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Los países vecinos de Níger perfilan una intervención militar que divide a África

Cinco de los 15 Estados de la región occidental del continente rechazan la acción armada, que tampoco se ve con buenos ojos en la Unión Africana

José Naranjo
Níger
Militares de la Cedeao llegan a la reunión de los jefes de Estado Mayor en el cuartel general de las Fuerzas Armadas de Ghana en Accra, este 17 de agosto.FRANCIS KOKOROKO (REUTERS)

Los jefes de Estado Mayor de los ejércitos de los países de África occidental definen este jueves y viernes en Acra (Ghana) los perfiles de una intervención militar que restaure el orden constitucional en Níger, gobernado por los militares tras el golpe de Estado del pasado 26 de julio. Sin embargo, esta acción armada está provocando una profunda división continental. Mientras los pesos pesados de la región, Nigeria, Costa de Marfil y Senegal, apuestan por la acción armada, los regímenes militares de Guinea-Conakry, Malí, Burkina Faso, así como Cabo Verde, la rechazan. Al mismo tiempo, la Unión Africana es incapaz de alcanzar el consenso. En el terreno internacional, Francia se muestra más beligerante que Estados Unidos, que cree aún en la salida diplomática.

La amenaza de una acción militar sigue adelante si los esfuerzos diplomáticos fracasan. Este es el mensaje que ha querido trasladar este jueves la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), cuyo comisario de Asuntos Políticos, Paz y Seguridad, Abdel-Fatau Musah, aseguró que 10 de los 15 países del bloque estaban dispuestos a aportar tropas, según informa Reuters. “La democracia es lo que defendemos y es lo que alentamos”, dijo el Jefe del Estado Mayor de Defensa de Nigeria, el general Christopher Gwabin Musa, al comienzo de la reunión de dos días. “El enfoque no es simplemente reaccionar a los eventos, sino trazar de manera proactiva un curso que resulte en paz y promueva la estabilidad”, añadió.

Musah también acusó a la junta militar nigerina de estar “jugando al gato y al ratón” con la Cedeao al negarse a recibir a sus negociadores, pero presentando excusas para mantener abierta esa puerta y criticó la decisión de los golpistas de procesar al presidente derrocado Mohamed Bazoum por alta traición. “La ironía es que alguien que está secuestrado haya sido acusado de alta traición”, añadió.

Nigeria, potencia regional que comparte unos 1.500 kilómetros de frontera con Níger, hoy cerrada, es el principal impulsor de la intervención militar. A su lado, el presidente de Costa de Marfil, Alassane Ouattara, se ha mostrado como el más beligerante reclamando una acción armada “en el plazo más corto posible” y prometiendo un batallón de 850 soldados. Los otros gobiernos que habían anunciado su disponibilidad para enviar tropas, sin concretar su número, son los de Senegal, Sierra Leona, Guinea-Bisáu y Benín.

Sin embargo, una creciente ola de rechazo a esta iniciativa ha surgido en el seno de estas naciones. A la firme oposición expresada por el Senado nigeriano se han unido en los últimos días numerosos actores políticos y ciudadanos. Varios líderes religiosos y tradicionales de los Estados del norte de Nigeria, que temen una desestabilización en caso de conflicto, han liderado misiones de mediación. En Senegal, 170 destacados intelectuales y políticos como Felwine Sarr, Boubacar Boris Diop o Aminata Touré, han firmado una tribuna en la que alertan de la “catástrofe” a la que se encamina la región en caso de intervención militar. En Benín y Costa de Marfil, miembros de la oposición han pedido a sus gobiernos que recapaciten y rechacen la idea.

Apoyo a los golpistas

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Otros países de la Cedeao han expresado su rechazo. El presidente de Cabo Verde, José María Neves, aseguró que “toda intervención militar en este momento agravaría la situación y transformaría la región en un espacio explosivo”. De igual forma, Faure Gnassingbé, presidente de Togo, había manifestado su oposición a que se usara el espacio aéreo de su país. Finalmente, los tres regímenes militares de la región, Guinea-Conakry, Burkina Faso y Malí, cuya participación en el organismo regional está suspendida, se muestran totalmente contrarios a la iniciativa. Los dos últimos han asegurado que, incluso, acudirían en apoyo de los golpistas nigerinos en el caso de que se produzca la acción armada.

