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La tensión política y los disturbios callejeros rompen la estabilidad en Senegal

El presidente Macky Sall baraja presentarse a un tercer mandato prohibido en la Constitución, mientras el opositor Ousmane Sonko se apoya en la combatividad de los jóvenes para hacerle frente

Senegal
Un joven manifestante partidario de la oposición envuelto en una bandera de Senegal durante las protestas vividas el pasado 16 de mayo en Ziguinchor.MUHAMADOU BITTAYE (AFP)
José Naranjo

Lamine y otros tres jóvenes, con la nariz y la boca cubiertas con una tela blanca, intentan prender fuego a una pila de palés de obra y neumáticos en una calle del barrio de Medina, en Dakar, la capital de Senegal. Un conductor intenta sortear el obstáculo, pero se ve obligado a dar media vuelta. “¡Si no quieres luchar por tu país, vete a tu casa!”, grita Lamine en wolof, la lengua nacional. Al volante, el hombre, de mediana edad, hace un gesto de hastío. En el otro extremo de la calle, un gendarme lanza una granada lacrimógena y un furgón policial comienza a acercarse. “Macky Sall será el primer presidente al que sacaremos por la fuerza de su palacio”, añade el joven, de 17 años, que busca piedras para arrojar a los agentes.

En los últimos días, numerosas calles y barrios de las principales ciudades de Senegal han sido escenario de duros enfrentamientos entre jóvenes manifestantes y fuerzas del orden. La semana pasada, hubo tres muertos, un policía y dos menores de edad, así como una treintena de heridos. Este país africano, oasis de paz social en una región convulsa por recurrentes golpes de Estado y por el avance del yihadismo, vive desde hace dos años frecuentes disturbios callejeros provocados por un duelo político de alto voltaje: el presidente Macky Sall, en el poder desde 2012, baraja presentarse a un tercer mandato en los comicios de febrero de 2024, circunstancia prohibida en la Constitución, mientras que el principal líder opositor, Ousmane Sonko, se apoya en su popularidad entre los jóvenes para hacerle frente desde las calles.

“Es un momento muy difícil, en la historia reciente de este país nunca hemos tenido tanta agitación ni tanta policía en la calle”, asegura Babacar Ndiaye, director de investigación del centro de análisis Wathi, quien considera que la violencia podría ir a más. “No sabemos qué puede ocurrir, la trayectoria de los acontecimientos es incierta. Muchas cosas pivotan en torno a la decisión de Macky Sall de presentarse o no y pienso que la tomará en función del contexto. Su entorno le está presionando para que lo haga y es cierto que no ha preparado a ningún delfín para sucederle. En cualquier caso, este enigma se va a resolver en unas semanas, como tarde en septiembre”, cuando comienza el polémico proceso de firmas de apoyo a las candidaturas establecido en la ley senegalesa.

El epicentro de la violencia se trasladó en esta ocasión hasta Ziguinchor, en la región sureña de Casamance, ciudad de la que Sonko es alcalde. Desde hace más de una semana, decenas de jóvenes hacen guardia junto a barricadas en torno a la casa de su líder y lanzan piedras a los agentes con la intención de evitar su supuesta detención. Este martes, el líder opositor tendría que haberse presentado ante un juez en Dakar en el inicio del juicio que se sigue contra él por una denuncia de violación presentada en 2021 por la joven Adji Sarr, empleada de un salón de masajes de Dakar.

Pero el proceso tuvo que comenzar sin él, después de que Sonko decidiera no presentarse a la convocatoria. El líder opositor asegura que es “una chica que miente” y que todo es una maniobra político-judicial para excluirle de la carrera presidencial. Desde hace más de 10 días se encuentra en Ziguinchor, a casi 300 kilómetros de Dakar. “Ya no es justicia, es bandidaje judicial, y por ello he adoptado la decisión, en el marco de mi campaña de desobediencia civil, de no colaborar más”, aseguró a través de Twitter.

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Sonko ya fue condenado por difamación a seis meses de cárcel tras la denuncia de un ministro, a quien acusó de malversación de fondos públicos. Esta pena ya podría convertirlo en inelegible si la confirma el Tribunal Supremo. Cada día de declaración en el juzgado se repiten los disturbios, sobre todo en los barrios del extrarradio y más populares. Desde hace meses, los principales cruces y avenidas de la ciudad de Dakar están tomados por la policía, alerta ante cualquier movimiento.

