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Israel vuelve a su pesar a la casilla de salida nuclear con Irán

El Mosad y la inteligencia militar advierten a Netanyahu de que EE UU se apresta a retornar al pacto de 2015 tras las operaciones encubiertas israelíes contra Teherán

Juan Carlos Sanz
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el día 13 en un acto en Jerusalén.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el día 13 en un acto en Jerusalén.Reuters

Israel se ha percatado de que la Administración de Joe Biden no busca mejorar las condiciones del acuerdo nuclear con Irán, suscrito por el también presidente demócrata Barack Obama hace seis años, sino volver a la casilla de salida de 2018, cuando el republicano Donald Trump suspendió su vigencia, alineando a Estados Unidos con los intereses estratégicos israelíes.

Desde entonces, el desafío nuclear iraní no ha dejado de crecer. Al firmar el acuerdo, Irán se comprometió a no enriquecer uranio por encima del 3,67%, límite apto para usos civiles. Tras la ruptura de Washington tres años más tarde, elevó el listón al 20%. Y hasta el 60% después del reciente sabotaje en la planta de enriquecimiento de uranio de Natanz, del que Teherán culpa a Israel. En 2015, los expertos iraníes necesitaban al menos un año para producir una cabeza nuclear. Las estimaciones occidentales apuntan a que ahora les bastaría con unos meses.

Después de meses sin convocar al Gabinete de Seguridad, el órgano gubernamental que decide sobre la guerra el primer ministro, Benjamín Netanyahu, constató el domingo que le ha salido el tiro por la culata en su pugna para impedir que EE UU reactive el acuerdo nuclear con Irán.

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En medio de una inusual oleada de filtraciones aireadas por la prensa hebrea, los servicios de inteligencia civil y militar advirtieron al Gobierno de que las conversaciones que se desarrollan en Viena entre Teherán y las grandes potencias llevan camino de reanudar en pocas semanas la vigencia del pacto atómico, suspendido por Trump para dar paso a una estrategia de “máxima presión” y sanciones.

Mosad (espionaje exterior) y la inteligencia militar han transmitido al Gabinete de Seguridad que, a pesar de la presión para frenar o aplazar la reedición del acuerdo nuclear, Israel debe prepararse para que EE UU lo reactive junto con los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU —Rusia, China, Francia y el Reino Unido— y Alemania, con la mediación de la Unión Europea. Este es el desenlace más previsible, según revelaron a Barak Ravid, corresponsal diplomático del portal informativo Axios, asistentes al encuentro secreto.

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Israel ha optado ahora por la vía de la presión diplomática, y la próxima semana enviará a Washington al consejero de seguridad nacional, Meir Ben Sabbat; al jefe de las Fuerzas Armadas, general Avi Kochavi, y al director del Mosad, Yossi Cohen, para que se reúnan con sus homólogos estadounidenses. El Estado judío se ha convertido en un mero espectador ante la negociación nuclear con Irán, que pretende cerrar un acuerdo “antes de las elecciones presidenciales convocadas en junio en Teherán”, de acuerdo con el analista del diario Haaretz, Zvi Barel.

La guerra naval secreta que libran Israel e Irán en los últimos meses se ha saldado con un rosario de escaramuzas en aguas del Índico, el golfo Pérsico, el Mediterráneo y el mar Rojo. La escalada de incidentes ha estado jalonada por el inusual reconocimiento israelí de la autoría de acciones contra buques de los Guardianes de la Revolución iraní. También con filtraciones a la prensa estadounidense sobre la oleada de ataques de Israel a petroleros de Irán con rumbo a Siria. En revancha, comandos navales iraníes han golpeado a Israel en su punto más débil: los mercantes de navieras del puerto de Haifa que navegan lejos de las aguas patrulladas por su Armada.

Después de que la contienda naval emergiera a la luz pública, Teherán se apresuró a acusar a Israel del sabotaje registrado el día 11 en la planta subterránea de Natanz, centro clave del programa atómico iraní. En la prensa hebrea, mientras tanto, se daba cuenta de la reñida competencia entre el Mosad y la inteligencia militar por atribuirse la operación encubierta contra la central nuclear, supuestamente dirigida a mejorar la posición negociadora de EE UU tras la detención del enriquecimiento de uranio.

“A Israel puede que ya no le quede otra alternativa que reconocer el potencial nuclear de Irán y aceptar la vigencia de un equilibrio del terror entre enemigos que se esconden tras la ambigüedad sobre su arsenal atómico, uno ya confirmado y otro en el umbral de conseguirlo”, considera el analista israelí Daniel Kupervaser. Es de prever, en su opinión, “la continuidad de una guerra tibia entre batidores, pues un enfrentamiento armado a gran escala parece estar fuera de las posibilidades de ambas partes”.

Netanyahu, más solo en la arena internacional

En su discurso del Día del Recuerdo del Holocausto en Jerusalén, Netanyahu afirmó el pasado día 7 que Israel no se sentirá obligado por una eventual reactivación del acuerdo nuclear con Irán y que hará todo lo que esté en su mano para impedir su aplicación. Ahora parece estar mucho más solo en la arena internacional que cuando lo intentó frenar en 2015, con un polémico discurso en el Capitolio de EE UU que supuso un desplante frontal a Obama.

Tras la salida de Trump de la Casa Blanca, los aliados regionales de Israel tratan, a su vez, de recolocarse en el tablero geopolítico. Acaba de trascender que Irán y Arabia Saudí han iniciado conversaciones directas este mes, con la presunta mediación de Irak, para rebajar las tensiones que les enfrentan y restaurar las relaciones bilaterales que rompieron hace cinco años.

También empieza a ser patente –de acuerdo con The Washington Post– que la Administración de Biden observa las acciones militares y diplomáticas de Israel contra la reactivación del acuerdo nuclear con Irán como perjudiciales para los intereses de EE UU. Para el presidente demócrata, el regreso a la situación de 2018 debe servir de punto de partida a una negociación regional que incluya, entre otros aspectos, el programa de misiles balísticos de Teherán y la intervención iraní y de sus aliados chiíes en conflictos como los de Siria y Yemen.

Todo apunta a que la tensión de Israel con Irán está orientada a torpedear la negociación de Viena, que avanza hacia un principio de acuerdo. El presidente iraní estimaba el martes que las conversaciones han alcanzado “progresos en un 60% o 70% de las cuestiones que están sobre la mesa”. Pero la escalada frente a Teherán también puede obedecer a consideraciones internas del Estado judío. Coincide además con el inicio de la fase probatoria en el juicio por corrupción contra Netanyahu y con las crecientes dificultades del primer ministro para conformar una coalición de Gobierno tras las elecciones legislativas del 23 de marzo, las cuartas en apenas dos años.

“Las atribuciones de responsabilidad (de las operaciones encubiertas) y la espiral de incidentes filtrados a los medios van dirigidos a crear la sensación de una crisis de seguridad nacional”, argumenta Yaakov Katz, director de The Jerusalem Post, en una reflexión sobre la crisis. “Pero es difícil de creer que Netanyahu esté buscando una guerra abierta”, concluye. “Más bien intenta convencer a sus rivales (de la derecha nacionalista israelí) de que se unan a su Gobierno frente a Irán”.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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