Peor aún lo tiene la Cedeao más allá de sus fronteras. Tras la tensa reunión del pasado lunes, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana (UA) no ha sido capaz, tres días después, de hacer pública su posición, aunque una fuente diplomática aseguró a Efe que ese organismo aboga por una solución “no militar y no punitiva” a la crisis. Otras fuentes diplomáticas explican que países de África austral y oriental, así como del Magreb, se mostraron abiertamente en contra de la decisión de la Cedeao de poner en marcha una intervención militar. Argelia y Chad, potencias militares africanas, son un ejemplo. El Gobierno argelino ha prohibido a la Cedeao usar su espacio aéreo y el presidente chadiano, Mahamat Idris Déby, quiere privilegiar el diálogo frente a las armas.

Más allá de África, las potencias mundiales también muestran señales de división respecto a la resolución de esta crisis. Francia, que cuenta con unos 1.500 soldados en suelo nigerino tras su expulsión de Malí y Burkina Faso por los regímenes militares, ha mostrado su total acuerdo con las decisiones adoptadas por la Cedeao y su disposición a apoyar la intervención militar. Estados Unidos, que tiene 1.100 militares en el país y una importante base de drones, ha expresado su apoyo a la Cedeao. Pese a este respaldo, al mismo tiempo, Washington confía todavía en la vía diplomática. Por su parte, Alemania apuesta por las sanciones contra los autores del golpe.

Mientras tanto, en Níger, donde las sanciones económicas ya se aprecian en la subida de los precios de los alimentos y los constantes cortes de electricidad, las autoridades han comenzado a reclutar voluntarios para reforzar a su ejército en el caso de que se produzca un eventual ataque de sus vecinos. “Hay jóvenes que hacen noches de vigilia en las principales rotondas de Niamey, dispuestos a ir al combate”, asegura por teléfono un ciudadano nigerino desde la capital del país.

Rusia rechaza el recurso a las armas

“Creemos que una vía militar para resolver la crisis podría conducir a una confrontación prolongada en el país africano, así como a una fuerte desestabilización de la situación en la región del Sáhara y del Sahel”. Esta es la posición oficial de Rusia, expresada a través de un comunicado de su Ministerio de Asuntos Exteriores, sobre la posible intervención militar de la Cedeao en Níger. El presidente de Malí, el coronel Assimi Goïta, mantuvo una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladímir Putin, sobre el tema. Este le subrayó “la importancia de un arreglo pacífico de la situación para un Sahel más estable”, según contó Goïta en la red social X, antes Twitter.

La posición rusa está muy próxima a la que defiende Estados Unidos, pero por razones diferentes. El nuevo régimen militar nigerino ya ha dado los primeros pasos para romper sus vínculos militares con Francia, una plaza que Rusia podría ocupar, ya sea directamente o a través de los mercenarios de Wagner, como ocurre en Malí y República Centroafricana. Sin embargo, la junta militar no ha mostrado hostilidad hacia Estados Unidos, cuyas autoridades han asegurado que pretenden mantener su presencia en Níger, unos 1.100 soldados y la base de drones de Agadez. Aunque Washington niega toda proximidad con la junta, el Departamento de Estado ha anunciado la inminente llegada a Niamey de su nueva embajadora, la diplomática Kathleen FitzGibbon, que ocupa una vacante libre desde hace dos años.

Buena parte del rechazo a la intervención militar se explica también por el precedente libio. Los bombardeos de la OTAN, liderados por Francia, Estados Unidos e Inglaterra, precipitaron la caída de Muammar Gadafi, pero dejaron tras de sí un país dividido y sumido en un caos que contribuyó a alumbrar la crisis en el Sahel. En esta ocasión, las potencias mundiales no tienen previsto intervenir directamente en Níger, pero un conflicto podría desestabilizar a toda la región.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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