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Macron admite la “cólera” por la reforma de las pensiones y se da 100 días para calmar los ánimos en Francia

El presidente dice que no es sordo ante el enfado de los manifestantes, pero los sindicatos lo acusan de “inconcreción” en sus nuevos planes sociales

Emmanuel Macron, durante su comparecencia televisiva, este lunes, en una fotografía hecha con filtro de prisma. Foto: SEBASTIEN BOZON (AFP) | Vídeo: EPV
Marc Bassets

Emmanuel Macron se da 100 días para calmar los ánimos en una Francia en crisis por la impopular reforma de las pensiones, que entró en vigor este fin de semana y empezará a aplicarse en otoño. En un discurso televisado a la nación, el presidente francés prometió sacar lecciones de la cólera popular que ha provocado el aumento de 62 a 64 años de la edad de jubilación. Y ofreció a los sindicatos y a la patronal negociar un plan para mejorar las condiciones laborales.

Una de estas lecciones es que los franceses se resisten a alargar su vida profesional porque muchos son infelices en el trabajo. Macron admitió: “Se ha expresado una cólera, una cólera ante un trabajo que a demasiados franceses no les permite vivir bien, ante precios que aumentan”.

Pero la inconcreción de las medidas y la frustración que ha dejado una reforma impuesta contra la voluntad de la mayoría de los franceses complicarán el objetivo del presidente para los próximos meses: poner en marcha un “nuevo pacto de la vida en el trabajo”. El pacto, negociado “sin ningún límite ni tabú” con los agentes sociales, debe servir para “mejorar los ingresos de los asalariados, hacer progresar las carreras, compartir mejor la riqueza, mejorar las condiciones laborales, encontrar soluciones a la usura profesional y hacer crecer el empleo de los seniors y a ayudar al reciclaje profesional”.

Laurent Berger, secretario general del sindicato reformista CFDT, reaccionó en la cadena BFMTV: “Hay un vacío en la intervención del presidente de la República: no hay nada para los trabajadores y trabajadoras que tendrá que trabajar dos años más”. Los sindicatos han rechazado su invitación para reunirse el martes con él en el palacio del Elíseo y se han dado cita el 1 de mayo para una jornada de manifestaciones masivas.

Coincidiendo con el discurso del presidente, se convocaron varias caceroladas —300, según la ONG Attac— delante de ayuntamientos y prefecturas en varias ciudades de Francia. La intervención, desde el palacio del Elíseo, se había grabado con antelación.

“Tenemos delante de nosotros 100 días para la calma, la unidad, la ambición y la acción al servicio de Francia”, concluyó Macron el discurso de 14 minutos, tras enumerar las prioridades desde ahora hasta el 14 de julio, día de la Fiesta Nacional. Los 100 días son un plazo simbólico, que habitualmente se concede a los nuevos Gobierno. Esta vez, se lo concede simbólicamente a su primera ministra, Élisabeth Borne, en la cuerda floja tras la agitada aprobación de la reforma de las pensiones. Y se los concede a sí mismo, como si quisiera reiniciar su presidencia tras ser reelegido hace solo un año.

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El presidente quiso aprovechar el discurso para intentar, primero, reconectar con los franceses. Cerca del 70% está en contra del aumento de la edad de jubilación. Su popularidad ha caído al 28%, según un sondeo reciente de Ipsos, que coincide a grandes rasgos con los de otros institutos. No es el nivel más bajo de su presidencia. A finales de 2018, con la revuelta de los chalecos amarillos, cayó hasta el 20% y después se recuperó. Su antecesor, el socialista François Hollande, cayó todavía más abajo.

“Es evidente que esta reforma no es aceptada”

“¿Es aceptada esta reforma? Es evidente que no”, se respondió Macron a sí mismo en el discurso. Y añadió: “Lo lamento”. A continuación, admitió: “Nadie, ni yo, puede estar sordo ante esta reivindicación de justicia social ni de renovación de la democrática, en particular expresada por nuestra juventud”. Y añadió: “Hay que extraer todas las lecciones”.

Disturbios en París tras el discurso del presidente francés Emmanuel Macron con motivo de la reforma de las pensiones.
Disturbios en París tras el discurso del presidente francés Emmanuel Macron con motivo de la reforma de las pensiones.STEPHANIE LECOCQ (REUTERS)

Macron perfiló tres grandes temas que, en su opinión, deben garantizar la fuerza de Francia para la próxima década: el trabajo, la justicia y el orden republicano y el progreso en materia de educación, sanidad y medio ambiente. Vinculó estos temas a la idea de independencia del país y de Europa.

Este era otro objetivo del discurso: pasar página de la mayor crisis política desde los chalecos amarillos, fijar nuevos objetivos y tender la mano a los sindicatos y a los diputados de la oposición dispuestos a apoyarle en algunas leyes. No lo tendrá fácil.

El Gobierno, a su vez, confía en que el Día del Trabajo sea el último cartucho del movimiento que empezó el 19 de enero, después de que la primera ministra presentase el proyecto de ley. Desde entonces, Francia ha vivido en tensión permanente en el Parlamento y en la calle. El texto se adoptó por decreto en marzo, tras fracasar las mociones de censura que habrían anulado la norma. El viernes pasado, el Consejo Constitucional sentenció que el grueso de la ley cumplía con la Constitución. El presidente la promulgó y el sábado se publicó en el Diario Oficial.

El discurso televisado de Macron llega casi un mes después de su última intervención televisada, una entrevista en los telediarios de las 13.00 en las cadenas TF1 y France 2. “Entre los sondeos a corto plazo y el interés general del país”, dijo entonces el presidente, “yo elijo el interés general del país, y si hay que asumir la impopularidad hoy, la asumiré”. El Gobierno acababa de imponer la reforma recurriendo a un artículo de la Constitución que permite eludir el voto del hemiciclo, y dos días antes había superado las mociones de censura. El Constitucional todavía no se había pronunciado. Desde el fallo del alto tribunal, se han celebrado cuatro jornadas de huelgas y manifestaciones; el rechazo a la reforma no se ha debilitado.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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