambos cerrarán la gira regional este viernes en Egipto.
Sánchez y De Croo recorren cada habitación infantil, cada casa devastada, con una expresión cada vez más conmovida. Algunos miembros de las delegaciones lloran. “Las imágenes lo dicen todo, la crueldad del ataque terrorista, el sufrimiento, la angustia porque hay 27 familiares de este kibutz retenidos en Gaza. Quiero mostrar toda la solidaridad con el pueblo israelí. Me ha impactado la humildad de esta explotación agrícola; es gente trabajadora, gente que se levanta todos los días, que ansía la paz”, insistía.
Aun así, el presidente español se aferra a la esperanza de un chaval que, junto con otros supervivientes del atentado, intentan reconstruir el kibutz. “Dentro de la barbarie, me llevo la esperanza de estos jóvenes que pocas semanas después del atentado han vuelto al kibutz y manifiestan su intención de reconstruirlo y seguir trabajando aquí”, remata Sánchez.
El cuerpo de Vivian Silver, irreconocible como el de muchas víctimas tras el ataque, no fue identificado hasta el 13 de noviembre. Tres días antes de la guerra, el 4 de octubre, se manifestó en Jerusalén por última vez a favor de la paz junto a sus compañeras israelíes y palestinas de Women Wage Peace (Mujeres que hacen la paz). En la mañana de aquel infausto día 7, la activista narró en directo a uno de sus hijos, a través de WhatsApp, el infierno en que se había convertido Beeri, donde residía desde 1990. Eran las 10.54 cuando escribió “hombres armados están en casa”. Silver fue finalmente enterrada el pasado viernes en el cementerio del kibutz, en una ceremonia muy reducida y con la banda sonora de los bombardeos de fondo. Cerca de Gaza, pero lejos de la paz.
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