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El ‘Gran Hermano’ de Irán contra las mujeres sin velo: cámaras de vigilancia, cárcel y multas

El régimen de Teherán recrudece la ofensiva para imponer ese símbolo islámico a las numerosas iraníes que han prescindido de él durante las protestas

Un grupo de jóvenes, todas sin velo, caminaba el 9 de abril de 2023 por una calle de Teherán. Foto: WANA NEWS AGENCY (VIA REUTERS) | Vídeo: EPV

Las cámaras que vigilan el tráfico de Teherán y del resto de ciudades de Irán tienen un nuevo cometido desde el pasado sábado, 15 de abril: captar imágenes de las mujeres que no llevan velo para desatar contra ellas el peso de la ley. Cuando no habían transcurrido ni 24 horas desde que esas cámaras —u otras que las autoridades dicen estar instalando— asumieran esa tarea, Sara, nombre ficticio (por seguridad) de una mujer de 50 años, recibió un mensaje en su móvil. Desde la capital iraní, explica a este diario que el texto le advertía de que había sido captada sin hiyab y de que, si reincidía, acabaría ante un tribunal. El artículo 638 del Código Penal iraní castiga ese “delito” con multas y hasta dos meses de prisión. Si hay reincidencia, también con hasta 74 latigazos. Muchas iraníes juzgadas en los últimos años por no llevar velo han sido acusadas a su vez de cargos más graves, como los de incitar a la prostitución y atentar contra la seguridad del Estado, que acarrean largas penas de cárcel.

El pasado fin de semana, las autoridades iraníes cerraron 150 comercios porque algunas de sus empleadas no llevaban velo; mandaron 3.500 mensajes a empresas por ese motivo e identificaron a “cientos” de mujeres con el cabello descubierto en sus coches, declaró a la agencia estatal IRNA el portavoz de la policía Said Montazer al Mahdi. Este portavoz aludió a que un 16% de las mujeres que aparecía en las imágenes de las cámaras infringía la ley del hiyab, “un reconocimiento involuntario” de “la desobediencia generalizada” a esa norma de “miles de iraníes”, sostiene la plataforma Iran Critical Threats, del centro de estudios conservador estadounidense American Enterprise Institute.

Desde que el pasado 16 de septiembre una joven kurda de 22 años, Mahsa Amini, muriera bajo custodia policial tras ser detenida por llevar mal el hiyab, numerosas iraníes han prescindido de esa prenda mientras una oleada de protestas contra el régimen sacudía el país con un lema elocuente: “Mujer, vida, libertad”. La represión de las manifestaciones por parte de las fuerzas de seguridad y paramilitares provocó al menos 500 muertes y la detención de más de 22.000 personas, calculan organizaciones iraníes de derechos humanos en el exilio.

La violencia policial sofocó las protestas, pero el anhelo de cambio en Irán sigue bien visible en todas esas mujeres que salen a la calle sin velo. Ese acto de desobediencia pacífica, que antes de la muerte de la joven Amini era marginal, es un reproche al régimen iraní de hondo calado político. La República Islámica de Irán ha hecho del hiyab “uno de sus pilares” y el “símbolo de la imposición de la moral islámica”, asevera por WhatsApp desde Estados Unidos el profesor de la Universidad de Tennessee Saeid Golkar.

El jefe de la policía de tráfico de Teherán, el general Mohamad Hossein Hamidi, fue quien reconoció a principios de la semana pasada a la agencia Tasnim —un medio afiliado a la Guardia Revolucionaria, el ejército paralelo de Irán—, que las cámaras de tráfico se utilizarían para identificar a las mujeres sin velo. Hamidi advirtió también de que “todos los sistemas [de vigilancia] de la ciudad se encargan de operaciones polivalentes y almacenan todo tipo de información”, además de aludir a las “bases de datos de las que cualquier organización gubernamental puede extraer información”. El general confirmaba así el uso de programas de reconocimiento facial y el cruce de datos para perseguir a las infractoras de la ley del velo.

