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La junta militar golpista designa a un coronel retirado como nuevo presidente de Malí

El exministro de Defensa Bah Ndaw asume la jefatura de Estado y el líder del consejo, Assimi Goïta, ostenta la vicepresidencia durante el periodo de transición tras el golpe

José Naranjo
Manifestación del pasado 8 de septiembre en Bamako para celebrar el golpe de Estado.
Manifestación del pasado 8 de septiembre en Bamako para celebrar el golpe de Estado.AP

El coronel retirado y exministro de Defensa Bah Ndaw ha sido designado presidente interino de Malí para un periodo de un año y medio por la junta militar que dirige el país desde el golpe de Estado del pasado 18 de agosto. Así lo ha anunciado este lunes a la televisión pública el líder de los golpistas, el coronel Assimi Goïta, quien ha sido designado vicepresidente. Está previsto que la toma de posesión del nuevo jefe de Estado maliense tenga lugar el próximo 25 de septiembre.

Esta decisión se ha adoptado tras intensas negociaciones entre los miembros del Consejo Nacional para la Salvación del Pueblo (CNSP), nombre oficial de la junta militar que tomó el poder en agosto tras forzar la dimisión del expresidente Ibrahim Boubacar Keita (IBK), y representantes de partidos políticos, movimientos religiosos y la sociedad civil. La Comisión Económica de Estados de África Occidental (Cedeao) había exigido a los golpistas que debía ser un civil quien estuviera al frente de la transición como paso previo a la retirada de las sanciones impuestas al país.

Bah Ndaw, de unos 70 años, es un viejo conocido en Malí y tiene fama de riguroso y firme en sus principios. Tras realizar buena parte de su formación militar en la ex Unión Soviética y diplomarse en la Escuela de Guerra de París, fue nombrado ayudante de campo del general golpista recientemente fallecido Moussa Traoré, quien fue presidente del país entre 1968 y 1991. Después de llegar al rango de coronel mayor en el Ejército del Aire, Ndaw se retiró de la vida militar. En 2014 y tras la humillante derrota sufrida por el Ejército en la norteña Kidal a manos de los rebeldes tuaregs, el entonces presidente Keita le nombró ministro de Defensa y de Antiguos Combatientes, pero no duró mucho en el cargo. Dimitió al año siguiente al negarse a la integración de los rebeldes en las Fuerzas Armadas, uno de los puntos de los Acuerdos de Paz de Argel.

La pelota está ahora en el tejado de la Cedeao, que deberá dar su visto bueno a este nombramiento, aunque no sea vinculante. En su última reunión con los miembros de la junta militar, los jefes de Estado y Gobierno africanos aceptaron que la transición fuera de 18 meses frente a los 12 que habían sugerido en un primer momento, pero se mostraron intransigentes en la necesidad de que el nuevo presidente del país debía ser un civil, frente al deseo de los golpistas de que fuera un militar. Al final, la persona elegida es un civil que desarrolló toda su vida activa en el Ejército y, además, los coroneles se quedan con la vicepresidencia del país en la persona del propio Assimi Goïta.

El plazo establecido por la Cedeao para dicho nombramiento expiraba este martes, cuando el mediador designado por el organismo regional, el expresidente nigeriano Goodluck Jonathan, tenía previsto trasladarse de nuevo a Bamako para volver a realizar consultas con los militares. La designación de Ndaw cuenta con el visto bueno de representantes de la sociedad civil, políticos y religiosos malienses que participaron en la selección junto a los militares.

Proceso de negociación

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El pasado 18 de agosto un grupo de coroneles del Ejército maliense protagonizó un golpe de Estado en Bamako contra el poder democrático. En una asonada sin víctimas mortales y que fue celebrada por miles de malienses en las calles, los militares detuvieron al presidente Keita y a su primer ministro y les forzaron a dimitir, suspendieron el Parlamento y anunciaron la apertura de un periodo de transición hacia la democracia a través de unas elecciones libres. La Cedeao reaccionó con un embargo y amenaza de sanciones, medidas que luego fueron respaldadas por la Unión Africana, pero se inició un proceso de negociación que ya dura un mes para devolver el poder a una autoridad civil de transición.

Antes del golpe de Estado, Malí había vivido multitudinarias manifestaciones de protesta que pedían la dimisión del presidente Keita y que fueron reprimidas con violencia por las fuerzas del orden, que llegó a disparar con balas reales contra la multitud provocando al menos una quincena de muertos. El deterioro de la situación en materia de seguridad en el norte y centro del país, bajo la permanente amenaza yihadista, la profunda crisis económica y los constantes escándalos de corrupción, el último de ellos la intervención del Tribunal Constitucional para mejorar los resultados del partido gobernante tras las elecciones legislativas del pasado mes de abril, desencadenaron las protestas.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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