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El sepulturero de El Asad

El testimonio de un supervisor de fosas comunes en el juicio contra oficiales del régimen sirio arroja luz sobre la magnitud de los presuntos crímenes contra la humanidad de los que se les acusa en Alemania

Anwar R., en su primera comparecencia ante el tribunal de Coblenza, el 23 de abril.
Anwar R., en su primera comparecencia ante el tribunal de Coblenza, el 23 de abril.POOL (Reuters)

Al volante de una furgoneta sin matrícula, engalanada con un gran retrato del presidente sirio, Bachar el Asad, y cargada de sepultureros rumbo a una fosa común. Esa fue la cotidianidad durante seis años de Z30/07/19, el hombre cuyo testimonio ha supuesto un punto de inflexión en el proceso de justicia universal que se celebra en Alemania contra funcionarios del régimen de Bachar el Asad, acusados de crímenes contra la humanidad. Hasta ahora, había salido a la luz abundante evidencia de las torturas en centros de detención en Siria, pero faltaba una pieza clave en el eslabón probatorio. “[El de este conductor] Es un testimonio histórico para este juicio. Hasta ahora, había un conocimiento muy vago de qué pasaba con los cuerpos de quienes mueren en los centros de detención. Fue una descripción muy detallada de las fosas comunes”, interpreta Patrick Kroker, uno de los abogados que representa a las víctimas.

El 23 de abril arrancó en Coblenza (oeste de Alemania) el juicio al militar desertor sirio Anwar R., acusado de crímenes contra la humanidad y complicidad en la tortura de más de 4.000 personas y la muerte de 58. Junto a él, en el banquillo de los acusados se sienta Eyad A., también antiguo miembro del aparato de seguridad de El Asad. Pero la trascendencia de este proceso anclado en el sistema de justicia universal alemán va, sin embargo, mucho más allá. Para las víctimas y sus familiares lo que se juzga en Alemania es todo el régimen, la represión sistemática de opositores desde el inicio de las protestas en 2011.

Durante su testimonio ante el tribunal superior, el 9 y el 10 de septiembre pasados, el testigo Z30/07/19, anónimo por razones de seguridad, aseguró haber sido miembro del equipo de sepultureros del régimen hasta 2017. Habló de miles de cuerpos trasladados en camiones frigoríficos hasta fosas comunes, según coinciden otras fuentes, también presentes en la sala del tribunal. Eran cuerpos de civiles muertos en combates en la zona de Damasco, la capital siria; pero también cadáveres recogidos que se iban recogiendo durante la semana de los hospitales militares, adonde van a parar los detenidos en las prisiones sirias y que llegaban a las zanjas con evidentes signos de tortura, según el testimonio ante la jueza de este hombre de mediana edad. Cerca de medio millón de personas, más de un tercio civiles, han muerto desde que estalló la guerra, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, con sede en Londres, pero informadores de primera mano en el terreno.

Z30/07/19 había trabajado durante muchos años como funcionario en la Administración funeraria en Damasco, hasta que en 2011 fue reclutado por los servicios secretos del régimen para trabajar en las fosas de Al Qutayafah, en el norte de Damasco; y Najha, en el sur de la capital siria. Le dieron la furgoneta con la imagen de El Asad para poder cruzar los checkpoints (controles) sin problemas. Y así trabajó hasta 2017, siempre flanqueado por un miembro de la seguridad militar.

La función de Z30/07/19 era doble. Por un lado, transportaba a los sepultureros en la furgoneta oficial, que formaba parte del convoy de camiones frigoríficos. Viajaban al alba con los cuerpos desde los hospitales militares de Tishreen, Mezzeh y Harasta hasta las fosas comunes. Allí, su equipo de enterradores entraba en los camiones y sacaba con las manos los cientos de cuerpos en medio de un hedor que Z30/07/19 describe como insoportable y que incluso hizo enfermar a algunos enterradores. Una peste que no podían quitarse ni duchándose y que les quitaba el apetito durante días, recordó en la sala el testigo. Cada camión transportaba un máximo de 700 cuerpos, aunque no siempre llegaban llenos. El testigo no ofreció una cifra total de muertos, pero de su relato se desprende que a lo largo de los años en los que trabajó, hablaba de decenas de miles de ciudadanos.

La zona de las fosas era un área inmensa, según su relato, con zanjas excavadas de unos 100 metros de largo por seis de profundidad. Cuando la trinchera estaba llena de cuerpos sin vida, un buldócer la cubría de escombros. La pestilencia hacía que Z30/07/19 mantuviera la distancia siempre que podía, ya que él no tenía que descargar cadáveres. Aun así, sí llegó a ver cuerpos con la marca en el cuerpo de Al Kathib, la unidad militar de Damasco, cuyo espionaje dirigía Anwar R.

