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La contraofensiva de Ucrania logra avances en el este y llega a las puertas de Lugansk

Las autoridades prevén una fuerte resistencia rusa en Donbás y se preparan para intensos combates

Militares ucranios, el lunes, en la recién liberada localidad de Kupiansk.
Militares ucranios, el lunes, en la recién liberada localidad de Kupiansk.UKRAINIAN PRESIDENTIAL PRESS SER (via REUTERS)
Luis de Vega (enviado especial)

Las tropas ucranias siguen avanzando hacia el este del país en plena retirada rusa, tras la contraofensiva del Ejército local, que ha recuperado más de 8.000 kilómetros cuadrados —una superficie equivalente a la de la Comunidad de Madrid— solo en la región de Járkov. Los militares consiguieron atravesar al lado oriental del río Oskil el fin de semana, a la altura de la ciudad de Kupiansk, lo que les sitúa a las puertas de la región de Lugansk, que es su próximo objetivo.

“Los ocupantes están claramente en pánico”, señaló el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, en un discurso televisado el lunes por la noche, en el que agregó que ahora su estrategia está ahora centrada en la “velocidad” en las áreas liberadas. “La velocidad a la que se mueven nuestras tropas. La velocidad en la restauración de la vida normal”, aclaró el mandatario.

El presidente de Ucrania, Valodímir Zelenski, el pasado viernesFoto: Europa Press | Vídeo: Reuters

Las autoridades ucranias prevén, sin embargo, que encontrarán una fuerte resistencia rusa en Lugansk y se preparan ya para intensos combates, según reconoce el gobernador de esa región, Sergi Haidai. “Habrá lucha por cada centímetro. El enemigo está preparando su defensa. Así que no vamos a simplemente marchar”, escribió Haidai en Telegram.

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Las regiones de Lugansk y de Donetsk representan lo que se conoce como Donbás, la zona esencialmente rusoparlante que más codicia el Kremlin tras haber ocupado ilegalmente en 2014 la península de Crimea. En Donbás, casi en su totalidad en manos rusas, las milicias independentistas apoyadas por Moscú llevan en guerra frente a las tropas de Kiev desde hace ocho años. Rusia ha impulsado y apoyado las dos autoproclamadas repúblicas independientes sobre las que se asienta la autoridad que detenta el poder, que acaban de anunciar la celebración de un referéndum con carácter inmediato. Los líderes prorrusos de la provincia de Jersón, en el sur de Ucrania, y los de la región de Zaporiyia se han unido a esta reclamación.

Nuevos temores a una fuga radiactiva

Hasta el momento, la respuesta de Moscú a la desbandada rusa, que ha hecho girar las tornas en el conflicto y disparar el optimismo de Kiev, ha sido atacar de manera constante. Y los blancos han sido zonas donde habitan civiles; infraestructuras esenciales para la vida cotidiana de la población, como estaciones eléctricas o presas, pese a que la normativa internacional que regula los conflictos prohíba este tipo de ataques. Uno de los últimos ha sido contra otra central nuclear, la conocida como Sur, ubicada en la región de Mikolaiv.

Un misil cayó en el entorno de las instalaciones la noche del domingo al lunes, aunque ninguno de los componentes esenciales sufrió daños ni hubo que lamentar víctimas personales, informó el lunes la agencia nuclear del país, Energoatom, a través de su canal de la red social Telegram. Tras una breve desconexión, la central retomó su actividad, añadió la misma fuente.

Las centrales nucleares de Ucrania han sido desde el comienzo de la invasión rusa, el pasado 24 de febrero, un objetivo prioritario tanto estratégico como para mermar al enemigo. Primero fue Chernóbil, inactiva pero convertida en un símbolo desde el accidente de 1986, donde los rusos tomaron el poder en las primeras horas de aquel día y no se fueron hasta un mes después. Después, Zaporiyia, la central más grande de Europa, donde los combates son constantes y donde el peligro de tragedia nuclear planea de manera cotidiana desde hace más de seis meses. Ahora es el turno de la central Sur. Hay otras dos centrales ubicadas en el oeste del país, la de Rivne y la de Jmeltniski.

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Sobre la firma

Luis de Vega (enviado especial)
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear año y medio por Madrid y sus alrededores. Antes trabajó durante 22 años en el diario Abc, de los que ocho fue corresponsal en el norte de África. Ha sido dos veces finalista del Premio Cirilo Rodríguez.

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