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Le Pen busca la remontada ante el favorito Macron en el único debate electoral de la campaña

La candidata de extrema derecha, por detrás en los sondeos, intentará hacer olvidar su mal papel hace cinco años ante el presidente centrista

Debate Le Pen Macron Francia
Marine Le Pen y Emmanuel Macron posan antes de comenzar el debate electoral el 3 de mayor de 2017.ERIC FEFERBERG (AFP)
Marc Bassets

Marine Le Pen, candidata de la extrema derecha a la presidencia de Francia, intentará aprovechar el debate televisado de este miércoles a las 21.00 para remontar en los sondeos, que son favorables al actual presidente, el centrista Emmanuel Macron. El debate, organizado por la cadena privada TF1 y la pública France 2 y que emitirá en directo EL PAÍS, es la última oportunidad para convencer a millones de franceses antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales el domingo. Hace cinco años, Le Pen salió mal parada ante Macron. Es su ventaja ahora: difícilmente lo hará peor.

“El debate es como la final de un torneo del Gran Slam”, dice en París Gérard Courtois, veterano periodista político y autor del libro Partie de campagne, una crónica de las campañas electorales bajo la V República. “Se requiere competencia, concentración, autocontrol. Jamás parecer agresivo. El combate es duro. Porque solo hay un debate. Y a tres o cuatro días de la segunda vuelta. No hay posibilidad de recuperarse en otro debate, como en Estados Unidos. En Francia, no hay red de seguridad”, afirma.

El presidente, desde la primera vuelta el 10 de abril, ha ampliado la ventaja en los sondeos. El instituto Ifop registra un 55% para Macron y un 45% para Le Pen. Según Ipsos, Macron sacaría hoy un 56,5% y Le Pen un 43,5%. En la primera vuelta, con más candidatos, el actual presidente sacó un 27,8% de votos. La líder del Reagrupamiento Nacional (RN), un 23,1%.

Le Pen quiere hacer olvidar el debate del 3 de mayo de 2017. Llegó agotada por la campaña y con migraña. Se confundía en las respuestas. Gesticulaba. Buscaba los papeles entre las carpetas desordenadas en la mesa y no los encontraba. Lanzaba insinuaciones y rumores sin fundamento. Macron, mientras tanto, desmontaba con calma sus argumentos. El actual presidente ganó en las urnas con un 66% de votos frente a un 34% de su rival.

A veces hay que caer al pozo para resucitar. Eso fue aquel debate para Le Pen. Cambió el nombre del partido: de Frente Nacional, asociado a la xenofobia y el antisemitismo, a Reagrupamiento Nacional. Modeló una imagen empática y cercana a los franceses y barrió bajo la alfombra el legado ultra. Y sacó una lección para el debate de 2022, un auténtico partido de vuelta: en los últimos días ha hecho pocos actos de campaña. El objetivo: prepararse a fondo. Es su cita crucial.

“Para mí, la pregunta es si Marine Le Pen podrá mantener esta imagen y esta postura durante dos horas ante Emmanuel Macron”, plantea Courtois. “No estoy seguro de que lo logre”. Al contrario que hace cinco años, esta vez no ha habido debates con todos los candidatos antes de la primera vuelta. Este es el único. Y, al contrario que el presidente, la candidata de la extrema derecha raramente ha discutido durante sus actos de campaña por las calles de Francia con ciudadanos críticos con ella. No ha tenido que pelear de verdad para defender su visión y su programa. No se ha visto contra las cuerdas.

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El peligro, para Macron, “es confirmar, ante las personas que lo ven de este modo, su imagen de superioridad, de arrogancia, de sabelotodo”, sostiene Courtois. Y añade: “Es el problema del primero de la clase: una parte de la clase lo admira, pero la otra no puede más con este tipo que tiene respuesta para todo y que siempre se sale con la suya”.

El debate entre los dos candidatos a la presidencia será el octavo de la historia. Todos, menos el que enfrentó a Jacques Chirac y Lionel Jospin en 1995 y que resultó bastante aburrido, dejaron momentos y frases que han quedado grabados en la memoria política colectiva. Desde el “usted no tiene el monopolio de los corazones”, que le espetó Valéry Giscard d’Estaing a François Mitterrand en el primero, en 1974, al descalabro en tiempo real de Le Pen ante Macron en 2017.

Otro momento estelar fue el cara a cara de 1988 entre el presidente Mitterrand, que era socialista, y su primer ministro, el conservador Chirac. Ambos gobernaban en tensa cohabitación y se peleaban por la presidencia. Chirac le dijo a Mitterrand: “Esta noche yo no soy el primer ministro ni usted el presidente de la República. Somos dos candidatos en pie de igualdad, y que se someten al juicio de los franceses, lo único que cuenta. Me permitirá, pues, que le llame señor Mitterrand”. A lo que este replicó: “Tiene usted toda la razón, señor primer ministro”.

En 2002, cuando la extrema derecha se clasificó por primera vez para la segunda vuelta, el entonces presidente Chirac se negó a debatir con el candidato ultra, Jean-Marie Le Pen, padre de Marine. Fue el único año sin cara a cara.

Hay un debate que todos, políticos y analistas, estudian con lupa: el de Giscard y Mitterrand en 1981. Como ahora, era la repetición del de la campaña anterior. Como ahora, enfrentaba al presidente, en aquel caso el liberal-conservador Giscard, con un candidato que lo era por tercera vez, Mitterrand. Como ahora, el presidente era un brillante tecnócrata cuya inteligencia irritaba a muchos franceses de a pie. Mitterrand no era Le Pen: era perro viejo en política, más astuto que Giscard, pero su programa de nacionalizaciones y su posible alianza con los comunistas, en plena Guerra Fría, asustaba a buena parte del establishment.

El minuto memorable, y digno de estudio, ocurrió cuando Giscard le preguntó a Mitterrand, convencido de que este no sabría responder: “¿Me puede usted dar la cifra del tipo de cambio entre el franco y el marco alemán?” La réplica de Mitterrand: “No me gusta este método: yo no soy su alumno. Usted aquí no es el presidente de la República, sino simplemente mi contrincante”.

Mitterrand se pasó medio minuto quejándose de la pregunta, mientras que Giscard saboreaba la trampa que le había tendido y que supuestamente dejaría en evidencia su incompetencia técnica. Pero entonces, como quien no quiera la cosa, Mitterrand soltó: “Cuando se pasa de 1,87 francos a unos 2,35 francos en siete años, no es un éxito para el franco, no respecto al dólar ni al marco. Me extraña que lleve a esta discusión cuando es la prueba de que el franco, del que se jactan tanto las declaraciones oficiales, no va tan bien como se piensa”. Punto y partido para el socialista, quien unas semanas después reemplazaba a Giscard en el Elíseo y que gobernaría Francia en los 14 años siguientes.

Pero todas las interpretaciones son a posteriori. Al final, gana el debate quien acaba ganado las elecciones. Y un debate raramente decide una campaña, pero como se ha demostrado más de una vez, puede dar un empujón al favorito o hundir un poco más al aspirante. Solo en caso de un error o accidente mayúsculos sería imaginable que provocase un vuelco. “Mi impresión es que los debates confirman lo que ya dicen los sondeos”, dice Gérard Courtois. “Y confirman la estatura de quien va a ser elegido o reelegido”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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