Rusia y Cuba profundizan su “cooperación estratégica” en medio de las tensiones con EE UU
Un intercambio telefónico entre Putin y Diaz-Canel llama la atención por producirse en medio de la tirantez de Moscú con Estados Unidos y la Unión Europea
Pese a que nunca las relaciones entre Moscú y La Habana podrán ser como antes, cuando la isla realizaba el 70% de sus intercambios comerciales con la extinta URSS —que hasta comienzos de los años noventa mantuvo en la isla una base de radioescucha y espionaje y una brigada militar—, estos días Rusia escenifica un notable acercamiento con su antiguo aliado en momentos que crecen las tensiones internacionales debido al conflicto en Ucrania. El lunes, el presidente ruso, Vladimir Putin, habló por teléfono con su homólogo cubano, Miguel Díaz-Canel, y durante la conversación ambos mandatarios expresaron su voluntad de profundizar “la cooperación estratégica” y “la disposición de trabajar estrechamente para fortalecer las relaciones bilaterales”, acordando “intensificar los contactos en diversos niveles con el objetivo de ampliar la cooperación en comercio, economía e inversión”, según versiones oficiales de ambos gobiernos. El mismo lunes por la noche, el embajador ruso en Cuba, Andrei Guskov, recibió en el aeropuerto de La Habana un avión con 20 toneladas de ayuda humanitaria para el sector de la salud, el quinto cargamento de este tipo que llega a la isla desde el pasado 31 de diciembre, y ya van 83 toneladas de donaciones en menos de un mes, a las que hay que sumar las más de 200 toneladas de ayuda humanitaria del año pasado.
“Rusia continuará brindando su ayuda a Cuba, no dejaremos de estar a su lado en estos tiempos difíciles”, dijo Guskov durante el acto de recibimiento de la carga. “Esperamos que este material solicitado por la parte cubana sirva de fuerte apoyo a los especialistas nacionales que luchan contra la pandemia de covid-19, que libran en complicadas condiciones a causa del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por EE UU”, aseguró el embajador, que anunció que está listo para zarpar desde su país un barco con una donación de 19.500 toneladas de trigo.
El intercambio telefónico entre Putin y Diaz-Canel llamó la atención por producirse en medio de las tensiones de Moscú con Estados Unidos y la Unión Europea, pocos días después de las declaraciones del viceministro ruso de exteriores, Serguei Riabkov, que no descartó un despliegue militar en Cuba y Venezuela como respuesta a la política de EE UU en Ucrania, que Moscú considera una amenaza a su seguridad. El asesor de Seguridad Nacional de EE UU, Jake Sullkivan, respondió de inmediato que si Rusia avanzaba “en esa dirección”, EE UU “lidiará” con ello “de forma decisiva”. Algunos analistas minimizaron el peligro y consideraron el cruce de declaraciones e intenciones parte del ajedrez geoestratégico entre ambos países —“fanfarronadas”, llegó a decir un alto funcionario del Departamento de Estado—, pero ahí quedaron las amenazas haciendo revivir el fantasma de la crisis de los misiles de 1962, cuando Moscú desplegó en Cuba cohetes nucleares y el mundo estuvo al borde de una guerra atómica.
Nada de eso parece probable en la actualidad, pero sí es obvio que, en medio de una crisis de caballo como la que atraviesa Cuba, con el embargo norteamericano recrudecido, la economía en quiebra y presentes los coletazos de la convulsión social provocada por las manifestaciones de protesta del 11-J, La Habana se deja querer por Moscú, aunque es consciente de que la ayuda rusa es limitada e incapaz de resolver la grave situación económica de Cuba. A mediados de los años ochenta del siglo pasado, los intercambios económicos anuales entre Cuba y la ex Unión Soviética alcanzaron los 8.000 millones de dólares. En los 10 primeros meses de 2021, los intercambios comerciales fueron de 100 millones de dólares. Las inversiones rusas reales en estos momentos son escasas, si bien en el pasado reciente se anunciaron planes importantes, como el de rehabilitar la red ferroviaria y un gran proyecto de ferrocarriles, que implicaría una inversión rusa de casi 1.900 millones de dólares —pero que de hecho ni ha empezado—. También hay intereses rusos en el sector energético y en la producción de crudo nacional, pero las cifras de las que se hablan son muy reducidas, si se compara con antes.
Tras la desaparición de la URSS, Moscú y La Habana transitaron por un periodo de grandes tensiones. Rusia acabó con las subvenciones e intercambios —el PIB cubano cayó un 35% en solo tres años—, se llevó a sus soldados, desactivó la base de espionaje de Lourdes —hoy Universidad de Ciencias de la Información, que durante la pandemia ha funcionado como centro de atención de pacientes de Covid-19— y paralizó el proceso de construcción de una central atómica en Cienfuegos. Poco a poco, ambos países fueron reconstruyendo sus relaciones sobre la base de cómo funciona en el mundo la economía real, y en 2014 Moscú condonó el 90% de la deuda cubana, valorada en más de 30.000 millones de dólares, suscribiéndose nuevos acuerdos de cooperación económica.
En lo político, en cambio, las relaciones son más sólidas, casi de aliados, y el respaldo ruso a La Habana es absoluto frente a EE UU. El Kremlin ha criticado las sanciones de EE UU a funcionarios cubanos por las represión durante las manifestaciones del 11-J, y considera los juicios que en estos momentos se desarrollan en la isla —ya han sido juzgados cientos de manifestantes, y algunos de ellos condenados a penas de hasta 30 años de cárcel por sedición— un “asunto interno” en el que no caben injerencias, pese a las críticas internacionales. Las donaciones de alimentos, medicamentos e insumos sanitarios en estos momentos de crisis son ahora uno de los pilares de la relación bilateral, pero nunca hay que olvidar el interés geoestratégico de Rusia en Cuba (y viceversa) mientras persista el enfrentamiento de ambos países con EE UU.
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