Vigilancia constante

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Tehran Bureau, una web fundada por iraníes en Estados Unidos, reveló el pasado septiembre que seis empresas chinas habían vendido tecnología de reconocimiento facial y vigilancia de multitudes a Teherán y están “entrenando al Gobierno iraní” para implantar el concepto de “ciudades seguras” de Pekín, donde “millones de ciudadanos viven bajo vigilancia constante”. Golkar cree que el anuncio del uso e instalación de nuevas cámaras en Irán se dirige a “crear una atmósfera escalofriante, como la de China, una sociedad en la que todo el mundo piensa que está siendo vigilado”.

Las amenazas de miembros del ala dura del régimen —el presidente, Ebrahim Raisí, es uno de sus adalides—, apuntan a ese clima de miedo. El 9 de abril, Hossein Shariatmadari, director del periódico oficialista Kayhan, comparó a las iraníes sin hiyab con “drogadictas y narcotraficantes” a las que habría que “tratar seriamente”. En marzo, un clérigo y diputado ultraconservador, Hossein Jalali, declaró a los medios del país que un grupo de legisladores presentará en el Parlamento un proyecto de ley para castigar a esas mujeres con multas de hasta 64.000 euros, la retirada del permiso de conducir, la confiscación del pasaporte y la prohibición de acceder a internet.

Fuentes de la Embajada de Irán en Madrid dijeron a EL PAÍS que “no consta que ese proyecto haya sido admitido a trámite en el Parlamento”. Las medidas anunciadas por Jalali son, para estas fuentes, “comentarios de uno de los casi 300 diputados que tiene Irán”. Sin embargo, el plan y las desorbitadas multas —el salario medio en Irán ronda los 400 euros— a los que aludió el clérigo han sido reflejados por medios oficialistas iraníes, sin que nadie haya desmentido su existencia.

Amenazas cumplidas

Algunas de las amenazas del régimen ya son una realidad. Desde hace días, las alumnas sin hiyab no pueden entrar en las universidades ni en los institutos y los empleados de metro y autobuses impiden el paso a las que no van cubiertas. “Seis ministerios no reciben a estas mujeres y muchas tiendas han puesto carteles advirtiendo de que no pueden atenderlas”, explica la activista iraní afincada en Barcelona Ryma Sheermohammadi.

Para Sheermohammadi, esta nueva ofensiva sobre el velo es “inseparable” de los envenenamientos con un agente químico desconocido que miles de niñas —1.200, según la ONU, y hasta 13.000, según la web iraní en el exilio IranWire— han sufrido en colegios de Irán desde noviembre. En marzo, Teherán anunció la detención de un centenar de sospechosos, pero los incidentes no han cesado. Esto le ha valido a Irán las críticas de expertos de la ONU, que el 16 de marzo señalaron en un comunicado: “Tememos que [esos ataques] estén orquestados para castigar a las niñas por su participación en el movimiento Mujer, Vida, Libertad y por expresar su oposición al hiyab obligatorio”. Los expertos censuraban luego el “marcado contraste entre el rápido despliegue de fuerza para detener y encarcelar a manifestantes pacíficos y la incapacidad durante meses para identificar y detener a los autores de ataques coordinados a gran escala contra niñas en Irán”.

De la respuesta de algunas iraníes sin velo a las nuevas medidas del Gobierno han dado fe estos días las redes sociales, donde abundan las fotos y los vídeos de mujeres sin pañuelo. En uno de ellos, una joven obligada a cubrirse para entrar en el metro de Teherán se quita el velo en cuanto pasa el torno. Otras han difundido fotos sin hiyab posando ante coches de policía. Una iraní a la que no quisieron atender en un banco por no llevar el cabello tapado colgó una humorística imagen con una bolsa de supermercado en la cabeza que se puso para que la atendieran.

Fereshteh, el nombre ficticio de la hija de 19 años de Sara —la mujer que recibió el mensaje de advertencia en el móvil con la que habló este diario—, cree que los intentos del régimen de imponer el hiyab están “lejos de tener efecto” y afirma que “cada vez hay más chicas que no llevan pañuelo”. Para ella y sus coetáneas, el hiyab “es un capítulo superado”. “Ahora se ve incluso a jóvenes con falda, pantalón corto y ropa sin mangas”, apunta. A la pregunta de cómo están reaccionando las iraníes sin velo a las amenazas, responde: “Con orgullo”.

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