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Los puntos débiles de la tesis de Israel: por qué Hamás no es igual al ISIS

El origen, la naturaleza y la ideología de la milicia palestina distan mucho de los del grupo yihadista, aunque las tácticas empleadas en el ataque del 7 de octubre han llevado al Gobierno de Netanyahu a equipararlos

Un grafiti que dice 'Hamás es lo mismo que el ISIS', a finales de octubre en Tel Aviv.Foto: Oded Balilty (AP/ Lapresse) | Vídeo: EPV / REUTERS

La campaña lanzada por Israel sobre Gaza tras el ataque perpetrado por Hamás el pasado 7 de octubre no es solo militar; también es narrativa y de gran intensidad. Hace dos semanas, sirva de ejemplo, el responsable de una empresa israelí de comunicación, en contacto con prensa extranjera, enviaba en un wasap un documento con ocho diapositivas bajo el título “Hamás & ISIS” y las firmas de las fuerzas de seguridad israelíes. El pliego enfrenta fotos de la milicia palestina, considerada terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, y el grupo yihadista sirio-iraquí. Compara su retórica, decapitaciones, masacres, violaciones… Abunda en uno de los mantras que, en Israel, utilizan diariamente el Gobierno, casi toda la oposición, la diplomacia, los mandos militares y, ahora también, su propia población: Hamás es como el ISIS. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, suele referirse de hecho al grupo armado palestino como “Hamás-ISIS”, y su titular de Exteriores, Eli Cohen, lo consideró la semana pasada “peor” que el Estado Islámico (ISIS, según sus siglas en inglés).

Expertos consultados por este periódico y el análisis del terror salvaje del ISIS muestran que, si bien Hamás usó el 7 de octubre tácticas terroristas y algunos de los asesinatos fueron brutales, su origen, naturaleza, ideología y forma de gobierno en la Franja distan mucho de las de esta hidra yihadista. Mustafá Ayad, director del Institute for Strategic Dialogue, con sede en Londres, resume así, en un intercambio de mensajes, la relación entre los dos grupos armados: “El Estado Islámico desprecia a Hamás debido a sus vínculos con Irán, así como su dependencia de la política; participó en elecciones, por ejemplo, y eso para el Estado Islámico es una línea roja. Sus partidarios se han referido a los de Hamás como los ‘judíos de la yihad”.

Los dos grupos se consideran enemigos y difieren en sus objetivos: mientras el ISIS ansía romper el orden internacional e instaurar por la violencia un califato totalitario ―un proyecto de terror que incluyó la formación en Siria de una unidad para atentar en el extranjero (París, Bruselas), bajo el nombre de Enmi―, Hamás persigue eliminar Israel a través de la lucha armada de inspiración religiosa y establecer un gobierno de corte islamista. Su objetivo está geográficamente delimitado a la denominada “Palestina histórica” ―las actuales Israel, Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este― y ha recurrido para ello tanto a la vía institucional y las urnas (ganó las últimas elecciones legislativas palestinas, en 2006) como a la violencia contra soldados y civiles, en tanto que Movimiento de Resistencia Islámica, su nombre completo del que Hamás es un acrónimo. “No puedes decir simplemente: ‘El ISIS masacró gente, también Hamás, así que son lo mismo’. Es muy superficial”, señalaba al diario Haaretz Itzjak Weismann, profesor de la Universidad de Haifa que analiza movimientos y pensamiento islámicos.

También Avraham Sela, historiador israelí, profesor emérito del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén y coautor del ensayo The Palestinian Hamas: Vision, Violence, and Coexistence (El Hamás palestino: visión, violencia y ajuste, Columbia University Press), ve la comparación “inapropiada”. “Hay muchas diferencias [...] Hamás es, ante todo, un movimiento nacional-religioso o, mejor dicho, religioso-nacional, para el que la religión nunca ha sido algo tan radical y extremo como para el ISIS”, apunta Sela. Mientras el ISIS, añade, practica el takfirismo (declarar apóstatas y hasta ejecutar a otros musulmanes por no seguir de forma estricta los preceptos de la ley islámica), Hamás no lo hace y respeta a la pequeña comunidad cristiana en la franja de Gaza, bajo su control desde 2007.

“Incluso después del 7 de octubre, los líderes de Hamás emplearon un lenguaje que no puede identificarse con el del ISIS. Siguen preocupados por su imagen internacional, sobre todo en el mundo árabe-islámico. La principal diferencia es que la mayoría del mundo musulmán estaba en contra del ISIS y una larga lista de teólogos y académicos musulmanes emitió opiniones en su contra, mientras que la mayoría del mundo árabe e islámico apoya a Hamás porque lo ve como un movimiento de liberación nacional o religioso, esté o no justificado”, agrega Sela, quien critica que se englobe en un todo cualquier forma de violencia islamista.

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Biden y Macron

La equiparación entre los dos grupos se ha convertido en uno de los estandartes de la ofensiva israelí, no solo desde el Gabinete de Netanyahu. El presidente de EE UU, Joe Biden, en un discurso desde la Casa Blanca el 10 de octubre, afirmó que el ataque de Hamás le recordaba a “lo peor del ISIS”. Unos días después, desde Tel Aviv, fue el presidente francés, Emmanuel Macron, el que, junto a Netanyahu, comparó a Hamás con el ISIS y propuso utilizar la coalición que derrotó al grupo yihadista para combatir a la milicia palestina.