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Vio también muertos que habían pasado por la temerosa prisión de Saydnaya, la misma en la que, según Amnistía Internacional (AI), “miles de personas han sido ejecutadas de forma metódica bajo custodia”. Z30/07/19 asegura que había cadáveres con marcas de estrangulación en el cuello, lo que coincide también con la información publicada por AI. Algunos tenían las manos esposadas a la espalda. A otros le faltaban las uñas o su rostro era irreconocible. Además de conducir los camiones de la muerte hasta las fosas, Z30/07/19 ejercía de una suerte de contable funerario. Cada camión tenía sus papeles con el registro de cadáveres correspondientes a cada unidad militar. Z30/07/19, que supervisaba a los sepultureros, archivaba y organizaba los listados con el recuento de muertos y su procedencia en una oficina. Guardaba bajo lleva los cuadernos, prueba de la escalofriante burocracia con la que opera el régimen de El Asad, según numerosos testigos.

Documento incomparable

Kroker, abogado del Centro Europeo para los Derechos Humanos y Constitucionales (ECCHR, en sus siglas en inglés), considera que es especialmente relevante que “ese testimonio tan detallado sobre lo que ocurre en las fosas comunes haya sido escuchado, porque el tribunal solo puede juzgar sobre lo que se presente oralmente en la sala. No hay un documento comparable”.

El letrado estuvo dentro de la sala del tribunal de Coblenza los dos días que testificó Z30/07/19, y asegura que era evidente lo doloroso que le resultaba hablar de “cuerpos ensangrentados y de los que salían gusanos”. “A veces tenía que parar porque físicamente estaba exhausto y se mareaba y no estaba claro si había que llamar a una ambulancia”, dice el abogado, que se sentó justo detrás del testigo en la sala. Cuando Z30/07/19 testificó ante la policía por primera vez, colapsó y tuvieron que ingresarle cuatro días en el hospital.

“Su testimonio ha sido una bomba. Es tan grande como las fotos de César”, afirma en su despacho de Berlín, Anwar Al Bunni, veterano abogado defensor de derechos humanos sirio y alma del caso. Al Bunni se refiere al fotógrafo que desertó de la policía militar que logró sacar de Siria miles de imágenes de cadáveres torturados en centros de detención y que ahora sirven de prueba del patrón de abusos sistemáticos en las prisiones sirias.

Ahora, el testigo vive como cientos de miles de refugiados sirios en Alemania, adonde llegó a través de una reunificación familiar. Contactó el año pasado por WhatsApp con Al Bunni. Se vieron y el abogado del Syrian Center for Media and Freedom of Expression informó a la Fiscalía. Dice que se puso en contacto con él porque “no puede dormir. Se siente culpable y quiere ayudar a las víctimas”. Pese a que su identidad no se ha desvelado y a que durante su testimonio se tapó la cara para no ser identificado, asegura que ha recibido llamadas anónimas que le hacen temer por su seguridad.

Nueva sed de justicia

“En Damasco siguen muy muy de cerca este juicio”, sostiene Al Bunni, quien cuenta cómo días antes de que fuera a declarar otro testigo, fuerzas del régimen sirio se presentaron en casa de sus padres en Damasco para amenazarles y advertirles de lo que les podía pasar si su hijo testificaba en Alemania. Eso, a pesar de que solo los abogados y los miembros del tribunal conocen las fechas de los testimonios.

También hoy Al Bunni ha recibido una visita muy particular en el mismo despacho en el que recibe a este diario, al noreste de Berlín. Uno de los hombres que conducía una de las excavadoras que operaban en las fosas comunes ha venido a verle. Escuchó hablar del testimonio de Z30/07/19 hace unos días en Coblenza y le contactó. En el ordenador que Al Bunni tiene en el despacho y en el que ahora se emite un telediario en árabe, el conductor le ha mostrado en Google Earth dónde se encuentran exactamente las fosas. Dice que también quiere testificar.

Como él, un centenar de testigos ha llamado a la misma puerta. A través de Facebook, Twitter y WhatsApp contactan con los abogados. La celebración del juicio ha despertado la sed de justicia entre la diáspora siria en Alemania. Algunos testimonios están relacionados con este caso concreto, pero también con muchos otros abiertos y por abrir. “Habrá más detenciones pronto”, adelanta Al Bunni.

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