En los días más calientes, las autoridades prohíben la circulación de motocicletas y las escuelas y comercios cierran. El pasado febrero, en medio de graves disturbios, gendarmes sacaron a Sonko a la fuerza de su vehículo para llevarlo ante el juez. El opositor denuncia un intento de asesinato con “un gas letal” y acusa directamente a Macky Sall.

Estallido tras la primera detención de Sonko

Los primeros incidentes estallaron en marzo de 2021, después de que Sonko fuera detenido. Durante seis días, miles de jóvenes se echaron a las calles, quemaron y saquearon decenas de gasolineras y supermercados de marcas francesas, cortaron carreteras con barricadas, atacaron edificios públicos y se enfrentaron con piedras y cócteles molotov a una policía que respondió con violencia. Solo la puesta en libertad del opositor apaciguó los ánimos después de una quincena de muertos. Ese día, Macky Sall comprendió que el antiguo inspector de impuestos y único diputado del pequeño partido Patriotas Africanos de Senegal por el Trabajo, la Ética y la Fraternidad (Pastef), que había quedado tercero en las presidenciales de 2019, representaba una seria amenaza para su continuidad.

La prueba llegó en las legislativas de 2022, donde la coalición opositora liderada por Sonko se quedó a un solo diputado de arrebatar la mayoría absoluta al campo presidencial. Está lejos de ser un candidato antisistema, pero su discurso es rupturista y ha sabido leer las expectativas de una nueva generación: critica el neocolonialismo y surfea sobre la ola del sentimiento antifrancés que se extiende por la región; denuncia la corrupción, el elemento que le define desde sus inicios como líder sindical; y reclama una justicia independiente para que haya rendición de cuentas, quizás lo que más preocupa al poder. Todo ello conecta con una juventud cada vez mejor formada, pero frustrada por el problema estructural de la falta de empleo y de oportunidades. “La mayoría de la población tiene menos de 25 años y Sonko los habla directamente a través de las redes sociales. Tiene una estrategia de comunicación muy eficaz, que ha superado ampliamente a todos sus rivales”, añade Ndiaye.

Los defensores de Sonko, galvanizados por las palabras de su líder, creen en su inocencia y acusan al presidente Sall de haber urdido una trama que implica a jueces, policías y periodistas para doblegarle. Por el contrario, desde el Gobierno aseguran que Sonko está inmerso en un proyecto insurreccional ante el cual el Estado no se va a arrodillar y le piden que se presente ante su presunta víctima y los tribunales para que responda por sus actos. El juicio, que debía comenzar la semana pasada, se ha aplazado hasta este martes y todo Senegal se prepara para nuevos disturbios. La tensión también se refleja en las libertades, en los últimos meses al menos una decena de periodistas han sido detenidos o amenazados, mientras que cientos de jóvenes y militantes han pasado por comisaría por alteración del orden público.

Unos 170 colectivos de la sociedad civil, líderes de una oposición en la que no todo pasa por Sonko, activistas de derechos humanos y miles de ciudadanos, convocados por el movimiento F24 (febrero de 2024), salieron a las calles el pasado 12 de mayo para exigir unas elecciones a las que se puedan presentar todos los candidatos menos Macky Sall, quien en varias ocasiones prometió públicamente que solo cumpliría dos mandatos en el poder. Más allá de las consideraciones legales, que tendrán que ser resueltas por el Tribunal Constitucional, lo que muchos senegaleses no perdonan a su presidente es que se marque un “wax waxeet”, expresión en wolof equivalente a romper con la palabra dicha. El honor, una cuestión que no es menor en Senegal.

Para tratar de superar la crisis, el presidente Macky Sall ha logrado, por fin, que al menos una parte de la oposición acepte su oferta de un diálogo político “con respeto al Estado de derecho y las instituciones de la República, por un Senegal unido, de paz y de estabilidad y cohesión social”. Está previsto que dicho proceso comience el próximo 30 de mayo. Aunque nace lastrado por la negativa del tenaz líder opositor y sus aliados más cercanos a participar en las conversaciones ―“¿Por qué dialogar?”, preguntaba hace unas semanas en una intervención pública―, lo cierto es que otros partidos de la oposición, como el Partido Democrático Senegalés (PDS) del incombustible Abdoulaye Wade, han aceptado la propuesta. Ousmane Sonko parece dispuesto a correr el riesgo de quedar aislado en el seno de una oposición que comienza a mostrar fisuras y jugárselo todo a su enorme popularidad.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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