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La inundación de Derna se suma a la descomposición del Estado en una Libia partida en dos

La división del poder entre dos gobiernos paralelos, un problema no resuelto de la guerra civil que siguió a la muerte de Gadafi en 2011, dificulta el reparto de ayuda a las decenas de miles de damnificados

Un hombre sentado en un coche dañado, después de que una fuerte tormenta y lluvias torrenciales azotaran Derna el 12 de septiembre.Foto: REUTERS | Vídeo: EPV
Francisco Peregil

En Libia parece más fácil contar muertos que organizar unas elecciones y contar votos. La tormenta Daniel se ensañó el sábado con el este del país y en la noche del domingo al lunes provocó la ruptura de dos pantanos en Derna, la cuarta ciudad más poblada del país, con unos 120.000 habitantes. De pronto, dos gobiernos paralelos que apenas mantienen las relaciones indispensables para asuntos tan básicos como el pago de salarios o de pensiones han tenido que ponerse de acuerdo para afrontar la muerte de más de 5.300 personas en Derna, la búsqueda de 11.000 desaparecidos y el desplazamiento de más de 20.000. La fragilidad de las infraestructuras corre en paralelo a la debilidad de las instituciones en un país de 6,7 millones de habitantes que podría disponer de una de las rentas per cápita más alta del mundo árabe gracias a sus reservas petrolíferas.

“La división de los dos gobiernos no ha provocado el incidente, pero ha agravado la ausencia de reacción apropiada”, indica a través de un correo electrónico Antoine Basbous, fundador en Francia del Observatorio de Países Árabes. Un residente de Libia, conocedor de la situación, que solicita el anonimato, asegura que la cooperación entre los dos gobiernos tardó “casi 48 horas” en registrarse. Finalmente, el Gobierno del oeste ha anunciado este miércoles la concesión de 384 millones de euros en ayudas para la reconstrucción y 96 millones para repartir entre los damnificados.

“Las infraestructuras están muy dañadas en todo el país”, señala la misma fuente. “Por poner un ejemplo, el aeropuerto internacional de Trípoli no dispone de equipos para operar con normalidad”, añade.

Un hombre observa un cadáver víctima de las inundaciones, el 12 de septiembre en Derna.
Un hombre observa un cadáver víctima de las inundaciones, el 12 de septiembre en Derna.ESAM OMRAN AL-FETORI (REUTERS)

La alegría vivida en Trípoli en octubre de 2011 con la caída del dictador Muamar el Gadafi solo fue el inicio de una pesadilla que ha encadenado una guerra civil con la llegada aterradora del fenómeno del tráfico de migrantes. El oeste está en manos del primer ministro, Abdelhamid Dabeiba, apoyado sobre todo por Turquía y Qatar. Y el este lo controla el mariscal Jalifa Hafter, de 80 años, apoyado, entre otros, por Egipto, Rusia y Emiratos Árabes Unidos.

Dabeiba es un empresario millonario de 61 años nacido en la ciudad de Misrata, en la costa occidental del país, cuya familia se enriqueció durante la dictadura de Gadafi. Y Hafter, que tiene como gran aliado al presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, se considera predestinado a salvar al pueblo libio. Su verdadera fuerza se puso a examen el 4 de abril de 2019, cuando se plantó en las afueras de Trípoli con una columna de 300 vehículos respaldada por la fuerza aérea. Quería tomar la capital, pero al cabo de 14 meses, tras cientos de muertos por ambas partes y miles de desplazados, Hafter terminó replegándose en su feudo del este. El país volvió entonces a la senda esquizofrénica habitual: dos administraciones que no se reconocen y una industria de tráfico humano cada vez más potente y cruel.

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En diciembre de 2021 estaban previstas unas elecciones presidenciales y legislativas que finalmente quedaron aplazadas. Más de año y medio después aún no hay ninguna fecha prevista para celebrarlas. En Libia viven de forma permanente unos 200 españoles que, según fuentes oficiales, están localizados y en buen estado.

Claudia Gazzini, miembro del centro de análisis International Crisis Group, sostiene que desde la caída de Gadafi, en 2011, y durante 10 años de enfrentamientos entre el este y oeste del país, ambos gobiernos han descuidado las infraestructuras. “No solo se trata de estos pantanos”, advirtió Gazzini en el canal alemán DW, “sino también de los puentes y las carreteras. Y no solo en el este, sino también en el oeste. Yo no culparía a la corrupción, sino que más bien diría que este es el efecto colateral de un país en guerra donde los dos gobiernos están más interesados en proclamar su legitimidad antes que en gestionar y reconstruir”.

En el mismo sentido se expresa el analista Tim Eaton, del centro Chatham House, quien cree que el desastre ha “magnificado los errores provocados por el hombre”. En el diario Financial Times, Eaton cita un informe del año pasado publicado en una revista de la Universidad Sebha de Libia, donde se advertía de que el “área estudiada” corría “riesgo de inundación” a causa del mantenimiento deficiente de la presa. “Por lo tanto, se deben tomar medidas inmediatas para el mantenimiento rutinario de las presas, porque en caso de una gran inundación, las consecuencias serán desastrosas para los habitantes del valle y de la ciudad”, señalaba el estudio.

El analista indicó al diario británico que hay unas 140 instituciones gubernamentales divididas entre el este y el oeste, entre dos administraciones paralelas. “Por lo que se puede imaginar lo difícil que va a ser dar una respuesta de amplio alcance”.

Vista general de la destrucción causada por las inundaciones en Derna, el 12 de septiembre.
Vista general de la destrucción causada por las inundaciones en Derna, el 12 de septiembre.Abdullah Mohammed Bonja (Anadolu Agency / Getty)

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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