Entre los objetos hallados por el ejército tras el ataque del 7 de octubre había documentos, USB y banderas vinculadas a Al Qaeda y al ISIS, según la exposición hecha por los portavoces israelíes. El experto en el estudio del yihadismo y profesor de la Universidad de Miami Nathan S. French los ha analizado: “No revelan una conspiración yihadista en curso compartida por Hamás, el ISIS y Al Qaeda”, señala French en un correo electrónico. “Los documentos presentados al público”, prosigue este analista, “han estado en circulación desde al menos 2001 en sitios web yihadistas populares (…) Revelan que los agentes de Hamás ―al igual que otros grupos islamistas y yihadistas― toman prestado, roban y se apropian de tácticas y estrategias de otros movimientos políticos, guerrilleros o militantes similares”.

La causa palestina es y ha sido, no obstante, central en las soflamas yihadistas desde tiempos de Al Qaeda y Osama Bin Laden. Lo es también, aunque con menos asiduidad, para el ISIS, nacido de la rama iraquí de Al Qaeda, pero enfrentada hoy a la red que financió el terrorista saudí. Sin embargo, una cosa es la presencia de Palestina en la propaganda yihadista y otra la consideración hacia Hamás. Ya en febrero de 2015, un grupo afín al ISIS emitió un vídeo desde Siria en el que amenazaba con atacar a Hamás. “El régimen de la sharía [ley islámica] se implementará en Gaza a tu pesar [de Hamás]”, decía uno de los terroristas.

En mayo de 2021, durante otra escalada palestino-israelí, Al Naba, órgano de propaganda del ISIS, criticaba a la milicia palestina, aunque sin pronunciar su nombre, como recogía el analista del fenómeno terrorista Kyle Orton. Este es un fragmento: “La gente debería darse cuenta de que la yihad […] difiere de lo que se llama resistencia. La diferencia entre yihad y resistencia es como la diferencia entre verdad y falsedad […] ¡Jerusalén no será liberada por aquellos que hacen distinciones entre los rafida y los judíos!”. El término rafida es usado para referirse a los musulmanes chiíes y, en concreto, a Irán, país aliado y sustento fundamental de Hamás. Esta alianza es intolerable para el fundamentalismo del ISIS.

“Tanto Hamás como el ISIS tienen como objetivo central la destrucción del Estado de Israel y la restauración en Palestina de alguna forma de gobierno islámico”, señala Nathan S. French. “Sin embargo, el ISIS considera que Hamás está lleno de apóstatas y el grupo palestino ha luchado abiertamente contra grupos yihadistas similares al ISIS”. El brazo armado de Hamás, las Brigadas Ezedin al Qasam, aplastó de hecho a varios grupúsculos salafistas en 2009, tras acordar con Israel un alto el fuego que puso fin a 22 días de guerra en los que murieron más de 1.400 palestinos. Los yihadistas le acusaban de traicionar sus credenciales de movimiento de resistencia, al pactar con el enemigo, y defendían la instauración de un emirato islámico.

Nacido a finales de los años ochenta, durante la Primera Intifada, Hamás cimentó su popularidad en el elemento caritativo y una imagen de honestidad, piedad religiosa y cercanía (el jeque Ahmed Yasín construía campos de fútbol y su sucesor, Ismail Haniye, se ha hecho fotografiar jugando). Pero, sobre todo, en la personalización de la auténtica resistencia armada frente a una vieja guardia palestina vista hoy como corruptos a los que preocupa menos su pueblo que mantener sus coches oficiales y arrestar en Cisjordania a aquellos palestinos que pide el ejército israelí.

Fronteras previas a 1967

La victoria electoral de 2006 dio paso a su lado más pragmático, tras años de atentados suicidas y de perder líderes en asesinatos selectivos. Rechazó una y otra vez las peticiones de Aiman al Zawahiri, posteriormente líder de Al Qaeda y asesinado en Kabul por EE UU en julio de 2022, de abrir Gaza a voluntarios yihadistas de todo el mundo para luchar contra Israel, recuerda Sela. Su entonces máximo líder político, Jaled Meshal ―que hoy aplaude sin matices el ataque del 7 de octubre― proponía públicamente una tregua de 10 años a cambio del fin de la ocupación militar y se abría a aceptar lo mismo que defiende la comunidad internacional ―un Estado palestino en las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967―, aunque sin reconocer formalmente a Israel.

En 2017, Hamás emitió un nuevo programa: sigue defendiendo la yihad para eliminar a Israel, pero rechaza “intervenir en los asuntos internos de otros países”; elimina los elementos claramente antisemitas de su carta fundacional, y subraya que está en conflicto con el “proyecto sionista”, no “con los judíos por ser judíos”. Ese año, durante la negociación de un alto el fuego, el líder de Hamás, Yahia Sinwar, hoy el hombre más buscado por Israel como cerebro del ataque del 7 de octubre, escribió a Netanyahu una carta en hebreo (que aprendió en prisión) en la que le pedía: “Asume un riesgo calculado”.

Es decir, “no es una secta nihilista”, como recordaba este mes el escritor Adam Shatz en London Review of Books. Es la pregunta que inquieta a Sela: ¿por qué una organización que “no es suicida”, da gran importancia a “mantener su infraestructura social, religiosa y militar” y “nunca ha sido un mercenario de otro país u organización”, lanzó aquel 7 de octubre un ataque masivo tras el cual sabía que Israel buscaría su aniquilación?

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