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Alemania endurece su discurso sobre el gasoducto Nord Stream 2 al calor de la tensión entre Moscú y Kiev

El canciller Scholz y la ministra de Exteriores Baerbock amenazan con no aprobar la polémica infraestructura y la vinculan a la amenaza rusa de invadir Ucrania

Elena G. Sevillano
El canciller alemán, Olaf Scholz, deposita una corona en la tumba del soldado desconocido durante su visita a Polonia este domingo.
El canciller alemán, Olaf Scholz, deposita una corona en la tumba del soldado desconocido durante su visita a Polonia este domingo.DPA vía Europa Press (Europa Press)

El polémico gasoducto ruso Nord Stream 2 va camino de convertirse en una herramienta muy útil para presionar a Rusia ante la amenaza de una nueva invasión del territorio ucranio. El nuevo Gobierno alemán está dando muestras de mucha mayor firmeza que el Ejecutivo de Angela Merkel a la hora de poner condiciones a la puesta en marcha de esta infraestructura pensada para llevar el gas ruso por el lecho del mar Báltico directamente a Alemania sin pasar por Ucrania, tradicional país de tránsito del hidrocarburo. Tanto el canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, como la ministra de Exteriores, la verde Annalena Baerbock, están amenazando de forma más o menos velada con no autorizar el gasoducto si el Kremlin viola las fronteras de la antigua república soviética.

Después de París y Bruselas —las primeras visitas de todo nuevo canciller alemán—, Scholz viajó brevemente a Polonia este fin de semana y prometió que su Gobierno hará “lo que haga falta” para asegurarse de que el gas natural siga fluyendo por territorio ucranio y para evitar que Rusia use el nuevo gasoducto para chantajear a su vecino prooccidental. No llama la atención tanto el contenido de sus declaraciones —a eso mismo se comprometió Angela Merkel— como el momento en el que pronuncia estas palabras. Y el lugar. Varsovia lleva años advirtiendo contra la construcción de la infraestructura y presionando en Bruselas para evitar que entre en funcionamiento. Scholz aseguró que Alemania se siente responsable de asegurar que el negocio del tránsito del gas siga aportando ingresos a la economía ucrania.

El buque Fortuna frente a las costas de Alemania durante los trabajos de construcción del gasoducto Nord Stream 2, en enero de 2021.
El buque Fortuna frente a las costas de Alemania durante los trabajos de construcción del gasoducto Nord Stream 2, en enero de 2021. ANNEGRET HILSE (Reuters)

El canciller lleva días avisando a Rusia de que el respeto a las fronteras es algo “incuestionable” para Alemania, en referencia a la presencia de tropas rusas en la frontera con Ucrania y a los informes de servicios de espionaje occidentales sobre una posible invasión. También ha hablado de “consecuencias”, aunque sin especificar cuáles. Washington sí ha sido más claro. El presidente de EE UU, Joe Biden, amenazó la semana pasada a Putin con fuertes sanciones económicas y con la paralización del Nord Stream 2. Medios estadounidenses han publicado que EE UU y Alemania han acordado cancelar el gasoducto si se produce la invasión, algo que Alemania no ha confirmado oficialmente.

El portavoz de Scholz se limitó este lunes a recordar que la postura alemana sobre la infraestructura es la que acordaron los tres miembros del tripartito en el acuerdo de coalición. El Nord Stream 2 debe regularse “según el derecho comunitario”, añadió. Por ahora el gasoducto está paralizado precisamente por incumplir cuestiones regulatorias. A mediados de noviembre, cuando ya había empezado la tensión entre Rusia y Occidente por los movimientos de tropas y en plena crisis de la frontera entre la UE y Bielorrusia, aliado de Moscú, el regulador alemán suspendió temporalmente el proceso de certificación. La empresa propietaria debía crear una filial alemana para operar en Europa según las leyes comunitarias.

La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, responde a los periodistas durante el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE celebrado este lunes.
La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, responde a los periodistas durante el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE celebrado este lunes. JOHN THYS (AFP)

Annalena Baerbock fue más clara que Scholz. La recién estrenada ministra de Exteriores se pronunció el domingo en la televisión pública en contra de la rápida puesta en servicio del gasoducto. Su partido, Los Verdes, siempre se ha opuesto al proyecto mientras el Gobierno de gran coalición de Merkel —con los socialdemócratas como socio menor— lo apoyaban. Pese al evidente interés geopolítico de la infraestructura, la anterior canciller defendía que se trataba de un negocio privado. El Nord Stream 2 “no cumple con los requisitos de la ley energética europea y todavía quedan por resolver problemas de seguridad”, dijo la ministra de Exteriores. “En su situación actual, no puede ser aprobado”, añadió. Su rotundidad y el momento elegido para lanzar este mensaje supone un endurecimiento de la retórica contra Rusia y una forma velada de amenaza.

Para algunos analistas, como Jens Münchrath, del diario económico Handelsblatt, lo que en su momento fue un “grave error de política exterior” de la era Merkel podría aprovecharse ahora para tratar de disuadir a Putin. Estados Unidos y Alemania acordaron poner fin a la disputa que mantenían a costa del gasoducto el verano pasado. Biden dio un giro a la política de sus dos predecesores, opuestos a que Rusia aumentara su influencia energética sobre el continente. Washington rechazó imponer sanciones a cambio del compromiso alemán de cerrar el suministro si Rusia empleaba la energía como arma.

El gasoducto, que tiene capacidad para suministrar 55.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa cada año, se terminó en septiembre. Alemania confiaba en contar con esa entrada del hidrocarburo —relativamente barato, salvo en la actual crisis de precios— para usarla como energía de transición. El Gobierno pretendía asegurar el suministro a la industria mientras mejora la capacidad de las renovables de cara a la neutralidad energética que quiere conseguir en 2045. Actualmente, el 41% del gas natural que consume la Unión Europea se importa por gasoductos desde Rusia.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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