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‘El pulpo’ del fútbol mancha la política en Portugal

El apoyo de António Costa a la reelección del presidente del Benfica levanta polémica y pone en evidencia las cuestionables relaciones entre las altas esferas del poder y el mayor equipo del país

El primer ministro de Portugal, António Costa, toma una foto antes de un partido de fútbol, el pasado agosto, en Lisboa.
El primer ministro de Portugal, António Costa, toma una foto antes de un partido de fútbol, el pasado agosto, en Lisboa.RAFAEL MARCHANTE (Reuters)

El fantasma de lo que los seguidores de otros clubes llaman Benfiquistán, una supuesta maquinaria de influencias políticas que gira en torno al equipo de fútbol más popular de Portugal, ha vuelto a aparecer. El primer ministro, el socialista António Costa, ha levantado polémica al apoyar la candidatura a la reelección del presidente del Benfica, Luís Felipe Vieira, investigado por presuntamente haber sobornado a un juez para que fallara a su favor en el caso del pago de una deuda de 1,6 millones de euros al fisco a cambio de un cargo en el equipo lisboeta. El gabinete de Costa aseguró el sábado que este respalda a Vieira como hincha y no como líder del Gobierno, pero las críticas se han multiplicado y el episodio ha puesto en evidencia la profunda imbricación de fútbol y política en el país ibérico.

Además del primer ministro, también apoyan la candidatura del dirigente deportivo el alcalde de Lisboa, Fernando Medina, y el exministro Rui Pereira, ambos socialistas, así como el comunista Joaquim Santos, exregidor del municipio de Seixal, y los diputados conservadores Telmo Correia (CDS) y Duarte Pacheco (PSD). Costa y Medina, quienes ya en otras elecciones se habían alineado con Vieira cuando este no era objeto de investigaciones judiciales, han recibido a su vez el respaldo del dirigente en campañas políticas.

“El fútbol se ha vuelto demasiado popular y ningún político desdeña este hecho”, afirma Nuno Domingos, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa. “Lo cierto es que estas relaciones con la política no son nuevas en el país: en la Asamblea de la República se organizan cenas entre los parlamentarios y representantes de los clubes; el alcalde de Oporto, Rui Moreira, fue defensor del club de su ciudad en tertulias de televisión; el presidente del CDS, Francisco Santos, pertenecía a la dirección del Sporting de Lisboa… La polémica con Costa responde a algo más coyuntural, ha coincidido con el escándalo por la investigación contra Vieira”, agrega.

El líder de la oposición conservadora, Rui Rio (PSD), ha condenado la decisión de Costa: “Siempre creí que la mezcla entre política y fútbol profesional estaba mal. En el pasado la combatí (...). Hoy hay incluso problemas de orden judicial involucrados en esto”. La socialista Ana Gomes, candidata a las presidenciales del próximo enero, y Catarina Martins, líder del Bloco de Esquerda, el partido con la tercera mayor representación parlamentaria tras los socialistas y el PSD, también se han sumado al coro de críticas. El presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, aficionado ilustre del Sporting de Braga, ha evitado terciar en la discusión, pero ha anunciado que en su próxima reunión con Costa, este jueves, la polémica será uno de los temas en la agenda.

La importancia política del Benfica, al que sus críticos llaman El pulpo y del que uno de cada dos aficionados en el país se declara seguidor, según un sondeo del año pasado, se manifiesta también en el hecho de que ha servido como trampolín al único diputado de ultraderecha del Parlamento, el abogado André Ventura, que se dio a conocer como vocero oficioso del club en una de las innumerables tertulias futbolísticas de la televisión portuguesa. Un grupo de personalidades e hinchas publicó una carta el pasado octubre en la que criticaba a la dirección del club por no desmarcarse del ultra. “Chega (Basta, la formación de Ventura] es un partido de extrema derecha abiertamente antisistema y xenófobo, es decir, un partido que niega la identidad del Benfica”, se leía en la misiva, que presentaba como prueba de los valores del equipo a ídolos como Eusebio y Coluna, ambos nacidos en Mozambique. “Chega llegó al Parlamento porque lo lidera una persona conocida únicamente gracias al Benfica”, concluía el texto.

Rui Pinto, responsable de las filtraciones conocidas como Football Leaks, que desde 2015 han puesto al descubierto la descomunal corrupción en el mundo del fútbol, es uno de los personajes más vilipendiados del país tras haber fijado el punto de mira en el Benfica. Seguidor del Oporto, archirrival del club de Lisboa, y juzgado actualmente en la capital portuguesa por 90 delitos, entre ellos extorsión y sabotaje informático, Pinto entregó documentos que comprometían al Benfica para que su principal adversario los divulgase. El canal de televisión del club del norte de Portugal usó la información para acusar a su rival de controlar un grupo de ocho árbitros y un blog publicó correos electrónicos privados como prueba de que desde 2012 había un plan para que el Benfica aumentara su influencia en círculos políticos, judiciales y periodísticos. Miembros del equipo lisboeta están siendo investigados como sospechosos por estas denuncias. En la contraparte, Francisco J. Marques, jefe de comunicaciones del Oporto, está acusado de seis crímenes de violación de correspondencia y telecomunicaciones por este caso.

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Rui Pinto, verdadera piedra en el zapato para las supuestas ambiciones de las águilas, ha acusado además a Vieira de tener vínculos oscuros con la constructora brasileña Odebrecht, centro de una trama corrupta de proporciones continentales que se desarrolló a lo largo y ancho de América Latina, según informó la semana pasada el diario portugués Público. La información se conoció en la víspera de que se oficializara el apoyo de Costa, quien pese a todo decidió seguir adelante.

Antecedentes de las conexiones deportivas y políticas

El sociólogo Rahul Kumar, profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra, fija el punto de quiebre de la relación entre fútbol y política en Portugal en el ascenso del ex primer ministro Pedro Santana Lopes (PSD), quien antes de llegar al cargo en 2004 había sido presidente del Sporting de Lisboa. “Después del 25 de abril (de 1974, día de la revolución que depuso la dictadura salazarista que gobernó el país durante casi medio siglo] los políticos intentaron mantenerse al margen del fútbol”, explica Kumar, “en esa altura era visto como una forma de alienación. Ya con Santana Lopes empieza a haber una aproximación”. Hoy en día se cuentan con los dedos de las manos los políticos sin equipo de fútbol en el país vecino.


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